En las excursiones se puede contemplar uno de sus ejemplares con más de 2.600 años, cuya altura supera los 57 metros y cuyo tronco cuenta con más de 2.8 metros de diámetro, el “Lahuán”.
Este ícono distintivo de la flora del Parque es un alerce patagónico, que perdura en el tiempo entre pares de longeva existencia, junto con otros más jóvenes.
Es el gran atractivo turístico para los visitantes que, al adentrarse en este inmenso paraíso natural de 260 mil hectáreas, transitan en un recorrido virtuoso, para ser parte también del ambiente y el misterio que pone a prueba los límites de la imaginación.
Otra dimensión
Una excursión en barco de 40 minutos por el Lago Menéndez, abre el camino para que los sentidos expandan sus límites.
El silencio se entremezcla, como en una cuidada ópera de la naturaleza, con la brisa pura de la Patagonia y la singular fauna que no pasa desapercibida; tejiendo una trama sonora que le sirve de nube mágica a la lluvia de curiosidad del visitante.
Mientras tanto, y adentrándose en el lago, el turista parece entrar en un proceso de purificación, mientras que la mirada intenta capturar para siempre la inmensidad que se le presenta sin reservas, con una paleta de colores que nunca son los mismos.
El arribo al Alerzal Milenario inaugura una nueva exaltación de los sentidos. La monotonía y el estrés parecen desvanecerse ante tanta inmensidad natural que sigue dando frutos, pese al paso de los años.
El camino entre alerces patagónicos da cuenta del pasado y del presente en un bosque que se mantiene en óptimas condiciones con una especie estrella que se regenera, ofreciendo exponentes antiquísimos y pequeños recién nacidos, visto y considerando que se estima pueden vivir hasta cuatro mil años.
Abuelo milenario
Sin dudas, el más buscado entre todos los gigantes es el “lahuán”, el abuelo, el que guarda toda la sabiduría.
Así le llamaban los nómades pueblos originarios que antiguamente se topaban con él en sus caminatas, al gigante de más de 50 metros de alto, cuyo tronco inasible tiene un diámetro que supera los dos metros y lleva vividos más de 2600 años.
Las miles y miles de imágenes que circulan de él, las filmaciones; no pueden describir la sensación de pequeñez ante la inmensidad de pararse frente a este monumento natural que le hace un guiño cómplice al paso del tiempo.
Imponente, se erige como la más clara representación de la importancia de la preservación de la naturaleza, siendo un ejemplo viviente para concientizar sobre el cuidado del reino vegetal y animal, en pleno corazón de este Parque Nacional que nació como reserva en 1937.
Un nuevo silencio todo lo invade, para permitir una conexión única y perfecta que se genera entre quien se detiene a contemplar, íntima y profundamente al “lahuán”.
Se trata de una especie que crece sólo un milímetro al año y su madera pardo rojiza tiene una muy buena resistencia a las inclemencias externas de la naturaleza.
Se estima que la razón de su longeva supervivencia, radica en que está enclavado en un territorio de difícil acceso, en el sector más húmedo del Parque Nacional, propiamente en la cordillera; en un área en el que llueven unos cuatro mil milímetros al año, propio del bioma denominado “selva valdiviana”.
Se trata de una conífera de crecimiento muy lento que puede alcanzar la mayor cantidad de años del planeta.
Las excursiones al alerzal milenario, dentro del Parque Nacional también es un trekking sencillo, sin grado de dificultad, cuyo cuidado es la razón principal del área protegida.
Todo comienza junto al lago Verde (al que se llega en auto o en bus desde Esquel) por un sendero de 1.500 metros hasta Puerto Chucao, en el lago Menéndez, para tomar una embarcación.
Además del mencionado trekking, dentro del Parque Nacional se practican diferentes actividades turísticas-recreativas.
Villa Futalaufquen
Es el único asentamiento urbano del Parque, cuyos habitantes en su mayoría son empleados de la Administración de Parques Nacionales y de otras dependencias estatales. Los Alerces cuenta con una Jefatura de Guardaparques y tres jefaturas zonales.