La Asociación de Bomberos Voluntarios de esta ciudad celebrará el 13 de octubre el 45º aniversario de su fundación. Surgió por la iniciativa de vecinos que en 1974 organizaron una asamblea constitutiva y designaron como primer presidente a Miguel Rebak. Durante su gestión se llevó a cabo la oficialización de la entidad y se gestionó la Personería Jurídica que se obtuvo el 11 de noviembre de 1975, por Resolución 115.
Diego García, jefe del cuerpo activo, recordó que desde el primer día, el objetivo fue ayudar a las demás personas y trabajar de forma mancomunada con los vecinos. “Ese fue el propósito de los fundadores y continuamos su legado. Seguimos trabajando de la misma manera, pero implementando tecnología, material de trabajo y capacitando al personal, que participa de encuentros provinciales, nacionales e incluso internacionales”, manifestó.
A días de un nuevo aniversario, destacó el accionar de Luis Humell, Juan Slesinger, Metner, Kruck, entre otros, que fueron los primeros de la institución, además de una nómina importante de personas “que se pusieron la camiseta de la institución en una época muy difícil porque se contaba con muy pocos recursos monetarios. Todo lo que obtenían era por las donaciones que efectuaba la gente. Si a alguno le sobraba un camión o alguna herramienta, acercaba al cuartel y la adaptaban para el uso que consideraban”.
Sostuvo que “estamos muy agradecidos con la sociedad de Leandro N. Alem. Es una comunidad que ve los frutos porque toda colaboración está a la vista, se utiliza para salvar vidas y bienes, por eso los vecinos y empresarios se comprometen. Estamos orgullosos de ser bomberos y de servir a esta comunidad”. Admitió que por estos días, los siniestros más comunes son los incendios.
“Anteriormente era una mezcla de incendios forestales, estructurales, rescate de animales, de personas atrapadas. En los últimos días tuvimos muchos incendios forestales a raíz de las condiciones climáticas. El lunes y martes fueron los días más agitados y todo debido a la imprudencia de la gente que utiliza el fuego como elemento de limpieza”. Tuvieron que acudir a aserraderos que sufrieron pérdidas totales, cultivos de yerba mate, pino, donde trataron de controlar el fuego para que no se expanda. Asimismo, se prendió fuego parte del Arboretum situado en el kilómetro 40 de la ruta nacional 14, donde se protege de más de 50 variedades de especies vegetales representativas de la flora de la región y de otras regiones del mundo.
La vida del bombero voluntario es muy sacrificada. “Son personas responsables que, por lo general, prestan servicio a contraturno de sus trabajos habituales”, dijo, quien tiene a su cargo a 49 efectivos, de los cuales son nueve mujeres entre aspirantes y bomberos. García se desempeña en una planta frigorífica, otros trabajan en tabacaleras, en el hospital, en negocios particulares, son estudiantes de medicina, enfermeros o técnicos en seguridad e higiene y “a nosotros nos suman mucho esas experiencias y se pueden abrir nuevas puertas”.
Consultado por Ko’ape sobre el despertar de su vocación, contó que en 1995 vivíamos en un barrio del centro y como no existía la tecnología “nos juntábamos con los amigos a jugar al fútbol y veíamos a dos o tres chicos que siempre pasaban con un uniforme azul. Nos despertaron curiosidad y un día nos acercamos a preguntar adónde iban, qué hacían, y nos contaron que iban al cuartel”. Y ahí empezó todo. Pero se interponía el miedo de pedir permiso a los padres “porque sabíamos que no nos iban a dejar”. El no de su madre, Lidia Monzón, fue tajante, y papá, Celestino, dijo: “pregúntenle a mamá”. Pero los chicos, Diego (9) y Jairo (8) estaban convencidos de lo que querían y “les explicamos que íbamos a aprender, a prepararnos, y que no iríamos a los incendios. Bueno, si no es así, pueden ir, fue la respuesta”. Contentos, se inscribieron los hermanos. Ahora, “tengo el grado de sargento y Jairo es cabo primero, y seguimos al pie del cañón, con esas mismas ganas del principio, de trabajar, de colaborar, de especializarnos”.
Con el paso de los años, los padres de García “se sentían orgullosos, siempre se mostraron colaborativos”. Cuando tenía entre 18 y 20 años y sonaba la sirena para acudir a algún incendio en horas de la madrugada, “mamá se levantaba a apagar las luces y a cerrar la puerta. Colaboraban en los actos, asistían, nos iban a apoyar”. Después se fueron sumando otros chicos, “fuimos conociendo otros caminos, ya no jugábamos en el barrio sino en el cuartel, nos abocamos sólo a los bomberos voluntarios”, agregó el jefe del cuerpo activo, que ya lleva 22 años en la institución. Se especializó en incendios forestales cuando otros optaron por incendio de estructuras, vehicular, rescate vehicular y con cuerdas, entre otros.
Pensando en los demás
Rosa María Rebak está orgullosa de la iniciativa de su padre que se desempeñaba como gerente de una empresa tabacalera multinacional y “siempre colaboraba con instituciones públicas”. Señaló que “hablando con la gente de ese entonces, vio la necesidad en un pueblo que se expandía cada vez más, de crear algo tan importante como un cuartel de bomberos”.
Apostoleño de nacimiento, Rebak vio, antes de fallecer, como la institución había dado sus frutos.
“Para mí es un orgullo muy grande, destaco la visión que tuvo, algo que ahora resulta tan importante, sobre todo, por la cantidad de incendios que se producen”, agregó. Recordó que, trabajando como maestra jardinera, con los alumnos de la sala de 5 de la Escuela Normal “íbamos a visitar a los bomberos en junio. Algunos, amablemente, nos llevaban de regreso sobre una autobomba. Era un paseo de cinco o seis cuadras de regreso a la escuela, y para los chicos era una emoción muy grande. Algunos de mis exalumnos seguro lo recordarán si leen esta nota”.