“Campo del cielo es una región del Chaco y Santiago del Estero donde hace miles de años un gran asteroide entró a la atmósfera y estalló en miles de trozos conformando una tormenta de meteoritos. Se llama así a la región de dispersión de ese estallido”, explica Quirós (Resistencia, 1979), que relata que “necesitaba un pueblo” y entonces inventó este, llamado Campo del Cielo, donde puso a funcionar a sus personajes.
El también autor de “La luz mala dentro de mí” y “Una casa junto al Tragadero” habló sobre este libro editado por Tusquets y adelantó que está trabajando en una nueva novela con Chaco como territorio central.
Los personajes circulan y se cruzan en distintos cuentos del libro. ¿Cuál fue el primero?
El Nene, protagonista del primer cuento. A partir de ahí me interesó el territorio porque daba para más historias. Me gustó la idea de que ese meteorito traía algo más que provocaba que las personas que habitaban la región o incluso quienes iban, por alguna especie de magnetismo, se comportaban de una manera extraña o retorcida.
¿Y qué te atrajo particularmente de ese territorio?
La explotación turística que se hace del lugar, la explotación científica alrededor de los meteoritos y, por otro lado, la mitología indígena, que me parecía la más natural o la más honesta de las tres miradas: tanto la científica, como la turística sobre todo, implicaban una intromisión en ese territorio de alguna manera tan literario.
Si bien el territorio es protagonista, ¿las familias disfuncionales también?
Es algo recurrente. En “La luz mala dentro de mí” todos los cuentos están unidos por las relaciones familiares. Es una tentación la familia para la escritura: la familia propia y las diferentes formas de familia que existen son como pequeñas bombas de tiempo a punto de estallar. Así como los meteoritos son esquirlas de una historia, todos los integrantes de una familia son pequeñas esquirlas de una posible gran historia que estalla.
Hay un misterio a develar que es el de los perros muertos.
Siempre hay perros en mis historias, en lo que estoy escribiendo ahora también. Es un complemento entre tierno y salvaje para la mirada absurdamente civilizada, que a veces se entromete en un territorio o paisaje que no termina de comprender. En este caso se cruzan en los cuentos, en una especie de sembrado de perros mutilados, que además de ser una imagen siniestra también servía para potenciar el paisaje y el retorcimiento de quienes viven allí. Incluso de algo que también podría vivir en ese lugar que no se sabe muy bien qué es y que los personajes padecen o buscan.
¿Estar a la deriva puede ser uno de los puntos en común entre los personajes?
A todos les veo un halo tierno, más allá de sus crueldades o padecimientos. Tiene que ver con sus aspectos más vulnerables, más expuestos a cosas que no entienden o que las entienden pero los desbordan. La ternura es el rasgo común.
Las desapariciones aportan dramatismo y ayudan a construir ese mundo. ¿Cómo las pensaste?
Es un recurso narrativo, una desaparición es más que perturbadora, es terrible y en el espacio de un pueblo, donde de alguna manera todos se conocen, estas desapariciones se sienten más. También me interesó que los personajes del pueblo no dramatizaran sino que prefieran pensar en algo sobrenatural.
Los pueblos originarios están cruzados por la mirada de los niños y lo que le plantean los maestros.
Tiene que ver con lo que es el interior del Chaco donde se nota el cráter milenario que hay entre los pueblos originarios, el pueblo criollo y las colonias inmigrantes que se fueron formando. Por un lado, hay pueblos europeos muy duros y por otro una comunidad indígena. Son dos mundos que están colisionando permanentemente.
¿Campo del Cielo surgió como una novela y después se transformó?
Funcionó como una serie de historias conectadas entre sí porque mi ilusión era escribir una novela. Por cuestiones de la vida no me pude acomodar: vine a Buenos Aires, tuve un hijo. En mi sistema de creación, puedo escribir un cuento en el espacio más caótico del mundo, la novela no tanto. Con los cuentos, a partir del lugar geográfico donde se desarrollaban y con más o menos una línea del personaje, podía trabajar de manera similar a una novela pero con más libertad y cubriendo esa ansiedad que genera una novela que es un trabajo más lento, más concentrado, donde no se llega tan rápido al final. Acá cuento a cuento fui llegando a distintos finales.