POSADAS. Detrás de cada uno de esos apellidos hay un día marcado con sangre. También hay una familia que llora y pide justicia. Pero por sobre todas las cosas, cada uno de esos nombres esconde además una realidad difícil de asimilar: cada caso irresuelto equivale a un asesino que camina suelto por las calles.En la edición del último domingo, PRIMERA EDICIÓN presentó la primera parte de un informe especial con los crimenes más resonantes que sacudieron a Misiones en las últimas décadas y que permanecen impunes, como los del ex intendente sanvicenteño Héctor Carballo (56), el ingeniero informático César Pauluk (35), el comerciante Luis Semeguen (72), el aduanero Gabino Sánchez (52), la administrativa Juana Copa (47) y la humilde Ageda Duarte (34) -cuyo caso finalmente podría comenzar a esclarecerse en los próximos días en un juicio a realizarse en Posadas-.Hoy, en la segunda parte, otra entrega de los veinte casos que conmovieron a la sociedad misionera en su momento y que, hasta el momento, siguen sin tener respuestas.Golpear hasta la muerteNo hizo falta esperar los resultados de la autopsia para saber que a Tomás “Moroco” Valdez (34) lo golpearon sin piedad hasta la muerte. El cadáver, con el rostro totalmente desfigurado por los impactos, apareció alrededor de las 10 del domingo 29 de enero de 2006 a unos diez metros de uno de los caminos de acceso a la recordada “playita Heller”, hoy debajo de la nueva avenida Costanera.Valdez era un “trabajador golondrina” de origen paraguayo que realizaba todo tipo de trabajos para “parar la olla”, aunque su especialidad era la albañilería. Como tenía familia en el barrio San Lorenzo de Posadas, era común verlo trabajar en obras en construcción de la capital provincial.Esa mañana, un caminante siguió los rastros de sangre y se topó con el cadáver del paraguayo. Estaba en un malezal con el torso desnudo y tenía puesto un short. A pocos metros había una piedra, también con manchas de sangre, que pudo haber sido utilizada para el golpe final.En su momento, la principal hipótesis habló de una gresca entre compañeros que terminó con la muerte de Valdez, quien solía pescar en la península ya extinta. Esa teoría quedó como tal y el tiempo pasó hasta devorarse la investigación por el asesinato.Grave equivocación Un grosero error en el trabajo de investigación policial es el que permite encasillar el crimen de Raquel Cesarina Cantero Quintana (23), ultimada a golpes el sábado 9 de julio de 2005, en la lista impune.La historia del horror para la joven paraguaya comenzó a las 18 de ese día en inmediaciones de la “Placita del Puente”, en Posadas. La muchacha había llegado a la zona minutos antes y entabló diálogo con un grupo de linyeras que le ofrecieron una “changa” con gruesas de cigarrillo de por medio.Para afinar detalles del “trabajo”, los hombres de la calle la citaron a unos cien metros. En ese lugar, los linyeras se transformaron y trataron de violarla, pero Quintana ofreció tenaz resistencia. Al menos hasta que uno de ellos tomó un elemento contundente -sería un hierro- y la golpeó en el cráneo hasta matarla. Después, para simular un accidente, arrastraron el cuerpo y lo dejaron tendido en las vías férreas.Al principio no hubo mayores pistas y el caso caminaba hacia el silencio. Sin embargo, con el correr de los días aparecieron algunos testigos que inculparon a los cinco linyeras, dos de 20 años, uno de 26, otro de 35 y el restante de 39.Los investigadores llevaron adelante su trabajo y detuvieron a los cinco sospechosos, pero cometieron un error vital: en sede policial, los uniformados prácticamente indagaron a los detenidos, en un procedimiento inválido que atenta contra las garantías constitucionales.Ante ese trascendido y la solicitud de la defensoría oficial de que se declare nulo aquel procedimiento, los imputados negaron su participación en el hecho ante la Justicia, que no halló mayores pruebas de contundencia y debió liberarlos por falta de mérito. Increíble pero real.Crimen macabroAlfredo Raúl Rasftópolo (61) cenaba junto a sus homicidas cuando uno de ellos lo sorprendió desde atrás con un arma de filo de importantes dimensiones que bien podría ser un machete o un hacha. El golpe dio en la base del cráneo y le produjo una importante pérdida de sangre antes de morir.Esa es la principal hipótesis que manejaron desde siempre los investigadores sobre lo sucedido el miércoles 30 de noviembre de 2005, antes de que el cadáver fuera hallado en las aguas del arroyo Apepú, camino a Nemesio Parma.En las primeras horas de diciembre de ese año, una llamada anómima alertó sobre el hallazgo del cuerpo, que yacía prácticamente decapitado en el curso de agua.Cuando comenzaron a investigar, los