La maestra Patricia Skilton comenta que desde tiempos inmemoriales el ser humano buscó la forma de salir de lo conflictivo y lograr serenidad contemplando la naturaleza, danzando descalzo sobre el suelo y entregándose al sueño reparador.
Pero hoy el avance de la ciencia y la tecnología nos somete a un ritmo de vida vertiginoso y competitivo, en muchos casos causante de estrés y desconexión con nuestro ser interior y con la naturaleza. Y si bien el progreso nos ha traído incontables beneficios, y a pesar de que manejamos múltiples conocimientos técnicos y herramientas sofisticadas, aún debemos aprender a manejar nuestra propia “máquina”.
Durante el siglo XX y hasta nuestros días, muchos médicos psiquiatras, psicólogos, biólogos, religiosos e investigadores de diversas culturas vienen estudiando varios métodos para devolvernos la armonía.
Entre esos métodos están los más antiguos, surgidos en Oriente y referidos a la relajación corporal y mental basada en el control muscular, respiratorio y sensorial, así como en el autoconocimiento progresivo, que permitían a los yoguis de India realizar sus asanas (posturas) y practicar concentración y meditación. Estos métodos eran transmitidos de maestro a discípulo.
El conocimiento y adaptación de esas técnicas por los occidentales hizo que hoy estemos aquí, en la clase de yoga del profesor José María Ansaldi, ya casi terminando la sesión y experimentando la indescriptible paz de la relajación, que en nuestra práctica es primordial y se realiza en sus diversos grados antes, durante y después de las posturas.
Consideremos que la relajación muscular es muy importante en el manejo de la ansiedad, las cefaleas y la presión arterial, así como también del insomnio e inclusive de la falta de memoria, por el hecho de que la simple liberación de la tensión muscular va acompañada del aflojamiento de la tensión mental, como nos explica el profesor, quien insiste en que la incapacidad de saber relajarse es una enfermedad generalizada en nuestros días.
Observando a una persona tensa generalmente la notaremos con los puños cerrados, los dientes apretados, el cuello y los hombros endurecidos. Además, la tensión nerviosa causa agitación interior con excesiva acumulación de pensamientos, generalmente perturbadores, sumados a una conducta negativa y autofrustrante, con secuelas perniciosas a nivel físico, mental y emocional.
Asimismo, cada persona psicosomatiza sus tensiones en alguna parte del cuerpo, la que al ser identificada deberá ser trabajada más focalizadamente a lo largo de la práctica.
En nuestra disciplina comprobamos que, con sólo saber relajarnos, muchas afecciones se pueden disipar y que la distensión es el primer paso para tranquilizar el cuerpo, seguido de la relajación de la mente para poder centrarnos en la autoconciencia, en ser uno mismo.
Entonces notaremos que esa paz interior va acompañada, entre otras cosas, por una respiración lenta y profunda, aquí y ahora.
De este modo aprendemos que debemos relajarnos cuando tenemos enojos, tristezas, penas y miedos, como primer paso para superarlos, liberarnos, soltarnos y desapegarnos, porque así obtendremos mayor control mental, descanso muscular y mejor irrigación sanguínea; también recordaremos al profesor Ansaldi repitiéndonos que si el cuerpo está tenso, la mente está tensa y viceversa, y aconsejándonos hacer una relajación completa del cuerpo y la mente por lo menos una vez al día.
Asimismo nos explica que la tensión bloquea nuestra energía mientras que la relajación es fuente de energía, porque es en ese preciso momento en que el cuerpo se recupera cuando también acumula energía, rejuvenece y adquiere una sana protección.
Siendo la relajación una técnica para recuperarse y manejar el estrés, como lo son todos los componentes de nuestra disciplina, cuanto más frecuente y consciente sea esta práctica, más fácil y profunda será la relajación en el momento que la necesitemos, porque habremos formado un hábito positivo, simple y automático. Entonces, cuanto más nos relajemos, también lograremos mayor flexibilidad, energía, resistencia y agilidad física y mental, disfrutaremos de descansos más profundos, obtendremos mayor autocontrol, serenidad y paz junto con el despertar de la conciencia espiritual. Y… la clase se termina. Nos incorporamos con una expresión de dichosa paz en el rostro y nos retiramos llenos de gratitud y buena vibra saludando con el tradicional Namasté.
Colabora
Ana Laborde
Profesora de Yoga
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