Por Lic. Hernán Centurión
Saber cómo estará el país en octubre del año próximo sería como intentar ver a través de la niebla. Casi como una cuestión existencial, tanto en lo político como en lo económico, sólo se pueden tener certezas diarias, el mañana es un “mañana vemos” constante. Los únicos que han tenido convicciones y siempre han sabido cuál era el camino fueron los funcionarios del Gobierno con Macri a la cabeza. Pero económicamente nunca acertaron. Ese es su error más evidente. Mostraron que sabían qué hacer para sacar al país del populismo inflacionario, deficitario, con una economía estancada etc. etc. Nos invitaron a entrar al túnel con la promesa de que cada día íbamos a estar mejor. Más entraban los que confiaban, más lo aborrecían sus detractores. La luz al final que estaba más cerca de pronto comenzó a alejarse. Hoy pareciera que deambulamos en un agujero de gusano que nos puede tirar vaya a saber dónde.
La última gran puesta en escena fue la conferencia de prensa del 27 de diciembre de 2017. Marcos Peña, Nicolás Dujovne, Luis Caputo y Federico Sturzenegger comunicaron que la meta de inflación no iba ser de 12% anual como lo habían mencionado en el presupuesto para el 2018. La corrección iba ser de tres puntos. Una inflación de 15% para todo el 2018 no era malo después de todo, ya que la del 2017 había cerrado con un índice de Precios al Consumidor del 24,8%. Ahora, ¿era necesario avisar esa previsión, cuando ni siquiera había empezado a rodar el nuevo año? En seis meses, al 15% se lo devoró la realidad. Cuando termine diciembre llegará al 30%, lo admitió el propio presidente y el Banco Central ya estimó una pauta de 31,8% para todo el año. Si termina en 32%, el Fondo Monetario Internacional exigirá rever acuerdos. Lo malo es que las paritarias promedio serán de 24%. La Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares logró establecer un aumento del 25% ¡y con cláusula gatillo! en los salarios para las empleadas domésticas. En general es difícil asegurar si todos los sectores finalmente cerrarán en ese techo. Lo peor es que el Ministerio de Trabajo no homologará acuerdos que tengan cifras no remunerativas (en negro). ¿Cláusula gatillo para todos? Sólo se usa en años electorales (a menos que seas del gremio de Moyano o de las domésticas).
Obviamente aquí no entran los casi cinco millones de asalariados en negro (cifra del INDEC), que no tienen la posibilidad colectiva de pelear por mejores salarios. Los aumentos que reciban de sus empleadores dependerá de lo “dura que esté la mano” y de cuán difícil sea pelearle unos pesos más a medida que pasan los meses. Otra vez, como en la época del kirchnerismo, corriendo de atrás a los precios con salarios viejos.
En los cinco meses que restan no se podrán esperar buenas noticias económicas. Este último miércoles, el ministro de Energía, Javier Iguacel, anunció en conferencia de prensa una nueva etapa en la quita de subsidios, mejor dicho, otra suba en las tarifas eléctricas. En Misiones trepará entre el 23 y el 45%. Comenzará a regir desde este mes.
Si hablamos de energía, los valores de las naftas tampoco se van a mantener. Las empresas quieren subir un 15% más de aquí a fin de año. El Gobierno les aceptará un 8%. El tema podría llegar a resolverse en la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia.
Confianza ciega
En general, el malhumor porque todo aumenta es casi generalizado. Aunque, a decir verdad, hay una franja de la población que votó a Cambiemos que todavía confía en el presidente. No presta atención en los errores de gestión que han llevado a empeorar la situación económica. Particularmente, en Posadas hay vecinos que creen que la situación no es “insoportable” como lo muestran los medios (oficialistas y opositores).
Los más grandes recuerdan los duros meses del final del mandato de Alfonsín y lo comparan con esa época. “Ésas eran crisis en serio”. El año próximo piensan en volver a votar al oficialismo. Pero como se mencionó en el primer párrafo de esta nota, nadie puede asegurar qué es lo que va pasar. Esto es Argentina.
