Son parte del grupo Anónimos Luchadores Contra la Obesidad (ALCO), residen en el populoso barrio posadeño Itaembé Miní y se apoyan entre sí para vencer a la enfermedad. El trabajo comenzó, con altibajos y muchos cambios, en el año 2014.
Por aquella época eran tan solo un pequeño grupo de vecinas y vecinos del barrio con diagnóstico de sobrepeso y mucho interés en juntarse para ver la manera de ayudarse entre sí.
De esa manera, para afrontar la obesidad, se organizaron con el respaldo de la Fundación ALCO. Tras algunos cambios en el trayecto de su funcionamiento que, en principio, tuvo lugar en la Escuela EPET 36 y donde la participación no superaba los cuatro o cinco miembros, se supieron mantener y empezar a crecer mediante campañas y mucho trabajo hormiga en materia de concientización.
A medida que pasó el tiempo, el grupo fue creciendo y eso los llevó al grupo a buscar espacios más grandes donde realizar los encuentros. Se trasladaron a la Escuela Especial para Adultos 20, más tarde se pasaron a la delegación municipal y finalmente encontraron el adecuado en la Escuela Especial 43. Allí se vienen reuniendo todos los miércoles de 17 a 20 mientras el grupo se fortalece y crece.
Una vez que van llegando proceden a pesarse para registrar sus logros, cuentan sus experiencias y comparten inquietudes.
Gabriela Loreiro, diagnosticada con obesidad mórbida, es la líder y coordinadora. Ella tiene una larga trayectoria con la fundación, a la cual conoce desde el año 1989 cuando acompañaba a su mamá a participar para tratarse.
A los asistentes, que ahora llegan a unos 30, se les cobra un pequeño monto simbólico de 40 pesos por cada reunión que se destina en material que se entrega a los presentes.
“Lo que divulgamos desde aquí es un cambio de hábito en la alimentación. Sugerimos que éstas modificaciones se implementen de forma gradual, que bajen de peso lentamente, ya si lo hacen rápidamente, no lo pueden sostener en el tiempo”, observó Loreiro.
En su lucha, Gabriela también tuvo sus altibajos cosa que en mayo del año pasado consiguió gran firmeza.
“Comencé con 79, 800 kilogramos y no quise volver a dejar. Sobre todo por una cuestión de salud. Fuimos con mi mamá, con quien seguimos juntas”, contó con alegría.
Actualmente Loreiro está pesando 66 kilos e incentiva a todas las personas a no bajar los brazos en una, si se quiere, de las luchas más difíciles de batallar “porque es contra uno mismo”, afirmó a la vez que instó a buscar ayuda.