Muchas veces, el problema es cómo vemos los problemas. Rara vez nos detenemos a pensar en cómo vivimos los problemas, sin embargo es fundamental para nuestra calidad de vida hacer esta distinción.
¿Sos de los que no lo aceptan?, te reconoces con el lema “los problemas no deberían existir” o sos de los que pueden aceptar que los problemas son parte de la vida, que el conflicto es inherente a la condición humana y siempre trae consigo una oportunidad.
¿Sos de los que se creen dueños de la verdad? Del tipo “esto no puede ser” o sos consciente que tu punto de vista es sólo la vista desde un punto y entendes que pueden ocurrir cosas que no sean de tu agrado.
¿Ves los problemas como conflictos o como desafíos a superar para mejorar?
¿Te encaprichas con tu posición y lo que decís que querés?, o tenés la capacidad de preguntarte: ¿Qué tengo que aprender ante esta situación?, ¿qué quiero o puedo hacer?
¿Sos de los que fuerzan una solución aunque sea desde un lugar de imposición y sin cuidar los relacionamientos con tal de volver a tu status quo o aceptas el cambio y confías en la línea de puntos?
¿Sos de los que dejan que el ego los guíe o podes fluir y decidir a conciencia?
Una enfermedad, un malestar o un mal resultado en un análisis médico puede ser el punto de partida para cambiar hábitos de vida más saludables; una separación puede significar un nuevo comienzo, lo mismo con la pérdida de un negocio o un trabajo.
Un hijo o una pareja conflictiva nos permite trabajar la tolerancia; un jefe autoritario, nuevas habilidades para que su impronta no nos dañe.
No son los problemas lo que nos angustia sino nuestra percepción de cómo lidiar con ellos. No nos estresa el hecho de estar en un embotellamiento y llegar tarde, sino pensar en lo que nos puede decir nuestro jefe, o quien nos esté esperando, sobre esta demora.
La clave está en saber evaluar esas situaciones despegándonos del mito que todo conflicto es malo e implica dolor o el rompimiento. Entonces, primero aceptemos que existe e indaguemos sus causas, sin confundirlas con los síntomas.
Preguntémonos íntimamente y con sinceridad, qué es lo que nos hace sentir incómodos y qué estamos dispuestos a hacer para que cambie.
Podés quedarte enganchado toda la mañana por esa pelea con tu compañero de trabajo o podes aprovechar la oportunidad para revisarte y evaluar que cosa podrías cambiar y mejorar o que aspecto de su visión podés rescatar e integrar para mejorar tu punto de vista.
De tus respuestas depende gran parte de tu calidad de vida, si bien el planteo en abstracto arroja claridad respecto a cuales elegir, te pido que reflexiones sobre alguna situación puntual que se te haya presentado y te fijes en qué lado estas y como ves los problemas.
Colabora
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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