Uno de los motores emocionales que los impulsa a seguir confiando en el Gobierno radica en el rechazo a todo lo que huela a kirchnerismo, los planes sociales y la destrucción cultural del trabajo que desde hace más de 20 años afecta a las clases más bajas. Pero en verdad, la actual gestión aumentó los planes y hasta se aseguró que en el acuerdo con el FMI se contemple una ayuda para los más vulnerables.
Uno ya perdió la cuenta, pero tal vez ya sean tres generaciones las que crecieron con la idea que el Estado y los políticos tienen la obligación de darles dinero. Esa lógica de buscar trabajo, o procurar hacer alguna actividad para “ganarse el mango” y “parar la olla”, como hacía la gente humilde de hace décadas se ha difuminado en el tiempo.
La explosión del 2001 motivó dar una ayuda para los pobres o para los que se habían quedado sin trabajo, para que así pudieran paliar la crisis. Literalmente era para matar el hambre. Eso después se utilizó con fines electorales (sin Cristina se termina todo). Se convirtió en una herramienta de extorsión política.
Bajo la excusa de “la gente la pasa mal”, hoy la Capital Federal y en menor medida Posadas, son diariamente los sitios donde se ven manifestantes pidiendo mayores aumentos en los planes. Es cierto, tienen una realidad compleja de donde agarrarse para reclamar, pero eso de salir a buscar laburo como sea, de lo que sea, pareciera que ya no es una opción. Crecieron de esa forma, se acostumbraron así y los dirigentes políticos que los representan los usan para su propia cuota de poder.
Pedir asistencia al Gobierno de turno se convirtió en una actividad laboral en sí misma. Pero esa realidad tiene una complejidad extrema a la vez. ¿Por qué una persona en esa situación habría de someterse a la explotación laboral, si tiene asegurado dinero todos los meses? ¿Qué es más digno, cobrar un plan, o trabajar, pero sometido a la explotación por un mísero sueldo? Las mismas organizaciones dan cursos de oficios para los beneficiarios a los que acompañan a reclamar ayuda al Estado. Pero parecería que conviene seguir con el plan y hacer changas con lo aprendido. Especializarse en alguna actividad, ganar unos pesos, pero sabiendo que la ayuda estatal siempre está ahí.
Actualmente existe la iniciativa oficial que prevé que los beneficiarios de planes sociales migren hacia un trabajo formal. Pero con sus propias políticas económicas el oficialismo tampoco colabora para que esto ocurra. La rueda sigue girando en el mismo lugar.
Deuda
Ya sin posibilidad de conseguir nuevos prestadores de deuda, al Gobierno no le quedó opción más que recurrir al Fondo Monetario Internacional para seguir obteniendo dólares para abastecer a la economía. Como sabemos, los préstamos del FMI vienen de la mano de un ajuste, algo que la administración nacional ya venía haciendo de por sí.
La gente realiza transacciones en pesos, pero la economía se piensa en el billete verde. Todo está atado a cuánto vale. El salto de $17 a $29 que ganó el dólar y perdió el peso se llevó consigo a la inflación. La sequía provocó que no hubiera buena siembra de las materias primas, lo que motivó la escazes de dólares. Mientras, hacen falta “verdes” para: pagar la deuda, los intereses, los insumos importados con lo que se mueven algunas de las actividades económicas, los paquetes turísticos o los viajes al exterior y para los que ahorran (los menos, pero en cantidad). De este último tipo de demanda, en 2016, el total de ahorristas en dólares, entre los grandes y pequeños, demandaron 1.355 millones; 1.859 millones en 2017 y, sólo en los primeros seis meses de este año, 11.300 millones de dólares. ¿Por cuánto tiempo se va alimentar esa demanda, con poco ingreso de divisas?. Según datos del Banco Central, al 30 de julio tenía 58.087 millones de dólares en reservas. Si esos fondos estuvieran disponibles para la demanda de los ahorristas ¿en cuánto tiempo se quedaría sin nada? Esto es sólo un recurso argumentativo, eso no va ocurrir.
