“Holodomor 1932-1933. Genocidio ucraniano”, se denomina el libro presentado en esta ciudad como parte de la XVII Feria Interprovincial del Libro y el V Encuentro Internacional de Escritores. El trabajo se dio a conocer el miércoles en instalaciones del Club Argentino Ucraniano de Apóstoles, con la presencia del traductor-editor Dr. Jeremías M.Taurydzkyj; el prologuista, Serge Cipko -Universidad de Alberta, Canadá-; la presidenta del Grupo de Escritores de Apóstoles (GEA), Mónica Ortiz, y el presidente de la Colectividad Ucraniana de Apóstoles, Gabriel Boreski.
A fin de traducir al español, Taurydzkyj trabajó por más de tres años sobre la base de este ejemplar que fue escrito en ucraniano, para que este gran capital histórico-documental que se basa en anécdotas y en documentos que vieron la luz tras la apertura de los archivos secretos de la ex KGB, estuviera disponible.
Durante la presentación, ante una nutrida presencia de asistentes, el traductor-editor indicó que se trata de tres libros en uno. “Este libro traduce por primera vez la apertura del archivo central de Kiev, que se llama Haluzevey. Es el exarchivo de la KGB que hoy pertenece a los Servicios de Seguridad del Estado de Ucrania. Antes era inexpugnable, con materiales ultra secretos, porque los personeros de la Unión soviética pensaron que esto iba a seguir toda la vida, que nunca nadie podría entrar en ellos, y hoy estos archivos se le volvieron en contra porque salen a luz cosas que la gente no se imagina”, expresó.
Añadió que se cree que la apertura de los archivos se produjo mágicamente con la independencia de Ucrania, el 24 de agosto de 1991 pero que “recién se abren después que se dictara la Ley del Holodomor como Genocidio por Ucrania, el 28 de diciembre de 2006. Comenzaron a abrirse en forma total entre 2008 y 2010, por eso los investigadores recién ahora los pudieron volcar en un libro. Mucha gente sigue con la mentalidad de la ex Unión Soviética, lo que era secreto sigue siendo secreto y cuesta hacer entender a las autoridades que estos archivos están abiertos”.
Sostuvo que ademas de los investigadores, historiadores, que tratan que esto salga a la luz, los que concurren a los archivos son los familiares de los fallecidos que quieren saber adonde están enterrados. “Esa es la parte triste. Hay que darlo a conocer para que nunca vuelva a pasar. Es un genocidio que ocurrió en tiempos de paz. Es de los tres que hubo en el siglo XX: el Armenio, al inicio de la Primera Guerra Mundial; el Holocausto, en la Segunda, y el nuestro en tiempos de paz y en un país tan rico”, aseveró.
Entre otras tantas cosas, narró que al abrir un sobre que se encontraba entre los archivos, “aparecieron seis o siete bolitas de pan negro que se conservaron durante 75 u 80 años, que fueron guardadas por un expediente judicial. Se mandó a analizar ese pan, que no era entregado a los campesinos sino que se vendía en las ciudades después de hacer 24 a 48 horas de cola, y se componía por cáscara de bellotas, de papas y de corteza de árbol. Ese era el pan que se vendía entre 1932 y 1933 en Ucrania. Los investigadores, científicos, están encontrando todo tipo de elementos”, manifestó.
En el libro también se dan a conocer los resultados de dos censos efectuados en 1926 y en 1939. “En el 37 se comenzó otro pero cuando a Iósif Stalin (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili) le trajeron los primeros resultados se dio cuenta que el crecimiento vegetativo de Ucrania era negativo. Estaba en rojo. Se iba a demostrar a todo el mundo que en Ucrania hubo una matanza por hambre, porque no había guerra”. Entonces lo que hizo “fue apartar ese censo, arrestó a los 14 jefes de censistas de toda la Unión Soviética, fusiló a diez y los cuatro restantes desaparecieron en el Gulag siberiano. A los censistas, por decir la verdad, los mataron. Ese censo se descubrió en los archivos.
Tenían la particularidad de archivar todos los documentos originales porque pensaban que la Unión Soviética iba a seguir por los siglos de los siglos. Estaba todo bien guardado”, graficó Taurydzkyj.
Para la titular del Grupo GEA, Mónica Ortiz, “Holodomor…” es una gran obra, que es importante no sólo para la comunidad ucraniana sino para toda la humanidad porque de esos errores debemos aprender para no volver a cometerlos”. Y se realizó precisamente en Apóstoles, ciudad que se caracteriza por mantener vivas las tradiciones de los inmigrantes, y que el 27 de agosto celebra la llegada del primer contingente al Sur de Misiones.
Al contextualizar la presentación del primer libro en habla hispana hecho en Argentina sobre uno de los acontecimientos mas bárbaros de la historia moderna de la humanidad, Boreski, explicó que Holodomor no era una palabra habitual, conocida, y no estaba en el vocabulario que trajeron “nuestros abuelos cuando iniciaron la colonización de esta bendita tierra”, el 27 de agosto de 1897.
Aseguró que “esta palabra tuvo que ser inventada para describir el mayor crimen que se cometió contra un pueblo sobre la faz de la tierra en los últimos siglos. Un crimen que se ocultó, que se tapó.
Todos los adjetivos no alcanzan para poder transmitir la dimensión del sufrimiento entre 7 y 14 millones de personas que murieron de hambre artificial”.
Exterminio por hambre. Es lo que significa Holodomor, dijo. “Todo por el capricho mesiánico de un grupo de personas que decidieron que una nación debía desaparecer de la faz de la tierra por su forma de pensar, por su idioma, por su cultura, y porque atentaba contra el proyecto político que se encaraba en ese momento en la recién fundada Unión Soviética”, señaló emocionado. Tras relatar la amarga experiencia vivida por familiares suyos, concluyó con la frase: “A ellos el pan los pudo haber salvado, a nosotros lo único que nos va a salvar, sin lugar a dudas, será la memoria”.