Las casas, las plantas, la caza, la recolección de frutos… en la cultura mbya todo está enmarcado en cautivadoras ceremonias que la aldea Yvytu Porá se animó a compartir, abriéndose a “los blancos” en una propuesta turística con la que llevan cuatro años trabajando y que significó un cambio radical en la comunidad.
El paseo comienza en la aldea, ubicada a unos 400 metros de la ruta provincial 7, a 18 kilómetros de Aristóbulo del Valle y a 22 de Jardín América, rodeada de la magia del Valle del Cuña Pirú, donde el visitante se interioriza sobre las casas tradicionales, luego se hace el recorrido por la selva donde un guía guaraní explica las técnicas de caza para los diferentes animales silvestres, la extracción de miel de abeja Yateí, muy importante por sus efectos benéficos para la salud, las distintas plantas medicinales, el agua y demás, para finalizar en el Centro de Interpretación y Atención al Visitante, donde se exponen y comercializan artesanías típicas.
Domingo Moreira se capacitó en Turismo Comunitario, es referente del lugar y compartió con Ko´ ape un poco de lo mucho que significa llevar adelante este proyecto, cuyo comienzo fue difícil, pero que comienza a dar sus frutos, incluso los hizo ya acreedores del primer puesto en el Concurso Nacional Mujeres de la tierra: turismo, alimento e identidad.
“Se comenzó hace prácticamente cuatro años y todo surgió porque en comunidad contaba con personas capacitadas para hacer frente a algo así, para recibir a los turistas”, dijo Moreira y añadió que además los artesanos aportaban productos de excelente calidad y esta era una alternativa para vender sin alejarse de sus hogares.
Asimismo, aclaró que la organización dentro de la comunidad “nunca fue difícil porque todos pensábamos lo mismo”. Y con el tiempo fueron logrando apoyo de otras instituciones, como la Facultad de Ciencias Forestales de Eldorado, “con la que estamos trabajando fuertemente con la reproducción de orquídeas, porque la mayoría se saca del monte y con el pasar de los años se redujeron considerablemente, eso se conversó bastante con los miembros de la aldea, para trabajar de otra manera e ir asegurando una variedad y cantidad de plantas, así fue que en conjunto con la universidad y un grupo de mujeres que se interesaron fue encaminando al punto que ya hay algunas plantas madres en el vivero”, confió.
“La polinización fue difícil, hay que tener en cuenta también que la orquídea tiene una muy corta edad de florecimiento, por lo que hay estar pendiente a cuando se abre la flor para trabajarla, polinizarla y que agarre semilla”, describió Moreira.
En lo que a artesanías respecta, apuntó que “se trabaja buscando variedad y calidad, buenos terminaciones, por ejemplo, es algo que se charla mucho con los artesanos, no podemos permitir que venga un turista y se encuentre con que no encuentra un obsequio a la altura para llevarse”.
Trabajo de hormiga
Si bien hace ya bastante tiempo abrieron las puertas de la comunidad al turismo, hace sólo un año lograron un mayor número de visitas, en parte porque se hizo mayor hincapié en la promoción, pero también por el empuje que significó ser ganadores del primer Concurso Nacional Mujeres de la tierra: turismo, alimento e identidad, organizado por la Comisión de Mujeres de la Cámara Argentina de Turismo Rural (CATUR), que se realizó en las ciudades cordobesas de Jesús María, Colonia Caroya y Sinsacate.
Es que este galardón permitió que el municipio vea el emprendimiento con otros ojos. “Esto pertenece a una comunidad mbya y hay que estar, hay que ser muy responsable para que el municipio diga ‘pueden ir, dejar el auto’, soy realista, tenemos muchas cosas en contra, salgo, veo, estoy cuando hay invitaciones, cuando hay posibilidades de promocionar y nos costó mucho romper esos prejuicios, los guardaparques y la gente de Salto Encantado vienen a mirar si todo está en condiciones, si hay orden, están controlando para mejorar y se va mejorando”, sostuvo.
Y agregó que “hay muchas comunidades y no todos los caciques piensan los mismo, cada ser humano es muy diferente, por más que seamos indios o paisanos, como nos llaman, nos meten en la misma bolsa y entre todo eso surgimos nosotros, sufrimos bastante, costó mucho, pero lo estamos logrando”.
Con respecto a los guaraníes que se acercan a las grandes urbes con intención de comercializar sus artesanías, Moreira opinó que “es lo que uno no quiere, que se hable mal por los parientes o los miembros de las comunidades, pero hay que estar porque también hay muchas trabas, como cualquier argentino los miembros de las comunidades tenemos DNI pero no el mismo acceso, los caciques tienen que arriesgar todo por sí mismo, no hay acompañamiento, cuesta mucho el diálogo con el municipio, con la provincia, cuando debería existir un canal abierto como para conversar, cada municipalidad sabe qué cantidad de comunidades tiene y cuántas personas solo durante el tiempo de campaña, cuando debería ser todo el tiempo”.
Aquí, por ejemplo, “estamos entre Aristóbulo del Valle y Ruiz de Montoya, en medio de nada, tenemos personería jurídica a nivel nacional pero es nos hace muy difícil lograr llegar al municipio porque no siempre se quieren hacer cargo, con el turismo conseguimos que al menos hagan un salón de usos múltiples que funciona como salita de primeros auxilios, para eventos, pero para otras aldeas es mucho más complicado”, confesó.
“Ojalá cada comunidad tenga una salita, que no siempre se puede conseguir, porque no tienen título, personería o permiso de ocupación, lamentablemente en las comunidades se sufre y si no están organizadas como nosotros no queda otra más que ir al pueblo a vender, es más rápido, pero también uno se expone mucho”, añadió.
La convivencia, clave del éxito
“Somos catorce familias, alrededor de ochenta personas”, mencionó Moreira y dio gracias “a Dios porque cada una valora lo que tiene en la comunidad, todos son muy responsables, hay jóvenes capaces de ayudar a sus padres, los que saben hablar castellano colaboran en sus tiempos libres con la limpieza, con todo, es muy agradable la convivencia y muy lindo trabajar para seguir mejorando”.
Y “vamos a seguir creciendo, a través de un nuevo proyecto el salón estaría equipado para atender a las personas con problemas motrices, por ejemplo”, adelantó.
Es que “la comunidad se adaptó muy rápido, viene la gente, estaciona el auto, nadie lo toca, se mantiene la limpieza, para la que agradecemos la buena voluntad del municipio de Ruiz de Montoya, que hace siete años todos los jueves o cada quince días envía el camión recolector”, manifestó.
Además, dejó en claro que siempre hay personal capacitado en turismo comunitario y dispuesto a atender al turista, a través de guardias permanentes.
El sendero
“Viento hermoso / Viento sagrado” significa Yvytu Porá, nombre de esta aldea que se abre a otra posibilidad para el autosustento y la valorización de su cultura ancestral.
Recorrer el Sendero Interpretativo Eco Cultural demanda entre treinta y cuarenta minutos, por una senda de dificultad media-baja, durante los cuales los guías mbya transmiten al visitante sus experiencias en el manejo de recursos que la naturaleza les da, su manera de vivir, creencias, sabiduría ancestral y costumbres.
El paseo culmina en el centro del visitante, donde el turista dispone, además de una interesante exposición de artesanías típicas, de todo lo necesario para disfrutar de un grato momento (la limpieza de los sanitarios merecería un párrafo aparte. Se mantienen impecables).