Uno de los enemigos del aprendizaje que vemos en coaching es la incapacidad que tenemos de dar autoridad a otra persona para que nos enseñe.
Esto sucede a diario cuando observamos decir a las personas: “él no tiene la capacidad”, “¿qué me puede enseñar ella?”, “no creo que sepa de lo que habla”; juzgamos apariencias, experiencias, títulos y buscamos que quien nos enseñe sea una persona de gran trayectoria o prestigioso socialmente o al menos en el lugar en el que se desempeña. Y la verdad es que tu maestro puede ser incluso la perra que alimenta y cuida a sus cachorros.
Un maestro es aquel que te demuestra algo y todos pueden ocupar ese rol en tu vida si sabes cómo observar: aquel que te está agrediendo te está enseñando lo mal que se siente cuando se es agredido y lo que no quisieras hacer o ser.
Un maestro no necesariamente tiene que ser una persona inclusive, puede ser una película, un libro, y lo que la mayoría no ve o reconoce es el maestro que hay en una situación, en los hechos que creemos desagradables muchas veces. Tu maestro principal puede ser tu última decisión no acertada.
Aprendes en la medida que veas aprendizaje en lo que vives y así puedes aprender hasta del mendigo en la calle dándote los buenos días o de tu hijo de cinco años jugando inmediatamente después de haber peleado con su amiguito del barrio.
El cantautor argentino llamado Facundo Cabral ya lo decía: “De la cuna a la tumba es una escuela, y todo lo que vives es un aprendizaje, las cosas que te suceden son lecciones que vas teniendo, puedes aprobarlas o vivirlas una y otra vez hasta superarlas”.
Colabora
Natalia de las Nieves
Coach y Terapeuta Motivacional
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