Pasada la experiencia de desequilibrio y redefinición que implica la etapa de la menopausia, la mujer entra en un nuevo estado de más equilibrio y autodominio.
Ahora recupera su energía, su sensación general de bienestar, pero con una diferencia, como nos dice Gail Sheehy en su libro El Pasaje Silencioso.
Porque es el momento en el cual reúne con sabiduría toda la experiencia que le han dejado más de 50 años de vivir la vida.
Ahora se abre a la Segunda Adultez y comienza a centrarse en las cosas que ama o que le gusta hacer, orientando su creatividad en forma más personal y con mayor protagonismo.
Ahora se permite decir y también escribir lo que piensa, lo que siente y lo que sabe.
Ahora tiene tiempo para desplegar sus habilidades manuales o artísticas, así como para emprender nuevas acciones, servicios, estudios, enseñanzas, especializaciones o liderazgos, porque ha dejado atrás las dependencias, las preocupaciones, los apuros y la agitación.
Ahora descubre una agradable meseta de satisfacción y autoaceptación, junto con una visión más amplia del mundo que enriquece su personalidad y le da una nueva perspectiva de la vida y de la humanidad.
Ahora puede consolidar el cultivo de hábitos sanos en la alimentación, aprender a hacer lo que necesita para sentirse bien, ejercitar la mente, perseverar en la actividad física y en disciplinas como el Yoga e incursionar en la meditación, para contemplar también las cosas eternas, alejar miedos y ansiedades e ir percibiendo el compañerismo entre cuerpo, mente y espíritu.
Ahora es consciente de que su cuerpo es su casa, en la que estará más cómoda si aprende a relajar las tensiones físicas y emocionales y a mantener el organismo saludable, mientras el estado de calma le ayuda a centrarse en sus nuevos objetivos y en sus nuevos roles familiares y sociales. Un nuevo y auspicioso mundo se abre.
Gail Sheehy emplea la palabra Coalescencia para nombrar esta etapa de nueva vitalidad, en que una mujer sabia define cómo quiere ser de aquí en más, mientras aprecia y cuida su vida y su salud. Ahora tiene sensación de libertad, puede moverse con fluidez del intelecto a la intuición, del pensamiento lineal al no lineal, percibiendo los acontecimientos como un continuum y sintiéndose más dueña de sí.
Es más. Si ya había venido enfocando con placentera anticipación la transición a la Segunda Adultez, la mujer sabia inicia ahora actividades participativas en las que puede experimentar la pertenencia a un grupo, círculo o comunidad. Ahora su energía vital, pensamientos y sentimientos fluyen hacia el exterior por canales más amplios y solidarios.
Es la misma energía vital que la práctica del Yoga estimula y acrecienta, generando un peculiar estado de paz y bienestar a partir del trabajo postural y respiratorio lento y consciente, que además de mejorar la calidad de la vida influye beneficiosamente en todos sus aspectos.
Por ejemplo, las posturas que actúan sobre la lateralidad y el equilibrio ayudan a la coordinación y la ubicación en el espacio, facilitando el desplazamiento natural y seguro del cuerpo. Asimismo, las secuencias posturales flexibilizan la columna vertebral y benefician órganos, glándulas y centros energéticos, al tiempo que favorecen a la concentración mental.
Todo esto conduce a la autoobservación, al autoconocimiento y también a la experiencia meditativa. Y en esta etapa de la vida de una mujer, el trabajo sobre sí misma favorece su capacidad de responder serena y apropiadamente a las diversas situaciones, a utilizar plenamente sus capacidades adquiridas y a proyectarse positivamente en el tiempo, en el espacio y en su entorno familiar y social, como empresaria, como voluntaria y/o como abuela feliz.
La palabra es AHORA. Y esta es La Hora del Ahora. Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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