peritos descubrieron que Rasftópolo era una conocida persona de la “city” posadeña y que en 1997 había sido condenado a prisión por vender droga en una casa del centro. De inmediato, todas las líneas investigativas allanaron el camino hacia un crimen de tinte mafioso vinculado con sicarios paraguayos.Nada pudo probarse entonces. En la autopsia se descubrió que, antes de morir, la víctima había cenado. También, que el corte mortal fue realizado mientras Rasftópolo permanecía sentado. Algo era seguro: lo habían matado en otro lugar y luego llevaron el cadáver y lo arrojaron al arroyo.Entre esos detalles y otros tantos elementos de la investigación, cobró fuerza la teoría de que el hombre podía haber compartido sus últimas horas con los mismos que después le quitaron la vida.Los trabajos continuaron pero el los días pasaron y, “como el tiempo que pasa es la verdad que huye”, la investigación poco a poco se fue enfriando hasta congelarse definitivamente. Hoy, a más de seis años, nunca hubo siquiera sospechosos y el caso sigue en el misterio.Un antes y un despuésQuizás uno de los casos de mayor trascendencia en Misiones durante las últimas décadas fue el crimen de María Elena “Marilyn” Bárbaro (53), asesinada bestialmente a golpes y enterrada luego en el sótano de su propia casa, en Oberá.La mujer sufría una discapacidad motriz y fue hallada sin vida el 19 de abril de 2004, enterrada en en el sótano de su casa, sobre la calle México de Oberá. El examen forense confirmó que su deceso se produjo el 17 de abril por los múltiples golpes que sufrió en el cráneo y en distintas partes del cuerpo.Nunca quedó del todo claro el móvil del crimen, aunque la teoría
principal habla de un robo. Justamente, el Chevrolet Corsa de la víctima fue visto en Campo Viera y en el centro obereño, y posibilitó unir distintos elementos de prueba para dar con los cinco sospechosos.Gabriel Piotroski, Daniel “Chaparro” Núñez, Patricio Dos Santos, Rubén Oscar Schnimg y Matías Ortíz -hijo de la ex diputada renovadora Marlene Carvallo- fueron detenidos al poco tiempo sospechados de haber sido los autores del brutal episodio que conmovió a la provincia y que trascendió a los medios nacionales.Una pericia clave, realizada por efectivos de Gendarmería Nacional, halló rastros capilares de la víctima en el automóvil de Ortíz. Ese elemento fue contundente y complicó al resto de los detenidos. Sin embargo, la defensa presentó un cuestionamiento sobre ese procedimiento que llegó a casación. El Superior Tribunal de Justicia declaró entonces la nulidad de esa pericia y, sin mayores indicios, Núñez, Dos Santos, Piotroski y Ortíz fueron directamente sobreseídos de la causa.El único procesado es Schnimg, quien recuperó la libertad bajo caución juratoria el miércoles 19 de enero de 2011 después de siete años tras las rejas y mientras espera por el juicio oral y público.“Reconocemos que es lo que corresponde porque pasaron siete años sin elevar la causa a juicio oral. Cumplió con el máximo de prisión, pero eso no significa que esté sobreseído. Creo personalmente que todos fueron partícipes en el mismo grado”, le dijo Juana “Ticha” Bárbaro a PRIMERA EDICIÓN horas después de la liberación del único de los imputados que reconoció haber estado aquella noche en la casa de “Marilyn”, donde aseguró haber actuado de “campana”.El próximo martes, cuando se cumplan ocho años del brutal episodio, todo Oberá recordará una vez más el horrendo crimen que sigue inmerso en la impunidad.Apareció muertaCerca del autódromo, en medio de la nada. Allí encontró la Policía el cadáver de Mirta Rosa Fernández (20), una joven que ofrecía sus servicios sexuales en la avenida Santa Catalina de Posadas durante las noches. Era 21 de febrero de 2004 y hacía más de un mes que había desaparecido de todo.El cuerpo estaba bajo tierra cubierto además por una capa de cal. Eso no impidió el trabajo forense, que descubrió que la mataron de varios golpes en la cabeza.Los investigadores iniciaron su trabajo y descubrieron que Fernández había sufrido varias amenazas de muerte por parte de un hombre de unos 38 años contra el que testificó en un juicio por corrupción de menores. En ese entonces, la Justicia lo condenó y el individuo juró vengarse de la muchacha.Al día siguiente del hallazgo del cuerpo, el ex convicto fue detenido y quedó a disposición de la Justicia, que pese a todo no obtuvo pruebas en su contra y debió dejarlo en libertad.Fernández, como Valdez, Quintana, Rasftópolo y Bárbaro, no descansan en paz. Forman parte de ese grupo de crimenes impunes que azotan la memoria de los misioneros. Es una larga lista que continuará con la tercera parte de este informe.
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