Un padre de familia fue condenado a 14 años de prisión tras haber reconocido ante la Justicia que abusó de tres de sus hijas cuando estas tenían entre 7 y 14 años. Fueron dos de las cuatro hijas las que se animaron a denunciarlo cuando estas ya se habían emancipado.
El accionar del sospechoso -cuyo apellido no se publica para preservar la identidad de las víctimas- quedó al descubierto a mediados del 2010, cuando la primera de las hermanas se presentó en la comisaría de Cerro Azul a denunciar a su padre, de 51 años, por reiterados abusos y violaciones desde que ella tenía 7 años.
La denuncia por el delito de instancia privada llegó al Juzgado de Instrucción de Leandro N. Alem a cargo de la doctora Selva Raquel Zuetta, secretaría de Néstor Tuhay, quien abrió una investigación.
Citada por la magistrada, la joven relató que los hechos habían sucedido en Azara, en Colonia Liebig (Corrientes) y en Picada Polaca, Cerro Azul. En los detalles, dijo que la primera vez que su padre la accedió fue cuando la invitó a que lo acompañe a ir a la casa de una prima.
En el camino desviaron el recorrido y entraron a un yerbal, donde el hombre se sacó la campera, la puso en el suelo y la hizo acostar para violarla. Tras accederla le pidió que no contara nada a nadie, a lo que la menor hizo caso por temor.
En esa época había fallecido su madre, quien por lo que pudo saber este diario, vivía sometida a maltratos de parte de su concubino. Siempre según el relato de la víctima, la familia se mudó a Colonia Liebig. Por la muerte de su esposa el hombre había dejado de abusar de su hija, pero duró solo un tiempo.
Contó además a la Justicia que de pequeña dormía junto a su padre y este la manoseaba casi todas las noches. Se resistía, se tapaba, o se movía constantemente en la cama para evitar que su progenitor la tocara.
La primera víctima también recordó a su segunda hermana, quien en los días de calor solía dormir en el piso de la casa. Relató que una de esas noches vio a su padre abalanzarse sobre ella y tocarle la entrepierna. El papá siempre los amenazaba que si se quedaban solos iban a quedar en un orfanato, dijo la víctima.
Ya en el 2010 y unas semanas antes de la denuncia, se enteró que su padre había abusado de otra hermana, porque los escuchó discutiendo. Le recriminó que él “no era un padre, que un papá no debía hacer esas cosas y que no lo mandaba preso porque no tenía pruebas”.
Días después se presentó ante el juzgado la tercera víctima, otra de las hermanas, a relatar casos similares a los que habían padecido las otras dos. Dijo que “desde que tenía memoria” se acordaba que su papá le sacaba la ropa y la manoseaba. Como ella era chica no entendía si eso estaba bien. Su papá le decía que no era nada malo y que “más adelante le iba gustar”.
En la seguidilla de hechos explicó que cuando ella tenía 9, su padre había comprado una chacra en Azara y en esa misma época, dijo que él le pidió que lo acompañe a cosechar mandioca. Allí le sacó la ropa y la accedió vía anal. Ese hecho se repitió en tres oportunidades, contó.
La causa prosiguió con la declaración en Cámara Gesell de los hermanos de las denunciantes. Uno de los testimonios relevantes fue el de una de las víctimas de abuso sexual simple, quien dijo ante los peritos que sabía el motivo por el que su padre había sido detenido, porque se lo había contado su hermana, pero que ella lo sabía desde hacía mucho.
“Cuando vivíamos en Colonia Polaca (ella tenía 9), veía los abusos y tenía miedo que se ‘despelotara’ la familia”. Recordó que su padre también la había acosado, pero como siempre lloraba, se alejaba y no le hacía nada.
Finalmente mencionó que cuando ella tenía 14, su papá le metió la mano debajo de la remera, pero ella se lo sacó de encima. “Ahora no se dejan y cuando eran chiquitas sí”, les habría relatado el padre.
Con la causa elevada a juicio y ante un condena inminente, el hombre reconoció ser el autor. Por ello, la fiscalía y la defensa presentaron el pedido de juicio abreviado. La solicitud quedó a consideración del Tribunal Penal Penal 2 de Posadas. Los jueces Augusto Busse, Eduardo D’Orsaneo y Ángel Dejesús Cardozo homologaron el acuerdo de las partes y condenaron al imputado.