
Los hijos no son un impedimento para la separación de la pareja ya que, precisamente es eso, separación de la pareja y no de los hijos. Sin embargo, éstos son quienes muchas veces quedan en el medio de una “disputa” convirtiéndose en “rehenes” de alguno de sus padres.
Los niños, por más pequeños que sean, perciben todo lo que pasa a su alrededor y lo procesan de acuerdo a sus posibilidades, es por ello que quienes se encuentran en esta situación deben saber cómo enfrentarla de la mejor manera posible para no causar daño en sus hijos.
El vínculo que establezcan los padres en este momento es insustituible, deben ser ellos quienes se pongan de acuerdo para comunicar la decisión a sus hijos, siempre recalcando que “siempre serán sus padres”, que “pueden recurrir a cualquiera de ellos en caso de que lo necesiten” y que “los quieren mucho”. Éste es el primer paso para traer un poco de tranquilidad a la nueva vida que está por comenzar.
Según lo establecido por UNICEF, las consecuencias del divorcio en los hijos pueden ser de moderadas a graves, dependiendo de que grado de conflicto exista previo a la decisión de separación, del acuerdo entre los padres para la crianza conjunta a pesar de la separación conyugal y de los cambios económicos y el ritmo de vida que se produzcan producto de la separación.

Así como cada divorcio es particular, también lo es la reacción de cada hijo, aun siendo hermanos y teniendo las mismas vivencias, la edad de cada uno de los hijos hace que la forma de reaccionar sea distinta.
Sin embargo podemos encontrar aspectos comunes como el deseo de los hijos de que en algún momento los padres vuelvan a estar juntos, a su vez puede verse acompañado en niños pequeños de conductas regresivas (orinarse en la cama, volver a hacer berrinches, etc.), sentimientos de miedo, angustia y tristeza, también son predominantes y pueden manifestarse en conductas agresivas o disminución del rendimiento escolar.
Ante todo esto, es importante que los adultos mantengan, dentro de lo posible, una buena comunicación en lo relacionado a la crianza de sus hijos, que respeten sus decisiones de estar o no con el otro progenitor, evitar mentiras y engaños (sobre todo si hay nuevas parejas), no sean involucrados en conflictos exclusivamente matrimoniales, no sean expuestos a que uno de los progenitores los influencie negativamente en contra del otro y, sobre todo, que tengan la seguridad que ambos padres lo siguen queriendo como cuando vivían juntos.
Por Laura Mingo – Licenciada en Psicología MP 656