¡Hola queridos amigos! Repasando lo visto y aclarando un poquito más sobre la gran diferencia, en cuanto a la eficacia de los resultados, que existe entre la manera generalizada de orar pidiendo con la mente a algo que se encuentra fuera de nosotros (por más sagrado que nosotros consideremos que ese algo sea) y la forma en que lo hacía Jesús sintiendo el poder que le daba el saber con el corazón que la Creación y Él eran Uno, al igual que sabía que era Uno con Dios.
Hablaré ahora en primera persona para que éste entender les quede bien claro: como Yo Soy esencia de Su esencia, que es la misma esencia de todo lo creado por Él, que lo hizo todo con un pensamiento-sentimiento sintetizado en una palabra, “¡hágase!”.
Comprendo entonces que las tormentas son, en esencia, pensamiento-sentimiento o podemos decir que son la suma de las emociones negativas de los seres humanos; entiendo además que esos pensamientos-sentimientos, en este caso materializados en tormentas, son parte de mí como lo es mi brazo, por ejemplo; entonces si yo ordeno a mi brazo que se mueva y lo hace, me significa que si ordeno a la tormenta que se detenga, con la misma naturalidad y seguridad de que me responderá como lo hizo mi brazo, ésta se detendrá.
Y ahora viene la parte más importante de la oración: el agradecer, porque cuando yo agradezco estoy dando por hecho que lo que yo quería ha sido realizado, en este caso específico puedo improvisar un pequeño rezo de este tipo: “¡Detente!, y gracias por lo que tus aguas han limpiado y que debía ser limpiado”.
Luego sentimos el Sol en nuestra piel y provocamos en nosotros experimentar hermosos días soleados. Y fin de la oración. No le seguimos dando vueltas porque quiere decir que no confiamos en que será así como lo experimentamos y a la mínima duda el resultado deseado no se dará.
Fíjense que la gran diferencia entre las oraciones de interminables rezos y pedidos y ésta que acabo de mostrar, es que la primera se realiza con la mente, o sea recitamos oraciones memorizadas por el intelecto emitiendo un sentimiento de miedo, porque si suplicamos por algo, es porque estamos experimentando esa carencia, y la segunda la hacemos con el corazón, es todo un sentir, un experimentar lo que deseamos como ya realizado y como el Universo no reconoce el idioma del intelecto pero sí entiende el de los sentimientos, lo que devolverá será más sentimientos de lo que estemos experimentando, ya que actúa como espejo.
Y como dice Gregg Braden, la oración basada en nuestros sentimientos, deja de ser algo por obtener y se convierte en algo que aceptar y en el resultado deseado que ya está siendo creado.
Este científico e investigador pone lo ante dicho en términos de energía y nos dice que Max Planck, el padre de la teoría cuántica, dijo que existía un lugar en el que sólo había energía pura, donde todas las cosas tienen su inicio. Planck se refirió a esto como la Matrix, (y Gregg Braden la denomina la Matrix Divina) y afirmaba que tiene su origen en las estrellas, en las rocas, en el ADN, y en la vida y en todo lo que existe.
Microscópicamente no hay nada físico, todo es vibración, todo es efecto de la energía condensada.
Vivimos en un universo lleno de vibraciones y nuestros cuerpos son y están constituidos de esas vibraciones de energía que emanamos constantemente y lo que probó Planck a través de la física cuántica, es que estamos todos conectados a través de nuestra propia vibración.
Científicamente han demostrado que el ADN cambia con la frecuencia producida por nuestros sentimientos y emociones, o sea, las vibraciones, mostrándonos la manera que tiene la energía de conectarse con toda la creación. Esta poderosa energía es como una red que conecta a toda la materia y al mismo tiempo nos influencia esencialmente en esta red de creación a través de nuestras propias vibraciones.
Los experimentos comprobaron que las frecuencias energéticas más altas que hay son las del amor, y éstas impactan en el medio ambiente, lo hacen de manera material produciendo transformaciones en nuestro ADN y en nuestro medio ambiente más cercano. Esto nos significa que tenemos más poder del que imaginamos, desde lo profundo de mi corazón les pido hoy que consideren su poder y ocúpenlo bien y para el Bien.
Colabora
Graciela del Carmen Zaimakis de Abraham
Escritora – En Facebook Escuela de Pensamiento