A Carlos Antonio Zarza le arrebataron su esposa hace diez años y medio. “Para mí será siempre Ita, mi compañera y la mamá y abuela de mis hijos y nietos”. Desde el 14 de febrero de 2013 no tiene respuesta de lo sucedido en el barrio Los Potrillos de Garupá, donde Mirta Carmen Rosa perdió la vida.
En un descampado su cuerpo fue hallado con el cráneo roto y la vejiga estallada. Ya no podía ejercer como docente porque sufría de una patología su salud mental.
El próximo miércoles en el Tribunal Penal 2 de Posadas se oirán alegatos y veredicto respecto a la responsabilidad de los policías Aníbal Aldo Gabriel Villalba (36) y Luis Albino Rotela (44) acusados por “abandono de persona agravado por el resultado muerte, incumplimiento de deberes y falsedad ideológica”.
Carlos aceptó dialogar con PRIMERA EDICIÓN a pocas horas del desenlace del juicio que se inició el jueves 10 de agosto, desde una chacra en El Soberbio donde alivia el dolor con sus plantas y animales y trabaja para una empresa de logística y correspondencia.
Sobre el debate, que lo tuvo sentado como testigo clave, arrancó con una aclaración: “Después de diez años, después de todo lo que pasamos con la enfermedad de Mirta y lo que le ocurrió finalmente, no tenemos animosidad contra nadie, menos con los policías Villalba y Rotela. Nosotros luchamos siempre y trabajamos honradamente y lo que queremos saber con mis hijos es qué pasó y quiénes fueron”.
Pero también se internó en sus dudas y cuestionamientos: “Para nosotros el policía era nuestro protector, amigo y se te da vuelta todo en la cabeza cuando te pasa algo así, como le pasó a mi señora. Fue muy feo todo (…) Yo perdí a mi esposa, mi pareja y mis hijos perdieron a su madre y nos tuvieron diez años tratando de convencer que fue una muerte natural, que por el calor se descompensó”.
“Desde el primer instante sospechábamos que algo había pasado, por el lugar donde la encontraron por ejemplo. Cuando me encuentro, de forma fortuita, con el testigo, ahí se destapa algo grave y fue un caos para mí. A Carmen, cada vez que la encontraron los policías de la comisaría Quinta la llevaron a mi casa. Para mí, la relación con la policía era de colaboración mutua. Yo trabajaba para la municipalidad y les llevaba cosas para que cocinaran y ellos la ayudaban a Mirta en la calle”.
Zarza destacó que esta etapa de debate oral el pasado no pasa desapercibido: “Con el juicio volvieron todos los recuerdos de hace diez años. Yo me vine a El Soberbio a trabajar en la chacra, un lugar tranquilo, con mis plantas y alejado de todo. Y mis hijos también rehicieron su vida”.
“Pero durante el debate me di cuenta que hicieron trampa los abogados defensores apuntando la culpa a la familia de Mirta, a mí y a mis hijos. Insistieron en cuanto a qué medicamentos tomaba y cómo se los suministrábamos, las recetas, los médicos, todo fue tratar de hacer trampa. Después de declarar me di cuenta, me puse a pensar. Mi hija salió llorando del tribunal el día que declaré (viernes 11), me dijo: ‘¿Papi no te das cuenta que están buscando hundirte a vos para salvarse ellos?’. Ahí reaccioné que todas las preguntas de los remedios de mi esposa, qué se le daba y cómo, de dónde venía, fueron para buscar culpa en la familia”.

“Yo perdí todo para ayudar a mi señora a enfrentar la enfermedad. Yo trabajaba en el transporte de carga y tuve que quedarme con ella. Inventé cincuenta formas distintas para apuntalar a mis hijos. Dormí debajo de los árboles de mango en el Hospital Carrillo, noches heladas en un banco de madera para acompañarla a Mirta, para estar cerca en su tratamiento, no quería dejarla sola por los ataques que sufría”.
“Diez años después que quieran hacer creer que yo la descuidé, que no la haya atendido, abandonado, es muy fuerte”, resaltó.
Respecto a la esquizofrenia que aquejaba a Mirta Rosa y a los sueños de ambos, amplió: “Ella estaba estable cuando pasó esto, bien medicada y controlada, si no estaba conmigo la cuidaba una vecina. Recuerdo que para esa fecha (14 de febrero de 2013) teníamos la ansiedad de que se acercaba el cumpleaños de ella y el aniversario de casados. Seguíamos siendo novios”.
“Ese día hablábamos de las personas que íbamos a invitar. Ella estaba ansiosa y justo yo estaba sin automóvil, tenía que ir a retirarlo y también ir a ver el problema de la bomba de agua (tanque municipal). Ella quería ir a pie a invitar a los parientes y allegados. Le dije que esperara pero ella no entendía de distancias y debíamos ir a Bonpland y a Villa Cabello (Posadas). Además teníamos tiempo hasta el 20 de febrero, era el cumpleaños de ella y queríamos hacer una fiesta”.
Zarza fue aún más claro: “La policía, si una persona se pierde, debe recurrir a los medios de comunicación. Se avisa a Canal 12, por ejemplo. Además ella estaba recién bañada, se le sentía el perfume de la ropa y champú. Era evidente que vivía cerca”.
“Pero pienso y también supongo, si (los policías) la soltaron como dicen (sana y a salvo) por qué lo hicieron en ese lugar donde ella tenía miedo (barrio Los Potrillos) y no tenía parientes. Ahí había un asentamiento y se juntaban muchachos que pedían dinero para tomar algo y a ella le daba miedo”.
“Una genia, era lo lindo”

“Para el miércoles solo quiero que sea lo que Dios quiera. A mi esposa no la recupero más. Tengo a dos hijos que sufrieron pero nunca aflojaron ni se metieron en problemas y me dieron hermosos nietos”.
“Ita (por Mirta), siempre la llamo así. De ella recuerdo lo mejor, lo lindo, era excelente. Terminó el magisterio después que nos casamos y soñábamos con la casa frente al mar. Comenzamos de la nada a construir lo nuestro, ella estudiante y yo camionero. Ella si podía viajaba conmigo, me acompañaba incluso en los viajes a Brasil”.
“Era una genia. Volvía de un viaje de 25 días y me recibía con tallarines caseros y un malbec para que compartamos. Era hermosa, muy dulce, compañera. Por eso también la cuidábamos mucho y de cerca por su enfermedad. Sabíamos que tenía una patología irreversible, pero no me alejé de ella, no nos alejamos de mi Ita”.









