Todo surgió en la zona de los Alpes en una fábrica que se encargaba de proveer munición al Ejército francés durante la Primera Guerra Mundial. Al final del conflicto, el taller volvió a realizar trabajos de relojería. Tras el fallecimiento de su propietario, Constant Carpano, sus herederos le dieron un giroa la empresa, que pasó a llamarse “Etablissements Carpano i Pons” y empezó a incursionar en la fabricación de reeles, cañas y señuelos.
El éxito llegó después de la Segunda Guerra Mundial cuando a la firma llegó una propuesta para mejorar el diseño de un reel que ya estaba en el mercado. La innovación que hicieron tuvo tan alta aceptación que el reel que fue rebautizado con el nombre de Mitchell 304, en honor a un hermano de uno de los dueños de la fábrica.
El nuevo diseño permitía lanzar señuelos a buena distancia y juntar el nylon de manera rápida y ordenada, algo no menor para ese entonces.
La confiabilidad de esos reeles trascendió la frontera francesa y llegó a Estados Unidos, donde Mitchell desembarcó con éxito al igual que en Australia y Nueva Zelanda.
La compañía no paraba de sacar modelos, incluso para pesca con mosca, y llegó a sacar 12.000 carretes por día de su planta industrial.
El deseo de innovar en forma constante le jugó una mala pasada a Mitchell con la serie 4400, que no fue aceptada por los pescadores porque se alejaba del modelo tradicional y ya conocido por todos.
El fracaso fue tal que en 1981 la compañía convocó a Philiple Blime para recobrar el prestigio ganado en décadas. Bajaron los costos y lanzaron nuevos modelos, pero ya nada fue igual para Mitchell.