Según los planes, serían sólo dos años lejos de casa. Pero ya pasaron quince, y ahora está radicada en Canadá.
Dejó la tierra colorada a fines de 2003 y se estableció en las afueras de la ciudad de Filadelfia,la mayor ciudad del estado de Pensilvania.
El segundo año partió para San Francisco y retornó a Argentina. Mientras eso sucedía Fabiana permaneció en contacto con una familia de Canadá que la quería contratar como niñera. Estando en Misiones, “tomé la decisión de probar un año más y conocer Canadá”, manifestó a Ko´ ape, a través de un audio en el que se disculpa por haber “perdido el acento, tengo un acento muy raro, es que llevo bastante tiempo fuera de Argentina”.
“Lo que no sabía yo era que me iba a enamorar de este país”, admitió la joven, a la distancia. Vivió once años en Vancouver y luego se fue a Montreal donde permaneció por un año y medio. Pero “regresé porque me di cuenta que Vancouver es mi casa, es donde quiero estar”. Es así que hace un par de años “me compré un departamento. Es una cuidad excelente, súper multicultural, donde hay de todo para hacer, gente de todos lados, mucha llegada de Asia, de Latinoamérica, de Europa. Es un país y una ciudad increíble donde uno siente que tiene la posibilidad de vivir como un canadiense aunque sea inmigrante”, aseguró.
El intenso frío fue una de las razones que la alejó de Montreal. Es que en la estación más cruda las temperaturas llegan a -30, “así que con dos inviernos que tuve allá fue suficiente. Vancouver es mucho más templado. En invierno puede llegar a nevar en la ciudad en una o dos ocasiones, pero si de verdad querés ver nieve, es mejor ir a la montaña. Acá en invierno llueve mucho, pero el estar entre el océano y las montañas hace que las temperaturas sean mucho más templadas que en el resto de Canadá”.
Cumplir el sueño de estudiar
La idea era quedarse un año en Canadá y después ir hasta Australia pero “me gusta tanto este lugar que finalmente me quedé. Estando aquí me puse a estudiar”. En el Instituto Montoya cursaba el profesorado inglés y fue gracias a una de las profesoras, María Edith Enríquez, que germinó la idea de emigrar a los Estados Unidos. Ya estando en Canadá “decidí seguir mi sueño que siempre fue trabajar en la moda.
Estudié marketing y ventas en lo que respecta a moda, y empecé a trabajar con estudios internacionales. Desde hace diez años trabajo con escuelas, con diferentes instituciones, promocionando la educación internacional en Canadá. Lo que hago es ayudar a estudiantes de otros países que tienen pensado estudiar aquí a tomar la decisión de hacerlo con algunas de las escuelas con las que trabajé”.
Se mostró sorprendida porque “la verdad que es algo que nunca había pensado como profesión pero es algo perfecto para mí, es un trabajo con el que puedo ayudar a la gente a cumplir su sueño de estudiar en Canadá o a quedarse a vivir acá después si es que así lo desea ya que el Gobierno de Canadá les da la oportunidad a los estudiantes internacionales”. Gracias a esa tarea también pudo viajar mucho por varios lugares.
“Trabajo mucho por Latinoamérica porque hablo español y un poco de portuñol, lo que me favorece a la hora de ayudar a estudiantes de allí. Pero también fui a Europa, Turquía, Asia, conocí muchos lugares, muchas culturas, gracias al trabajo que tengo”, confió.
Otra de las ventajas que tiene esta modalidad es que le permite volver a casa bastante seguido. “Trato de ver a mi familia al menos una vez al año. Si no puedo ir hasta allá, porque es bastante lejos, hago que nos veamos en algún otro lado o ellos vienen a visitarme aquí. Trato de mantener siempre el contacto con la familia que es lo más importante que hay”, sostuvo. Por ahora no tiene planes de regresar. “Cuando regrese quiero hacerlo con un plan seguro de lo que voy a hacer. Pero está en mis planes a largo plazo estar más cerca de mi familia”, aseguró.
En Canadá tiene muchos amigos que se convirtieron en su familia y la ayudaron en todo el proceso de adaptación. “Tengo lazos aquí y siento que tengo más de una casa. Realmente gracias a mi trabajo he creado amistades en todo el mundo y siento que tengo muchas casas y soy muy feliz con eso”, celebró.
Reconoció que “me costó mucho adaptarme. Los primeros años fueron muy difíciles, más que nada adaptarse a la cultura y no tener a la gente cercana que uno quiere mucho”.