Todos en algún momento de nuestra vida nos frustramos. Esto sucede porque queremos lograr algo y no lo hacemos, o perseguimos un sueño y nunca lo vemos convertirse en realidad. Podemos experimentar frustración en todas las áreas: económica, afectiva, familiar, física, etc.
¿Cuál es nuestra reacción cuando nos frustramos? Por lo general, reaccionamos con dos emociones predominantes:
1. Nos enojamos (con nosotros mismos y/o con alguien más).
2. Nos resignamos ante lo que es, lo cual nos llena de tristeza y nos aísla.
Ira, gritos, insultos, peleas, lamentos, llanto… son todas reacciones habituales cuando se nos frustra un proyecto. Pero lo cierto es que no son las únicas formas de reaccionar. Existen otras alternativas. A pesar del sufrimiento emocional, siempre podemos elegir voluntariamente ponernos de pie y seguir caminando sin detenernos hasta llegar a la meta que nos propusimos.
Cuando nos sentimos frustrados, lo importante es accionar y no quedarnos paralizados para provocar reacciones positivas. Todos tenemos derecho a caernos alguna vez pero para experimentar lo nuevo, sí o sí necesitamos sobreponernos a la adversidad. Esto implica cambiar la percepción que tenemos de un problema.
Frente a un problema, en lugar de dar vueltas y vueltas en nuestra mente alimentando las mismas ideas sin resultado, hay que redefinirlo.
¿Qué significa esto? Redefinir un problema es verlo desde un ángulo distinto. Solo cuando uno se atreve a modificar la perspectiva que tiene de una dificultad, es que logra redireccionar sus emociones que no le permiten avanzar, en este caso, el enojo o la tristeza. Los demás y las circunstancias externas nos pueden detener por un tiempo; pero solo uno mismo toma la decisión de detenerse para siempre. Por eso, si te sentís frustrado, no te detengas, no cuelgues los guantes, no te des por vencido.
Tal vez estés pensando: “Es fácil decirlo pero difícil lograrlo”. ¡Claro que sí! Las épocas difíciles siempre nos llenan de frustración. Pero para lograr salir del pozo, el primer paso es decirse a uno mismo: “No me voy a rendir”, ni siquiera en una situación que parece imposible de superar. Cuando tenemos fe en nosotros mismos y creemos en nuestra fortaleza interior, resulta más sencillo accionar para que lo que anhelamos se convierta en realidad.
La fe es la convicción profunda de que lo se espera sucederá tarde o temprano.
La fe es el elemento que nos ayuda a hacer realidad una visión que mantenemos sin dudar. Pero es importante recordar que todo sueño, ya sea afectivo, económico, atraviesa tres etapas.
A saber:
a. El nacimiento: cuando empezamos a soñar con entusiasmo.
b. La muerte: cuando sentimos que no es posible lograrlo y nos frustramos.
c. La resurrección: cuando retomamos la visión y volvemos a soñar, con más ímpetu que antes.
Si todavía no lo lograste, tranquilo, porque aunque en el trayecto tengas que enfrentar algunas batallas externas e internas, pronto lo verás con tus propios ojos y terminarás fortalecido.
Colabora
Bernardo Stamateas
Doctor en Psicología, Sexólogo Clínico, Escritor y Conferencista Internacional.