El primer desembolso del préstamo que dio el FMI a fines de junio fue de una cifra cercana a los 15 mil millones de dólares (así las reservas treparon a los 63.200 millones).
Pero si algo quedó claro era que no iba a permitir que ese dinero fuera utilizado para saciar la sed de dólares. Por ello, esta semana en Central anunció que iba comenzar a poner menos divisas a la venta, porque ya había adquirido una buena base de liquidez en pesos. En otras palabras lo que quisieron decir es que van a comenzar a restringir el acceso. Tal vez no sea como fue en la época del Cepo K, pero se le va parecer. La salvación para no parecerse al Gobierno anterior, no cercenar las actividades y dejar que “cada uno pueda desarrollar sus potencialidades” como decía el presidente, está un poco más adelante, cuando llegue la cosecha gruesa del campo y entren los dólares de la exportación que será récord, según anunciaron.
Si se suman todas las necesidades de dólares (en todo concepto), el país necesita de aquí hasta fines de 2019 (en los análisis de los economistas), más de 80 mil millones de dólares. El FMI, si se hace bien los deberes, desembolsará un total de 50 mil millones. Hay un -30 que se debe sacar de algún lado. Los fondos que ingresen por exportaciones ayudarán bastante. Daniel Pelegrina, titular de la Sociedad Rural aseguró que el campo invirtió 12 mil millones de dólares para la próxima cosecha. Además, comparado con la época del kirchnerismo, con la baja de las retenciones aportarán 1.200 millones de dólares extra en concepto de impuestos.
Como decíamos, habrá que ver hasta cuándo el Gobierno aguanta la entrega de dólares para ahorro y turismo sin poner alguna traba. De hecho menos gente viaja al exterior con una divisa que fluctúa entre 28 y 30 pesos, pero tal vez no alcance. La prioridad sera asegurarse fondos para las obligaciones urgentes de la economía.
Elecciones
Terminó el Mundial de Rusia y empezó la campaña hacia octubre de 2019. Hasta hace una semana, para las consultoras, en promedio la imagen de Macri había caído 20 puntos desde las legislativas de octubre de 2017. En contraste, cuanto más se hablaba de la corrida cambiaria, la inflación, el escándalo por los aportantes truchos a la campaña de Cambiemos, más subía la imagen de Cristina Kirchner. Ella sola (en promedio) suma un 35 % de adhesión. Muy atrás venían los potenciales candidatos: Massa, Lavagna, Pichetto, Rossi (si no va CFK), Felipe Solá, etcétera.
Hay mucho hartazgo de la canción “vamos en el rumbo correcto” de Mauricio Macri, pero no le queda otra más que poner la cara ante la requisitoria periodística que en las conferencias de prensa lo exponen a que explique los errores de gestión frente a todos. Del otro lado, Cristina Kirchner se había llamado a silencio. No aparecía por ningún lado opinando de la crisis económica. Tal vez es una estrategia, todavía falta mucho tiempo para negociar y continuar dialogando con otros sectores para derrotar a Macri, dicen algunos. ¿Para qué hablar, si el Gobierno se hunde solo sin que lo empujen? sostienen otros.
Pero así como el kircherismo tuvo su cisne negro con los bolsos de José López, le apareció otro de abajo del agua. Como el caso Ciccone, una exmujer que se presentó a la Justicia para denunciar que tenía datos sobre coimas. Su exmarido, Oscar Centeno, las transportaba en su automóvil cuando trabajaba de chofer para Roberto Baratta, exsubsecretario de Coordinación y Control de Gestión del ministerio de Planificación. Este último era la mano derecha del ministro Julio De Vido.
