El Grupo Z viene desde hace muchos años contando con el privilegio del poder, que le permite mantenerse en un negocio muy rentable económicamente sin verse obligado a respetar a los pasajeros como corresponde.
El inicio de la semana marcó un nuevo capítulo en ese sentido: cambiaron la organización interna de las salidas de los colectivos en la Transferencia de avenida Quaranta sin ningún aviso previo.
Menos aun, el Grupo Z se preocupó de poner personas que guiaran a los usuarios desorientados, ofuscados y afectados por las medidas de último momento.
Increíblemente, a pesar de llevar décadas usufructuando la concesión exclusiva del Sistema Integrado de Transporte (las terminales de transferencia son únicamente para colectivos Z y no se permite el ingreso de ninguna otra empresa), no han sido capaces de anticiparse a sus propias decisiones y hacerle la vida más fácil a la gente.
Tal vez pedir esa mirada un poco más humana resulta una utopía, en especial si se observa cómo en el tiempo no fueron capaces de mejorar las condiciones de viaje (se sigue trasladando a los clientes como “ganado”); no se mejoraron las frecuencias y hay barrios que quedan sin un colectivo desde primeras horas de la noche; quedan muchas unidades en estado deplorable; y la lista sigue.
A la par, los funcionarios que debieron tomar cartas en el asunto también, se quedaron de brazos cruzados. Es tanta la ausencia de control al servicio, que a algunos responsables políticos se les olvida que es una concesión de un transporte a cargo de la Municipalidad y la Comisión Provincial del SITM.
Aunque nunca se dio información oficial, el Grupo Z seguirá con el negocio varios años más, juntando recursos para seguir ramificando sus intereses dentro y fuera del país. No para mejorar la oferta de viaje en el área metropolitana de Misiones (Posadas, Garupá y Candelaria).