Valeria Weyreuter es una inspiración en una comunidad en la que la verdadera inclusión sigue siendo una gran deuda. Tiene 25 años y nació con Síndrome de Down, un entorno amoroso le permite tener una vida de realizaciones y sueños. Colabora en el Hogar de Día de Niños en riesgo del barrio Sapucay de la Oberá y el año próximo será recepcionista en el consultorio de su hermana, psicopedagoga.
Es súper independiente, emprendedora y decidida. “Siempre está activa y contenta, es muy bondadosa. Todos la quieren, ama a sus hermanas, va al boliche, le encantan las peñas. Cuando nos dieron el resultado de los estudios en la fundación de genética humana nos dijeron que no la mande a una escuela especial, que vaya a una escuela común. Pero ninguna nos aceptó. Fue a la Escuela Especial 2 desde los cuatro años, era la única que había, después se conoció con Antonia López y ella sí la aceptó en jardín (Nivel Inicial) en la Escuela 185, cuando tenía ocho años”, comentó su mamá Marta Bazila.
Valeria es la hija mayor de Federico Weyreuter y Marta. Tiene tres hermanas, Gabriela, Florencia y Juliana. Actualmente, después de insistir a sus padres, se desempeña como voluntaria en el Hogar de Día del barrio Sapucay.
“Me gusta ser parte del hogar, todos me quieren mucho y no quiero faltar. Son todos muy buenos y ayudo mucho”, confesó a Ko’Ape.
“Viene los jueves a la mañana para ayudar en la cocina, picar verduras y las tareas que le pide la cocinera Marta para el almuerzo. También tenemos feria de ropa, así que ayuda a clasificar, doblar, ordenar. Le gusta estar con los niños. Los martes y jueves tenemos vóley con las nenas más grandes, ahí también contamos con su colaboración. Me gusta mucho que pueda estar con nosotros, para mí tiene mucho valor lo que hace y lo que los chicos pueden aprender de ella. A todos les encanta su presencia. Es excelente para los niños, está pendiente de ellos, los defiende y está dispuesta a ayudar siempre. A veces llora por los niños que tienen una realidad dura, el barrio es muy humilde. Ella dice que todos los días piensa en los niños”, expresó la directora del hogar, Angélica Sand.
La estimulación y el trato igualitario fueron clave para Valeria. Hizo diversas actividades. Era alumna del CEFE, asistió a cursos en la Facultad de Arte y Diseño, entre otras. “Le enseñamos que si no le entienden alguna palabra que dice, que busque estrategias para explicar para qué sirve o cómo se utiliza para que la otra persona entienda. Nunca se enoja cuando no le entienden, repite y repite o explica hasta que se hace entender”, señaló la mamá.
Sus días se inician muy temprano. Se levanta, toma mate o desayuna, cuando la busca el transporte avisa a su papá que se va, todo por sí misma. Además es muy coqueta.
“Quiere hacerse cejas definitivas y una cirugía para tener menos panza”, relató con cariño Marta. “Es nuestro motorcito, siempre está generando algo y es puro amor. Nosotros nunca la dejamos de lado o la tratamos diferente que sus hermanas, ella sabe que no tiene las mismas facultades físicas e intelectuales que los demás, no le molesta explicar cuál es su condición”, añadió.
Tratar con Valeria lleva inevitablemente al amor, porque es el sentimiento que la rodea y lo que genuinamente sabe dar. Lamentablemente, a pesar de sus sueños y posibilidades, no puede ingresar al campo laboral formal. La inclusión en ese ámbito sigue siendo un discurso. Ojalá se pueda dar, para tantas “Valerias” que existen y pueden hacer a una comunidad afortunada.