Es que aquí se emplazó San José de Ita-Cua, las guerras impidieron el normal funcionamiento de la misión hasta la batalla de Mbororé y se le asignó un nuevo emplazamiento entre Apóstoles y Candelaria, en las inmediaciones de las nacientes de los arroyos Pindapoy Grande y San José, donde se instaló una importante posada para viajeros a la que, por su clima saludable, iban a curarse muchos sacerdotes enfermos. Y de todo esto hay registros, libros y papeles que se conservan en distintos archivos y que se convirtieron en la pasión del licenciado en Artes Mario Rivas. Uno de los últimos documentos que encontró es un memorial del padre provincial Luis de la Roca.
Aunque asegura “soy un profesor de Plástica de primaria y secundaria que va en bicicleta a trabajar” le resulta imposible esconder que “siempre me gustó mi pueblo, por eso volví luego de estudiar el profesorado en Dibujo y Pintura y la licenciatura en Artes del Teatro. El arte es la conexión con todo lo que hice en mi vida. Entre esas ellas insertarme en el mundo jesuítico, estudiando sus diferentes manifestaciones artísticas. El año pasado inicié la Maestría en Cultura Guaraní Jesuítica en la Facultad de Artes de la UNaM, en Oberá, que terminé de cursar hace unos días y esta maestría me abrió puertas que nunca imaginé. Entendí nuestra historia misionera y la sigo descubriendo con cada libro que leo y documento que pasa por mis manos”.
El memorial, que en poco más de un lustro cumplirá 300 años, solicita que “se permita un lugar en el Cotiguazú para las huérfanas” y “se guarden las doctrinas y no se agreguen más”. También que “Se haga ‘la Fiesta del pueblo con la solemnidad acostumbrada’ (probablemente el 19 de marzo, Día de San José Obrero)” y “se dejen seis varas (cinco metros aproximadamente) de tela para las mujeres”.
Además, solicita que “se repare el cerco de la huerta”, “se revise las goteras del segundo patio” y “se atienda la limpieza de yerbatales y algodoneras”. También que “se fortifique el cerco del cementerio para que no entren perros y otros animales” y “se celebre el jubileo del mes y los cuatro del año”.
“En 1724 había en San José 3.274 habitantes, lo que no es un dato menor considerando que actualmente apenas pasamos los 10 mil (y, en aquel tiempo el casco urbano se reducía a lo que hoy es el barrio Don Bosco más, obviamente, los que habitaban en las estancias”, subrayó Rivas, que obtuvo las imágenes del Archivo General de la Nación Argentina.