La problemática del suicidio adolescente en el país sigue presente y se incrementa a un ritmo preocupante. Así lo demostró un informe publicado por la UNICEF Argentina, que despertó el alerta al detallar que los números van en aumento y en 30 años ha triplicado la cantidad de muertes autoprovocadas en jóvenes de entre 10 a 19 años.
En Misiones, a pesar de no estar dentro de las provincias con los mayores índices, la realidad es que el suicidio adolescente se encuentra presente y apuestan a políticas públicas que contemplen la prevención.
En este sentido y para tener en cuenta la situación en la tierra colorada PRIMERA EDICIÓN contactó a la Asociación Defender la Vida, quienes llevan más de diez años de labor en materia de prevención. Al respecto, su presidenta, María Cristina Guillan, señaló que “en las estadísticas, intentamos que haya un registro en conjunto entre la Policía y Salud Pública que refleje la realidad, porque por ejemplo, existen muchas muertes en tránsito que pueden llegar a ser suicidios pero sin testigos no avanza; al igual que muchas intoxicaciones que ingresan a los hospitales donde la segunda causa de muerte no está relacionada. En esto, aunque aún intentamos blanquear la situación, sabemos que aproximadamente que el 30% de los suicidios en la provincia corresponden a menores de 24 años”.
En cuanto a generar herramientas para contrarrestar esta problemática, aclaró que “partimos de la base de que el suicidio se puede prevenir pero no así evitar, a menos que se esté en situ en ese momento. La persona en crisis tiene un proceso antes de llegar al hecho en sí. Hay señales y situaciones en el discurso de la persona que nos pueden brindar algún indicador de que esa persona está en riesgo”.
Sobre los elementos que entran en juego en la vida de los adolescentes y jóvenes, Guillan indicó que “entre los factores de riesgo están la violencia escolar y todo tipo de violencia, como la de género; los abusos sexuales; la pérdida laboral; porque existen un gran número de factores que indicen en esa situación”.
Respecto a los indicadores a tener en cuenta para reconocer que una persona atraviesa una crisis se debe prestar atención “a las señales, por ejemplo, hay personas que cambian su conducta de un día para el otro; en los adolescentes puede suceder que duermen mucho o se alimentan poco. Cada uno de esos detalles por sí solo no es un factor preocupante pero si los sumamos situaciones relacionados con bullying, pérdidas familiares, violencias o abusos, además consumo de sustancias, representan un riesgo. Por otra parte, en el discurso de esa persona podrían reflejarse algunas frases que nos podrían remitir a que esa persona está considerando la posibilidad de matarse”.
Al analizar el tema es posible detectar que a pesar de tratarse de una práctica final individual, es también un problema social.
“Por cada suicidio tenemos que imaginarnos que tenemos una familia primaria y luego existe un entorno social de la persona, con compañeros de escuela y trabajo, imagínense un profesional de la salud que lo atendió semanas antes del hecho preguntándose que no logró ver. A su vez, tenemos los medios de comunicación que también entran en juego en esto, donde es importante ver de qué forma abordar la noticia de una persona que terminó con su vida”, remarcó.
Por otra parte, María Cristina Guillan explicó que “en esto existe un mito, en cuanto al porqué una persona toma la decisión de matarse y la verdad es que eso se lo lleva a la tumba, no hay respuestas. Es probable que exista alguna carta pero la decisión queda con la persona. Luego de un suicidio, el duelo tiene una connotación especial. Si bien la pérdida de la persona ante una muerte pareciera igual a tantas otras pero para aquellos que se despiden ese duelo es especial. En los familiares existe mucha culpa y aún persiste una estigmatización en el entorno. Es en ese momento donde rondan preguntas como: qué no vi, porqué no hice algo, porqué no estuve”.
En materia de acciones a seguir, manifestó que “el suicidio, al ser multicausal, debe ser abordado desde lo interdisciplinario porque no es sólo el tema de un siquiatra o un psicólogo sino que es todo un entorno en el cual deben estar presentes otros actores. Es así que pueden estar involucrados desde trabajadores sociales, médicos, ya que no todo pasa por la salud mental, incluso en algunos casos debe intervenir la Justicia porque puede haber dificultades en el ambiente o la dinámica familiar”.
Con Defender La Vida “se han comunicado familiares, amigos, personas que están en crisis, además de familias que ya han perdido a alguien por suicidio. En esos casos, lo primero que hacemos es orientar a una persona a que busque ayuda en los sectores de salud, porque una persona en crisis debe ser atendida por un profesional. En la comunidad educativa, deben contar con herramientas de contención en la cotidianidad porque está presente la posibilidad de encontrarse ante una crisis con personas en riesgo”, aseguró Guillan.
Acerca de las herramientas para acompañar el duelo relató que “por último tenemos lo que denominamos la posvención, esto significa que una vez que un suicidio se realiza, ya sea de algún miembro de alguna institución, los colegios, muchos de ellos suelen buscar una orientación y la contención, al igual de los familiares. Sucede que muchos creen que el suicidio acaba con la muerte del individuo pero no, para el entorno es algo que recién empieza”.