Comencé a mirar con buenos ojos todo aquello que rechazaba y de tanto mirarlo lo pude integrar y transformar nuevamente en amor. ¡Así fue cómo descubrí la alquimia de la vida!
Pude mirar al dolor desde mi mejor lugar. Dejé de escaparme de él, encontré la distancia justa para poder mirarlo sin sentirme insegura ni temerosa y comprendí que aquello de lo que estaba escapando, era mío, me pertenecía.
Comencé nuevamente a sentir mi corazón tan dolido, practicando el buen mirar en cada situación. Busqué intensamente mi mejor lugar, ese que se había escondido por miedo y encontrando la distancia necesaria para poder volver a mirar mi dolor tan guardado, pude enfrentarlo para darle un lugar en mi vida.
Me alejo, una y otra vez como una danza y puedo ver con más nitidez aquello que en su momento dolió tanto. Y le digo: “Querido dolor, recién ahora te puedo mirar con buenos ojos, después de tanto tiempo he aprendido gracias a ti a buscar el amor en todas las situaciones de la vida, todo encierra un bien oculto”.
Todo problema va unido a su solución y solamente al mirar con buenos ojos el problema descubrimos el bien oculto que este encierra.
Pude comprender que amor y odio van de la mano. El odio es amor frustrado y al enfrentar el dolor que este nos trae podemos redireccionar la energía encerrada en él.
¡Así fue más fácil poder integrar! Transformar el dolor en una bendición me permite liberarme de aquello que me sujeta, no permitiéndome ser feliz. Me rindo. Me entrego a este dolor y dejo de luchar. Es así cómo caen las fronteras entre lo bueno y lo malo, el gusto y disgusto, la preferencia y el rechazo.
Todo forma parte del mismo aprendizaje, todo va de la mano y en algún momento se une. Todo aquello de lo que queremos escapar nos sigue y no nos suelta hasta que lo integremos.
Para poder solucionar un problema es necesario volver a tomar en nuestro corazón aquello que alguna vez rechazamos, aunque duela. Sólo nos domina aquello que no podemos integrar.
¡Qué gran aprendizaje es rendirse ante el dolor!
Comprendí que aquello que excluyo me sigue y lo seguiré viviendo y repitiendo hasta que lo pueda mirar e integrar.
Centro, siempre buscando el centro en el corazón. Sin gustos ni aversiones y es justamente eso lo que me libera, ya que en el centro mismo del ser encontramos el amor necesario que une y sostiene todo.
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Patricia Couceiro
Consteladora
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