Por su puesto que Omán es cálido y árido, pero sus desiertos son espectaculares, tanto a nivel de paisaje como de fauna. Pero no es sólo eso. Es un paraíso para los amantes de las playas paradisíacas y el buceo. Si lo suyo no es el mar, la aventura y la cultura son su alternativa, las montañas del norte, donde rozan los 3.000m, y sus desfiladeros de película; fuertes, mezquitas y pequeños pueblos que evocan a un pasado romántico son sólo algo de lo que el viajero puede disfrutar.
Destino seguro y sumamente hospitalario, seduce a los visitantes de la mano de imponentes ciudades fortificadas, fuertes construidos siglos atrás en las montañas, viejas fortalezas portuguesas que salpican la costa, palmerales y oasis en los que refrescarse de las altas temperaturas del desierto, campamentos nómadas y los nada despreciables 1.700 kilómetros de playas salvajes y libres del turismo de masas, excepcionalmente conservadas en las que pueden contemplarse delfines y tortugas marinas, además de muchas otras interesantes especies marinas.
Su territorio abarca desierto, mar y montaña, permitiendo a los amantes de la naturaleza descubrirlo realizando todo tipo de rutas, así como apreciar sus increíbles fondos marinos sumergiéndose entre sus aguas. Separa del resto del territorio omaní por los Emiratos Árabes Unidos, la península de Musandam destaca como una de las regiones más hermosas de Omán gracias a sus imponentes fiordos que cuelgan sobre el mar de Arabia, rodeados de montañas desérticas que culminan a más de 2.000 metros de altitud, y que pueden ser descubiertas realizando un inolvidable viaje en una de las típicas embarcaciones tradicionales llamadas dhow.
En la capital, Mascate, tras la visita de la impresionante mezquita del sultán Qaboos, si tiene la oportunidad, no dude en visitar el sur del país, en la misteriosa región de Dhofar, hogar de la antigua reina de Saba y del árbol del incienso, donde podrá disfrutar de paisajes con un verdor inesperado, antes de llegar a las áridas tierras del desierto de Rub al-Jali, el más inhóspito y menos explorado del planeta.
Viajar a Omán puede resultar mucho más fascinante de lo que parece, dada su gran variedad de paisajes y su población cálida y hospitalaria. ¡Buen viaje!
En el extremo norte de la península de Omán, limitada por los Emiratos Árabes Unidos y el Estrecho de Ormuz, se encuentran los magníficos fiordos de Musandam. Una de las actividades obligadas es recorrer los fiordos en un barco tradicional omaní. También puedes hacer kayak, nadar y tener encuentros cercanos con delfines y otras criaturas marinas.
Wadi Shab es el cauce de un río donde se distribuye una serie de pozas encadenadas, de precioso color turquesa y aptas para el baño, que suponen uno de los lugares más emblemáticos del país. A las mismas se llegan tras un trekking de una hora de duración.
La belleza de Wahiba Sands es tal que no hay ningún género de dudas en que esta es una de las visitas imprescindibles que hay que hacer en Omán. Algunas agencias ofertan la posibilidad de atravesar todo el desierto, ya sea a bordo de un 4×4 o de un camello. La experiencia no terminar allí, sino que puede pasar una noche en una lujosa tienda que nada tiene que envidiar a los mejores hoteles.
La Mezquita del Sultán Qaboos se encuentra en las afueras de Mascate, capital del país. Mármol de Carrara, aire acondicionado oculto en paredes y columnas, la alfombra más grande del mundo en una pieza –4.343 metros cuadrados–, lámparas de araña con engastes de oro –¿podrá mirarlas sin pensar en naves espaciales?–… Todo en ella es superlativo. Casi exagerado. Pero, al mismo tiempo, elegante.