POSADAS. La platea y la bandeja alta del auditórium de la Escuela de Música de la provincia estuvieron cubiertas en su totalidad en las dos funciones que el Taller de Ópera Amadeus Lírica, con la colaboración del Unicoral (Coro de la Universidad) y el cuerpo de baile del “Dana Studio Ballet”, todos de la vecina ciudad de Encarnación (Paraguay), ofreció el fin de semana. Una hora y media de alegría y artes integradas Con parlamentos en castellano y letras en alemán, pero con pantalla de subtítulos en español, “La viuda alegre” -“Die lustige Witwe”-, opereta con música del austríaco Franz Lehár y libretos de Víctor León y Leo Stein, que fuera estrenada en Viena en 1805, brindó a quienes se encontraban en la sala una hora y media de alegre relación con el canto lírico, las danzas, la teatralización y, también, la música.Más de treinta personas estuvieron al servicio de la diversión (es decir, de este espectáculo, cuyo estilo no es muy frecuente en los escenarios posadeños), utilizando para ello lo mejor de su experiencia en los roles que asumieron. La música fue interpretada en vivo por la pianista Diana Dressler y la dirección escénica fue ejercida por Augusto Labella, en tanto que al frente del ballet encarnaceno estuvieron su creadora, Dana Luzco, y la profesora Laura Pérez. Casi una comedia musicalLa opereta no tiene la solemnidad de su prima hermana, la ópera. Lo trágico y dramático de algunas de esas piezas es suplantado con el acercamiento a lo jocoso mediante comedias y utilizando -como en la que nos ocupa- lo satírico, lo irónico, resultando de ello una obra que recrea situaciones que no son muy extrañas a la vida real. El triángulo amoroso -en este caso, una suerte de octógono, o sea la confluencia de varios triángulos- es base de una disparatada solución a los problemas de una nación. Entre amantes desenamorados surge la figura de Hanna, la viuda alegre, que acaba de heredar 50 millones que servirán para salvar el país, siempre y cuando se case con del conde Danilo. A partir de allí comienzan los enredos, la aparición de bailarinas desde vaporosos trajes en coreografías clásicas o con desenfadadas polleras abiertas -y levantadas-, de las típicas bailarinas del famoso cabaret parisino Maxim’s, interpretando el no menos famoso y “atrevido “can can”. Todo bien, pero …Es decir para todos los gustos, una comedia musical en tiempo de opereta -o viceversa- con canciones, música, danzas y comicidad.Los intérpretes fueron muy aplaudidos por un público integrado en gran parte por “gente del palo” (coreutas, cantantes, músicos). Y eso es importante.Con buen sonido, luces correctas, sin efectos innecesarios y con la escenografía salvada con ingenio, la puesta tuvo sin embargo un inconveniente. O dos: el escenario de la Esmu, que resultó chico, en especial para las escenas con ballet. Y el telón de boca que quita a cada lado casi dos metros del ancho del escenario -porque no se abre del todo- y produjo que quienes estuvieron sentados junto a la pared derecha de la sala se perdieran de ver, por ejemplo, al conde Danilo dormir y roncar en un rincón del supuesto salón (E.A.).





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