Los hermanos sean unidos… Esa es la ley que impera entre Marta Isabel (59), Marcelo Hernán (48) y Julio Luis Alberto Burtnyk (53) que, además de hacer de la pesca un punto de encuentro, buscan que ese momento sea para estar juntos, charlar de sus cosas y limar asperezas. Si bien es una costumbre que conservan desde siempre, con el amor por la pesca se acentuó esta práctica familiar bajo el paraguas de “Barra pesquera Sol y Luna”. Y de esta manera participaron recientemente de la novena edición del Mundial de Surubí, efectuado en la localidad correntina de Goya.
“Así lo llaman porque a nivel país es el más grande, el que más lanchas y pescadores reúne”, explicaron, al tiempo que aclararon que en las ocho ediciones anteriores “nunca pudimos sacar un surubí. Sólo dorado y manguruyú. Gracias a Dios este año se nos dio”. Sacaron cuatro: la primera fue Marta, que extrajo un pez de 87 centímetros, alrededor de las 19.30 de la primera jornada.
Después fue el turno de Julio, con uno de 66, y uno de 72. El cierre fue de Marcelo, cerca de las 22.30, con uno de 97 centímetros. En la misma zona, una argentina residente en Italia, se hizo de un surubí de 1,06 metros y obtuvo el primer premio de pieza mayor. “Nosotros salimos segundos en pieza mayor; cuarto por zona, y séptimos a nivel nacional, en la general”, contó el trío, a quien tocó en suerte el Nº 1067. De todos modos, “no nos importa tanto lo material” porque ya tienen varios galardones en su haber. “Fuimos acreedores de tres lanchas, sacamos un auto 0 kilómetro, y premios en efectivo. Quería subir al podio y tener una copa y la foto, y este año se nos dio”, afirmó Julio, que deja cualquier cosa por la pesca.
“Para mí es lo más importante. Es como tomar un lexotanil. Me tranquiliza. Si la patrona (María Fermina Cabañas) me da permiso, nos hacemos una escapadita por semana, o dos o tres veces al mes, aunque sea cerca pero vamos”, aclaró, en un ambiente donde prima el buen humor y donde después de cada ocurrencia sobran las carcajadas.
Comerciante como Julio, a Marcelo esta actividad lo llena de adrenalina. Pero en Goya vivió un momento especial sobre todo la largada “porque son muchísimas las lanchas que salen y todas quieren llegar primeras a la zona en busca de los mejores lugares. La verdad que es algo único de ver. Siempre uno está atento y esperanzado en lograr aunque más no sea una pieza para salvar el honor”.
Julio recordó que desde chiquitos, “papá nos hacía sentar en el piso de la lancha y nos tiraba un boero a mano. En una ocasión, agarré un pacú bien grande y tanto él como mi tío dijeron que el pez estaba enfermo y lo largaron al agua. Fue el primero que saqué”.
Para Marta, que es profesora de educación física y vicedirectora del BOP Nº 8, de Villa Cabello, gracias a Dios y a la virgencita “es una experiencia inolvidable. Nunca sabemos que es lo que va a pasar en la vida, entonces disfrutamos de los momentos, pasamos bien y tratamos de tener una buena pesca. Tratamos de ir siempre los tres aunque aveces por razones laborales no se puede”.
La docente admitió que el hecho de compartir “con mis hermanos es lo más importante porque es el momento que nos damos los tres para charlar de ciertos temas, comentar cómo nos va en la vida, qué nos falta, qué nos pasa. No sólo cuentan los momentos de pesca sino los silencios. Cuando estamos pescando hasta en el silencio nos estamos contactando para ver lo que pasa”. Hasta que aparecen las cargadas. Y se reanudan las carcajadas.
Y como mujer, es la que está en los detalles menores: que a los hermanos no les falte una galletita dulce, algo salado, abundante protector solar, la camisa manga larga, y que no se duerman. El mate, en tanto, es responsabilidad de Marcelo. “La pesca es embarcada, desde las 15 del sábado y hasta el día siguiente, y no podes bajar de la lancha, así que nos arreglamos. En el profesorado de educación física estoy acostumbrada a este tipo de incomodidades, particularmente cuando hacemos campamento, por lo que no me cuesta mucho adaptarme a la situación”.
