Las respuestas a nuestras preguntas, esas que nos hicimos en la nota anterior: ¿qué quiero?, ¿qué siento?, ¿qué necesito?… lejos de que nos las dé alguien están adentro nuestro, pero mientras no sintamos las sensaciones corporales de molestia, agrado, confort, dolor, no vamos a buscarlas y por lo tanto seguiremos sobrecargando nuestro vehículo que es nuestro cuerpo en esta vida.
Aprender a escucharlo es PARAR. Y suena raro decirlo en estos tiempos donde solo se escucha “no puedo parar” o “estoy a full”, donde hasta para descansar hay que organizar el día o la tarde con toda una lista de cosas para llevar y hacer durante nuestro descanso; nos olvidamos que el ocio es parte de nuestro equilibrio. Del ocio nace la creatividad, ocio no es aburrimiento, ocio es descanso y nuestro cuerpo lo está pidiendo a gritos en estos tiempos.
Al “parar” comenzamos a sentir incomodidades que están adentro y las tapamos porque suele ser más fácil dejar pasar que hacerme cargo de lo que necesito. Esto ocurre porque vivimos en una cultura donde todo tiene que ser perfecto y feliz, donde la tristeza, la angustia y la incomodidad son malas palabras y para eso tomamos cualquier cosa para anestesiarnos. Así vamos formándonos ideas o creencias que solo nos molestan a la hora de poder ver nuestra vida sentir lo que nos pasa y poder elegir qué queremos realmente.
Al ir practicando escuchar a nuestro cuerpo vamos conociéndonos y sabiendo cuáles son nuestras necesidades y deseos que no son las mismas de la persona que vive al lado mío o de la que aparece en la Tv. o en las redes sociales. Preguntarnos: realmente “¿es esto lo que quiero para mí?”, ahí comienzo a hacerme cargo de mi propia vida, de mi propia existencia.
Lo más lindo es que comienzo a ver que no hay culpables porque las decisiones son mías y solo yo soy responsable de mí mismo.
Lo más hermoso aún es que si no me gusta puedo cambiar y así voy fluyendo, aprendiendo todo el tiempo, dándome cuenta que soy un ser humano igual que todos y que todos absolutamente todos estamos nadando en este mar juntos, donde podemos ayudarnos unos a otros pero primero tengo que ayudarme a mí mismo a poder nadar solo.
Que Dios lo bendiga.
Colabora
Paula Vogel
Profesora de Educación Física.
Educadora Biocéntrica.
3764-414872