No necesitamos ninguna técnica ni iniciación. Sólo estar dispuestos a observarnos. Así podemos estar habitando el presente. Sólo me siento y observo.
Si riego las plantas percibo la tierra que se va humedeciendo y las hojas que se van nutriendo, veo el cambiar de los colores y así, sin darme cuenta entro en el momento presente. ¡Sólo observo!
Si lavo los platos juego con las burbujas que hace el jabón y siento la textura de la esponja en mis manos. Tan sólo habilito el sentir y desconecto mi mente, disfruto el momento presente.
Si camino o saco a pasear mi perro siento mis pisadas y observo el paso, le doy un ritmo con mi respiración y percibo el jadeo de mi amigo. Los árboles y el verde que me rodean también sólo están presentes y así dejo que mis sentidos y mi mente estén atentos al momento presente que es lo único real. Siento cada paso, percibo mi respiración y sucede el milagro sin necesitar de la técnica… estoy presente. Dejo para más tarde los pensamientos.
Este es el comienzo de la meditación. Sólo aprendo a estar en el momento presente, atenta y observando lo que hago. No dejo que mi mente se desdoble y vaya a otro lugar, la traigo sutilmente y le enseño a estar atenta al aquí y ahora. Luego con la práctica de estar presente voy a un nivel superior. Aplico la respiración a la mente y al momento presente. Sólo estoy haciendo lo que hago, observándome y al mismo tiempo mi respiración me acompaña, la escucho, la siento y así la presencia es completa. Siento, pienso y actuó lo mismo.
Cada día me voy entrenando en el momento de estar presente y dejo que el estar presente a cada instante se ordene solo.
Solamente estoy y percibo el orden que genero a mi alrededor estando sólo en el momento presente.
Pasito a pasito, cada día un poco voy practicando en el cotidiano y descubro que yo también puedo ser mi maestro.
Colabora
Patricia Couceiro
Consteladora
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