Arriba de la lancha se elabora chipa, se toma mate, café para apaciguar el sueño que sobrevuela en la quietud -cuando hay pique no hay sueño-. “Cuando uno empieza a rascarse la cabeza y da sueño, uno busca comer y pasarla bien”, confiaron.
En tierra firme tres saben preparar buenos platos con el producto final, así que es usual que en la mesa de los Burtnyk haya pescado a la parrilla, frito, al horno o en escabeche.
Según Julio, dicen que todos los pescadores tienen algún vicio. “Por razones de salud no tomo ni fumo pero soy el loco de las cañas de pescar. Debo tener unas 40 en mi casa. Mis hermanos se enojan porque donde hay un campeonato comienzo a buscar un lugar donde comprarlas. Es lo más importante. Pero es como una cábala porque cada vez que compro, con la caña nueva sacamos un ejemplar importante. Esta última vez, por ejemplo, Marcelo sacó el surubí de 97 centímetros”.
Rememoró entre risas que una vez estaban pescando en Itá Ibaté y mientras estaban anclados, un oficial de control de Flora y Fauna, preguntó “¿usted pesca con tantas cañas? Si, le contesté. Con cinco. Me acostumbré así. Es una forma. Aveces cae un pescado y se enreda pero yo tiro cinco cañas”.
Respecto a los premios dijo que “cuando hay alguno importante, lo vendemos e incorporamos el dinero al equipo de pesca. Tal es así que fuimos escalando y hoy tenemos una lancha importante, por eso tuvimos la posibilidad de llegar entre los seis primeros botes a la zona de pesca”.
A su entender, la pesca tiene su maña. “Nos costó mucho aprender a pescar en Goya. Acá tenemos otra forma. Ellos lo hacen con la morena más chica, tienen un sistema de atado desde el destorcedor, que va después del plomo, más corto que el nuestro. Seguimos consejos que nos dieron algunos lugareños y tuvimos resultados. Mediante eso sacamos tres peces en prácticamente dos horas, rapidísimo”. Insistió con que “ellos tienen su forma de pescar. Si bien en la zona donde estábamos el río debe tener 30 metros de ancho, tiene unos quince metros de profundidad. Corre distinto y el pez está debajo del camalotal. Aveces no se puede anclar la lancha porque corre mucho, prácticamente el bote queda varado arriba de los carrizales o los camalotales porque no hay forma de anclar. Abajo es todo barro”.
Al momento de la fiscalización “había gente haciendo un relevamiento y marcó los ejemplares que sacamos. Hacen seguimientos porque, al parecer, es una zona de reserva y allí el surubí pone sus huevos. Es un lugar que desemboca en todas las lagunas, y los peces chicos que come el surubí salen de las lagunas. Por eso en la zona que nos tocó se pescaron 54 surubíes. Mientras que en las 23 zonas restantes si se sacaron 60, es mucho. Tuvimos suerte. Y fue por sorteo. En nuestra zona que nos tocó estaba el gobernador Gustavo Valdez, de Corrientes, y él no sacó nada. Las lanchas de ambos lados sacaban, y él nada”.
“Empezamos yendo a Ituzaingó, también a las 20 Horas, y la primera vez que fui a Goya, me gustó demasiado. No por el campeonato en sí, sino porque son 14 horas. Hay que entrar al parque cerrado antes de las 12 del sábado y hasta las 14 se fiscalizan las lanchas. A las 15 es la largada y hasta las 17 hay tiempo para llegar a cada una de las 24 zonas, que son distantes. Se accede sólo por sorteo ante escribano público para que no exista ninguna trampa ni invasión de espacios”, expresó el mayor de los hombres, que es el que administra los bienes de “Sol y Luna”.
Al ingresar a la zona, los esperó un fiscal que proporcionó la planilla y quedaron habilitados a pescar a partir de las 17. El domingo, a las 8, cuando terminó la competencia, un fiscal los espera a la salida de la cancha para recibir la planilla y la firmó tras constatar la cantidad de piezas. “Está bien hecho por los premios que ofrece (una Nissan doble cabina, una lancha Campanili con motor Yamaha 90 y dinero en efectivo)”, acotó.