Es sistemático. Ante cada acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) los funcionarios del gobierno de Cambiemos buscan transmitir “felicidad”, “tranquilidad”, “optimismo”. Pero no logran contagiar a los no militantes, como tampoco a los mercados y, menos aún, a los argentinos agobiados por las subas de tarifas y la inflación.
Sino no se explica que el relato sostenido en “tenemos suficientes dólares para atender la demanda”, no haya impactado al día siguiente del nuevo acuerdo. A horas de aparecer Christine Lagarde (dio mucho que hablar la bandera de ceremonias argentina de fondo en la conferencia) junto al ministro de Economía Nicolás Dujovne, el mercado cambiario mostró una suba del dólar del 10% (el viernes quedó en $41,88 para la venta promedio y se ubicó así en un nivel histórico), mientras en algunas entidades financieras de Posadas se estacionó en los $42.
La incertidumbre generalizada no se supera con acuerdos de endeudamiento récord como los asumidos por la gestión de Mauricio Macri.
Especialmente porque no se observan medidas paralelas internas, capaces de exponer un orden, una planificación que no se vio en los últimos casi tres años de mandato y funcionarios que tengan el conocimiento suficiente para transmitir que el camino adoptado es el mejor.
En actitud más parecida al capricho que a la firmeza, Mauricio Macri utilizó una conferencia de prensa para sostener que no habrá cambios en el rumbo económico. Cuando la mayoría de los argentinos le está reclamando el eje de su campaña: ¡que cambiemos!
Macri pudo exhibir algo que el Gobierno asume como fortaleza y la oposición como debilidad: la relación “más cercana” que tiene Lagarde (FMI) con su gestión aunque nadie sabe, por ahora, la letra chica del nuevo financiamiento por 57 mil millones de dólares. Es decir, las exigencias que la “relación” impuso al momento de firmar.
En la política interna de la alianza oficialista nacional, Nicolás Dujovne aprovechó el “veto” del FMI a Luis Caputo como presidente del Banco Central, para colocar a un “delfín” que era más conocido por sus excentricidades (su propuesta de imprimir el billete con la cara de Maradona, por ejemplo) que pergaminos para encarrilar un desastre financiero que él mismo se encargó de destacar en sus primeras declaraciones. “Como gobierno, hemos cometidos errores”, dijo a la prensa.
Sin olvidar que Guido Sandleris (secretario de Política Económica nacional antes de llegar al Central), fue “rescatado” del Ministerio de Hacienda porque hubo una sucesión de reconocidos expertos que no aceptaron hacerse cargo de la secuela de errores. De sólo pensar que llegó a decir que sería un error ir al FMI a pedir plata, deja en claro que no había alguien mejor para suceder a Caputo.
Pero si algo tiene la política de destacado, es ser el “arte de lo posible” para que un funcionario no resista un archivo.
Flotación sucia
Las reservas del Banco Central finalizaron el viernes (último día hábil de septiembre) en US$ 48.992 millones, con una caída de 564 millones respecto del jueves. Pero, el dato que alarmó más es que en todo septiembre se perdieron nada menos que 3.666 millones. Es decir, a razón de 183 millones de pesos en los 20 días hábiles que hubo este mes.
Hay que pensar que Sandleris, en el nuevo esquema establecido tras el segundo acuerdo con los “amigos” del FMI, fijó una intervención al mercado financiero de 150 millones de dólares diarios, si el valor del dólar baja de 34 pesos o se excede de los 44 pesos. Eso que se denomina técnicamente “flotación sucia”, alejada de la reclamada “flotación libre” que se hace esperar, ya anticipa un fracaso solamente al ver el resultado de septiembre.
Lo marcó públicamente el exsecretario de Finanzas de la Nación, Guillermo Nielsen: “150 millones de dólares para contener el tipo de cambio no es nada. Y si se llega a pasar de esa barrera de los $44 por dólar, ese valor es aún más insignificante”.