Ocho cuadernos aportados por el expolicía y remisero, Jorge José Bacigalupo, al periodista Diego Cabot, los cuales, luego de meses de análisis fueron entregados al fiscal Carlos Stornelli. La sigilosa investigación ordenada por el Juez Claudio Bonadio se desató esta semana con una docena de detenciones. Empresarios y exfuncionarios que otra vez, pusieron en evidencia la trama de pago de retornos vinculados al expresidente Néstor Kirchner y la obra pública. Esta vez salpica directamente a Cristina, pero también a las empresas de la familia Macri. La investigación periodística hizo trascender que tras el fallecimiento de su Néstor se había cortado el circuito de recaudación. Pero en 2013 volvió a arrancar. Centeno se acogió a la figura del arrepentido, reconoció que los datos de los cuadernos los escribió él mismo. Se habla del inicio de un lava jato al estilo de Brasil, pero las acusaciones deben probarse. Sin embargo la Justicia argentina demostró que en casos de corrupción, mayormente triunfa la impunidad. El entramado del sistema impune abarca al poder político, económico y judicial.
El caso recién se destapó, pero el juez ya pidió el desafuero de la senadora. La pregunta del millón será saber qué hará el peronismo de ambas cámaras con esa situación. CFK es la que más mide en las encuestas y lejos está cualquier candidato del PJ. Si realmente pretenden que el Justicialismo no cristinista le gane a Macri en 2019, les convendría que no sea candidata. Nadie sabe si ella lo será, pero si avanza su desafuero es probable que no llegue a participar de los próximos comicios. Pero ella no es Julio de Vido, sobre quien prosperó el desafuero el año pasado, hecho que motivó que hoy esté en la cárcel. Es difícil anticipar si el viejo peronismo amigo le va soltar la mano, nada más y nada menos que a Cristina. En un escenario hoy surrealista, podría llegar a ser como el caso de Lula en Brasil. Las acusaciones contra la corrupción kirchnerista de la que se habló durante tantos años es doblemente funcional. Le sirve a la militancia porque se victimizan con la “persecución” mediática y judicial. Pero también le sirve a Cambiemos porque mientras esté Cristina enfrente pueden usarla como el “cuco” del pasado populista. A decir verdad, tampoco tienen mucho para ofrecer. ¡Es la economía estúpidos!
Los aportantes truchos a la campaña de Cambiemos, se cree que fueron empresarios que dan fondos pero no quieren dar nombres, entonces “el sistema” blanqueó los aportes a través de jubilados y otra gente humilde que jamás hubieran puesto un peso por el Gobierno. Probablemente no prospere más allá de la furia con la que los medios afines al kirchnerismo la explotan. Si la Justicia avanza en ese sentido, estaría en problemas todo el sistema de los partidos mayoritarios. A decir verdad, la Justicia electoral no aprobó las cuentas de las últimas tres campañas. Los misiles a la línea de flotación irían de un sector a otro y todo se convertiría en una lucha pírrica.
El año próximo el Gobierno necesitará imperiosamente que la economía repunte para que Macri aspire a una reelección. El kirchnerismo, sea quien sea que vaya de candidato, apostará a los “años felices de la década ganada” contra “el desastre” de los cuatro años de Cambiemos. Y el candidato del peronismo aparecerá como una opción intermedia entre los extremos del “populismo K” y el “ajuste M”. Hoy la tensión política sólo tiene espacio para los dos extremos. En las chicanas de los macristas sobrevuelan frases como : “Si hubiera ganado Scioli hoy José López seguiría con los bolsos y Lázaro Báez comprando más estancias”. Del otro lado: “Si hubiera ganado Scioli hoy la patria no estaría en peligro”.
En los comicios de 2015 la puja fue entre dos modelos de país. En 2019 se repetirá la misma historia. La única gestión que tiene la reelección asegurada es la del atraso, la trampa, los negocios turbios y la pobreza.