Una explosión popular de hace 73 años que colocó a los trabajadores en su lugar en la historia y dio surgimiento al peronismo que a menos de un año después catapultó a la Presidencia de la Nación a su líder, Juan Domingo Perón.
Desde entonces mucha agua ha corrido bajo el puente de la historia argentina, buena o mala, impregnada de esa ideología que aún no ha podido ser reemplazada por otra superior, superadora. Y cuyo combate por aquellos sectores oligárquicos (y no) que pretendieron erradicarla, con golpes de estado o elecciones engañosas, no logró éxito. Fue así a pesar de las proscripciones, la represión, los crímenes, las razias y la infiltración en su conducción de dirigentes que traicionaron esos principios.
Hoy lamentablemente imperan las divisiones en su seno, producto de la cooptación de muchos dirigentes por ideologías ajenas, de distintas formas de entender al peronismo o de intereses personales que ignoran una de sus verdades: “Primero la Patria, después el movimiento y por último los hombres”.
En mi opinión y sin apuntar a sus responsables conocidos por todos, son esas “ópticas distintas” las que llevaron a la derrota de 2015 y que hoy amenaza con perpetuar un régimen neoliberal –neoconservador, en realidad– que castiga duramente a los trabajadores y los sectores más desposeídos.
Ese es el desafío que hoy enfrentamos todos quienes adherimos a esa doctrina que nos hermanó tras la justicia social, la independencia económica y la soberanía política
Julio M. Ortiz
Posadas (Misiones)