Para entender un poco más el peso que puede tener un dólar incontrolable ante el nuevo desembolso millonario, hay que conocer este dato: desde el 22 de junio pasado, cuando llegaron los US$15 mil millones del primer desembolso del anterior acuerdo con el FMI, se perdieron reservas por 14.282 millones.
En síntesis, en menos de tres meses se esfumó el blindaje financiero que prestó el Lagarde. Por lo cual, vale preguntarse cómo nos irá con la nueva ayuda?
El ajuste y las provincias
Pensando en 2019, la semana política terminó en la Legislatura con una exposición que provocó más preocupación de la ya existente. Todo cálculo que se ensaye respecto a los ingresos y gastos del año que viene, mientras siga esta coyuntura económica, no pasarán de ser eso, un ensayo.
Es más, hay cálculos y recálculos de cómo se verá afectada la recaudación nacional y la provincial ante la recesión que tendería a profundizarse en los próximos meses. De caer fuertemente, no habrá sector que no quede impactado por la falta de recursos. Especialmente el social, donde la demanda crece día a día.
En la Rosadita saben que se avecinan tiempos difíciles y por eso, pretenden un presupuesto con fuerte sentido social, “atendiendo a la gente y las principales necesidades como salud, educación y asistencia social”, según explicó el ministro de Hacienda Adolfo Safrán al pedir que se actualice en alrededor de tres mil millones el proyecto remitido a fines de julio pasado, por efecto de la devaluación del peso frente al dólar y la inflación que no se sabe si terminará entre el 45-50% en 2018.
Safrán recordó que en julio pasado, cuando remitieron el proyecto de presupuesto, “en ese momento Dujovne informó al Congreso de la Nación que la inflación para el año que viene sería del 17% y se esperaba un crecimiento de la economía de del 3%. Actualmente se habla de una inflación del 23%, y en vez de un crecimiento de la economía, de una caída de medio punto, lo que cambia la estimación de recursos de origen nacional por coparticipación”.
A la vez aseguró que la orden es, que con el 60% del presupuesto destinado al área social, “no se va a gastar más de lo que tenemos y que la cobertura llegue a todos. Es el desafío, por lo cual casi el 60% está destinado a inversiones sociales”.
Todo resulta tan imprevisible que sobre la marcha habrá que ir revisando los números durante el año que viene, si se presenta una economía descontrolada, sin rumbo ni plan nacional que llevará a las provincias a evaluar de manera constante cómo adaptar los recursos a las demandas.
Preocupación social
No es para menos que la provincia tome recaudos en materia social. “La gente manifiesta cada vez más su preocupación en las redes sociales y las radios barriales por ‘la púa que hay en la calle’ y el misionero sabe bien qué quiere decir eso, cuando todo sube y cuando la plata en el bolsillo no alcanza para llevar la bolsita de mercaderías a la casa”, aseguró un funcionario tras el encuentro con legisladores de la bancada oficialista.
Desde el taxista, los kiosqueros, los comercios y los asesores financieros de los bancos (a los que recurre cada vez más gente para refinanciar deudas o pedir más préstamos), ven que hay cada vez menos dinero en circulación. Que la demanda se cae aceleradamente.
Entonces, hay choferes de taxis que recortan sus turnos para no endeudarse con los propietarios de los móviles, kiosqueros y almaceneros que bajan menos mercaderías, mayoristas que prefieren guardan productos por la variable constante de la inflación, supermercados que apelan a remarcar en las góndolas, hasta bancos que suspenden las ofertas de créditos “hasta nuevo aviso” o les aplican tasas imposibles de afrontar.
Acostumbrarnos a una etapa en estas condiciones será muy difícil tras años de fomento de la compra en cuotas, la oferta de tarjetas de crédito con descuentos y devoluciones de dinero, entre otros beneficios que de a poco abandonarán el duro y cambiante mercado.