“Él me está dando fuerzas, a todos, porque sin él no podríamos estar acá parados y reclamando. Por lo menos ahora sabemos que van a traer el cuerpo y lo vamos a poder despedir, velar y darle un beso”.
Lo poco que sé, que sabemos, es lo que escuchamos por los canales de noticias y lo que leo. Quiero que paguen, yo no pido nada extraño, pido justicia porque lo que hicieron con Aníbal y con los demás chicos no se puede entender. Nadie merece eso, nadie”.
Recordó que “hace un año y medio Aníbal se fue a trabajar a San Miguel del Monte. Me dijo ‘mamá me voy a buscar un futuro, un trabajo para poder ayudarte a vos y a mis hermanos, para todos nosotros’. Y ahora me lo traen en un cajón”.
En el diálogo que mantuvo con PRIMERA EDICIÓN también resaltó: “Confío en la Justicia, que la chica que está internada despierte y cuente todo lo que pasó”.
Pero nunca imaginé que la policía pudiera hacer algo así, perseguir y matar. Yo estaba segura que la policía estaba para cuidarnos y no como en este caso para dispararle a chicos. Para qué, para qué matarlo si se iban divirtiendo, cantando, hay videos minutos antes”.
Blanca tuvo cuatro hijos, los cuatro con su apellido, los cuatro varones. César, tiene 23 años y es el mayor y cuando se le pidió un recuerdo de Aníbal dijo pausadamente: “Ojalá lo que pueda decirte sobre Garrafita, lo pudiera traer mañana con vida. Así lo esperábamos, a un chico sonriente, que nunca se emburraba, no se enojaba por nada”.
“El se fue a Buenos Aires a buscar un mejor vivir, comprarse sus cosas, laburar, disfrutar y cantar chamamé, jugar a la pelota y gritar un gol de Boca, seguir feliz porque Yael (su novia) estaba cerca y se cuidaban”.
“Pero no va a volver así, sonriente, contento y con ganas de progresar… Es una tragedia para nosotros, lo mataron cruelmente”.
También destacó que era un laburante de no mezquinar esfuerzo: “Somos trabajadores rurales, él comenzó conmigo en un secadero de yerba, andábamos pegadísimos siempre, no parábamos. Ahora nos queda esperar un día más para velarlo, pedir justicia y después… Sus hermosos recuerdos”.
“Extraño todo, llorábamos cada vez que hablábamos por teléfono, esperábamos que viniera a visitarnos. Acá en Concepción la vida es difícil, sólo la yerba y alguna changa mal pagada”.
César también explicó, o brindó su versión, de lo que le ocurrió a su hermano: “Los policías salieron a cazar gente, no se entiende qué hicieron”.
“Con el dinero de la indemnización por el cierre de la chanchería donde trabajaba, Aníbal pudo comprarse el 147 (Fiat Spazio). No le alcanzó la plata para hacer la transferencia, los papeles para poder viajar hasta acá en su automóvil. Estaba changueando y juntando los pesos para poder hacer el trámite”.
“Reía y cantaba”
Ángel tiene 18 años, el menor de los hermanos Suárez y también dejó que sus sensaciones hablen: “Estamos muy mal, todos. Aníbal era rebueno, se fue a hacer lo que sabía, laburar con sus manos para poder mantenerse, no tenía nunca un gesto malo, cantaba chamamé, le gustaba mucho, se vestía de gaucho y cantaba canciones de Los Matuá Mercedeños. Llegaba cansado de trabajar y cantaba, no se permitía estar triste y tampoco dejaba que a su alrededor lo estuvieran. Lo vamos a extrañar siempre”.
Concepción de la Sierra lloró y exigió justicia
“No son delincuentes, son pibes”, “pedimos justicia por ‘Garrafita’, pedimos justicia por los chicos”, “no al gatillo fácil, no más muertos”. Las frases impresas en las cartulinas se replicaron en consignas cantadas, sin rimas, con fuerza, con dolor y con lágrimas que se mezclaron con la llovizna de la fría siesta de ayer en el pueblo de Aníbal Suárez, el joven misionero que murió en la denominada “masacre de San Miguel del Monte”.
Vecinos y familiares del muchacho de 22 años marcharon en reclamo de esclarecimiento y juicio a los responsables y ejecutores de la persecución y disparos que terminó con cuatro víctimas fatales y una adolescente de 13 en gravísimo estado durante la madrugada del lunes 20 de mayo en la mencionada ciudad bonaerense.
En el sentido contrario a las agujas de reloj, el grupo de manifestantes dio cinco vueltas a la plaza central a paso lento y durante una hora, entre las 15 y 16 de ayer.
“Estamos destrozados pero no bajamos los brazos”, resumió Rubén, tío de Blanca Suárez (madre de Aníbal), cuando finalizó la manifestación con la misma calma que se inició y a la par de las que se replicaron en el país. La principal fue en La Plata, capital bonaerense.
La marcha se realizó con una particularidad, los vecinos de Concepción aún no pudieron velar a “Garrafita” Suárez.
Para esta tarde, a las 16, aguardan la llegada del cuerpo proveniente de Buenos Aires y poder velarlo en la casa que Aníbal se crió. “No será un velatorio extenso, haremos una ceremonia íntima, rezaremos e iremos hasta el cementerio para el entierro. No poder despedirlo a Aníbal provoca mucha incertidumbre y suma dolor. Pasaron más de diez días, no dormimos, nos ayudamos como podemos, por eso esperamos cerrar al menos este duelo”, manifestó el familiar.
Frente a la Escuela 27 “Bernardino Rivadavia” los amigos de Aníbal arribaron a la hora pautada. Se presentaron con los carteles arrollados pero no denotaron miedo ni rasgos de furia. Caminaron detrás de Blanca y repitieron en voz alta cada reclamo que la progenitora lanzó.
Sin insultos, sin acusar, sólo para replicar en el escenario público que estaban desconsolados, casi incrédulos pero con la bronca atragantada porque un joven changarín al que oyeron cantar chamamé vestido de gaucho, al que vieron correr y jugar a la pelota con sus tres hermanos, que hacia reír a todos, que se rompía las manos laburando en un secadero de yerba de Tres Capones o en una fábrica de chacinados bonaerense.
La protesta culminó de la misma manera que dio inicio, a pie y sin incidentes.
Reclamos como ecos
Blanca Suárez en diálogo con PRIMERA EDICIÓN resaltó: “Mi familia pide justicia, pedimos castigo para todos los culpables. Mataron a chicos, casi niños, inocentes que iban cantando, que se estaban divirtiendo”.
A la misma hora, en La Plata los familiares y amigos de Camila López, Danilo Sansone y Gonzalo Domínguez, y también representantes de organizaciones de derechos humanos y víctimas del “gatillo fácil” se manifestaron en la calle con idéntidos pedidos.
Se convocaron en la céntrica Plaza San Martín y exigieron respuestas por el múltiple crimen de San Miguel del Monte.
También dieron aliento a Rocío, la adolescente de 13 años que sobrevivió pero permanece internada en estado reservado en el hospital El Cruce, de Florencio Varela, Buenos Aires.
“Hoy marchamos en reclamo de justicia, de respuesta, de verdad y de memoria. No vamos a parar, no vamos a bajar los brazos hasta que se haga justicia” dijo Yamila Zarzoso, madre de Camila López una de las víctimas de la fatal persecución policial.