A cuántos de nosotros nos enseñaron que nuestro cuerpo era malo, que las emociones nos desestabilizaban, que teníamos que ser perfectos, responder al estereotipo fijado, que teníamos que producir, ser alguien, que todo se consigue con esfuerzo sino no sirve, qué el ocio es malo.
¿A cuántos de nosotros nos da culpa el disfrutar?
Tanto tiempo reprimiendo y no sintiendo que ahora nos pasamos para el otro lado, o pendulamos en los opuestos sin poder comprender ni llegar al centro.
Matrices y estereotipos de conductas que solo nos limitan, encasillan y anestesian!
Sólo producimos, vamos tras del éxito buscando la felicidad. Corremos tras logros materiales y para eso nos trazamos objetivos tan altos que nos robotizamos para alcanzarlos, no sentimos, nos anestesiamos, vivimos en busca de un ideal, no descansamos, no nos respetamos… no podemos, no hay tiempo.
Así desde esa conciencia comenzamos a meditar, también dentro de una fórmula, de una estructura repitiendo frases para parar la mente y reprogramarla.
¡Buscamos técnicas que produzcan el milagro!, ése que no podemos realizar porque nos hemos apartado de nuestra esencia y aún más si lo trasladamos a la meditación o al camino espiritual, ya que buscamos logros espirituales para compensar la falta de conexión y su consecuente frustración en la vida diaria.
¡Hemos caído así en una espiral sin sentido!
Dejamos de estar presentes y vamos en busca de un ideal inalcanzable.
Yo les cuento que vivo en un barrio donde la gente es simple, quizás no medita, pero todas las mañanas y todas las tardes se sienta en la vereda a tomar mate… con la fresca de la mañana y al caer el sol.
Yo vivo en un barrio donde la gente se conoce por su nombre, se saluda al comenzar el día y al terminar su jornada se vuelve a encontrar en la plaza. Quizás esa es su forma de meditar y no lo sabe.
Yo sí sé que esa es su forma de conservar su esencia, conociendo el nombre del vecino, saludando, conectado. Mirándose a los ojos. Ésa es la forma segura de no perderse en el camino, crear comunidad, sentir que todos somos uno, que el acto de uno modifica el entorno, que el saber de uno contribuye al resto, que cuidarse en comunidad es el primer paso para volver a re conectar con nuestra humanidad.
No pienses que te salvas solo iluminándote en soledad con ¡tu meditación! Esto lo construimos entre todos y entre todos podemos crear un mundo mejor.
Y vos, ¿conocés el nombre de tu vecino?
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Patricia Couceiro
Consteladora
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