El poema de Felisberto Hernández, el famoso poeta considerado el “Borges uruguayo” tiene una frase: “Yo sé que por el cuerpo andan pensamientos. Yo sé que por el cuerpo andan pensamientos descalzos, y no todos suben a la cabeza y se visten de palabras…”.
Si bien parecen una moda, los tatuajes tienen múltiples significaciones y expresan rasgos de cada subjetividad casi desde el comienzo de los tiempos.
Con la popularidad de la estética del trap, se promueven los dibujos en toda la cara, lo que ha fascinado a los adolescentes y adultos más jóvenes.
Podríamos considerar que la piel es, de alguna forma, un lienzo, y fue utilizada desde el principio de los tiempos con diferentes fines: protección, valor sagrado, pertenencia a la comunidad, testimonio, homenaje.
A través de la piel se transmite y se genera un sentido de existencia. O sea que hay que rechazar el argumento de la moda como único disparador del deseo y elección de hacer un tatuaje.
Siempre nos encontramos con el psiquismo colectivo y el psiquismo individual que va dejando trazas de una presencia enigmática. La importancia significativa y el potencial simbolizante de los tatuajes, ya sea como función social, como expresividad artística pero también plasmadas en un cuerpo individual que, de alguna manera, es mediador entre el yo y la sociedad. Por medio del tatuaje se hace presente lo ausente.
Ofrecer algunas ideas de cómo actuar ante estos comportamientos de reivindicación y de búsqueda de identidad en la que se encuentran inmersos nuestros hijos en esta fase llamada adolescencia.
Más que ofrecer un listado de pautas debemos intentar comprender por qué un día llegan a casa con la idea de tatuarse, hacerse un piercing o llevar una u otra prenda de vestir con la que es probable que no estemos de acuerdo. Porque más allá de seguir una moda, querer sentirse parte de un grupo o diferenciarse de los demás, nuestros hijos pueden estar expresando otros pensamientos como, por ejemplo, su disconformidad con nosotros como padres en particular o su desacuerdo con las normas de la sociedad en la que vivimos en general.
La importancia de la imagen corporal en la adolescencia
Antes de continuar debemos recordar y remarcar la importancia que adquiere la imagen corporal en la adolescencia. Una fase en la que muchos de nuestros hijos e hijas no dejan de mirarse, admirarse y odiarse por esos nuevos cuerpos en los que ahora habitan. La moda, la ropa, los peinados, las marcas y sus ídolos (futbolistas, actores, actrices, cantantes) cobran un valor extraordinario y todo parece girar alrededor de ellos.
De modo que no es de extrañar que nuestros hijos quieren imitarles y parecerse al máximo llevando el estilo característico de esas estrellas, frecuentemente efímeras, que brillan en el firmamento del adolescente.
¿Y cómo debemos actuar como padres?
Cuando nuestro hijo o hija llega a casa con la idea de tatuarse, colocarse un piercing, un aro dilatador o quiere salir con una ropa que no nos parece adecuada ¿qué hacemos?
¿Prohibimos o negociamos? ¿Hablamos o silenciamos su necesidad de querer ser?
Sabemos bien que según demos respuesta a estas cuestiones de un modo u otro conllevará a un tipo u otro de relación con nuestros hijos adolescentes. Personas que nos guste o no, empiezan a demostrar que tienen criterio propio y que desean ser escuchados, respetados y tenidos en consideración. No obstante, seguimos siendo sus guías, y como tales debemos advertirles de los riesgos y las consecuencias de lo que quieren llevar a cabo.
Necesitamos convencerlos sin sermonear, porque los sermones no sirven de nada y menos a esta edad en la que necesitan aprender por sí mismos, equivocarse y poder levantarse con nuestra ayuda si así la solicitan.
Ese adolescente que hoy tenemos delante y del que tanto nos quejamos no ha aparecido de la nada.
Ese niño que ahora batalla consigo mismo por dejar de serlo para convertirse en un adulto responsable, se ha ido desarrollando dentro de un sistema familiar con más o menos normas, límites, diálogo o confrontación. Por lo general, el sistema de valores de los hijos suele coincidir con el de los padres siempre y cuando no hayamos caído en el error de ser excesivamente permisivos, sobreprotectores o autoritarios.
En estos casos puede darse el caso de que aparezcan conductas de oposicionismo, rebeldía o pasotismo. Por tanto, la mejor de las opciones con un adolescente es el diálogo y la negociación en contra de los sermones y los castigos.