PARAJE MONTE HERMOSO. A este lugar se lo conoce también como “ex Capón Bonito” e incluso existe cierta confusión al respecto. Pero cuando uno llega al lugar, atravesando un camino de tierra entre chacras y bosques, de Azara hacia el río Uruguay, la referencia ineludible para no perderse es “la escuelita 78”.Este establecimiento, cumple hoy nada menos que 97 años de existencia. Generaciones enteras de la zona aprendieron a leer y a escribir en sus aulas, y hoy son 23 los niños que se encuentran cursando la primaria allí. Todos deben desandar varios kilómetros para llegar, ya que casi no hay chacras cercanas a la escuela. Algunos niños, como sus antepasados, siguen utilizando el caballo como medio de transporte para ir a clases todos los días. Otra particularidad que tiene este singular establecimiento educativo es que los alumnos habitan en una región que de hacerse la represa de Garabí -si bien la escuela estaría fuera de peligro- los obligaría a un éxodo forzoso.PRIMERA EDICIÓN arribó a la Escuela 78 para conocer por dentro la cotidianidad de este colorido y sacrificado ámbito educativo, y dialogó al respecto con su director, Carlos Kosak, que junto a una docente, representan todo el personal de la escuela.Orgulloso de los alumnos“Esta es una zona que ha crecido en los últimos años, pero de todos modos sigue estando bastante despoblada. En la escuela tratamos de contener a todos los niños de la zona, tratamos de que no hayan chicos sin ir a la escuela, esa es nuestra misión principal”, aseguró el director, Carlos Kosak.“La escuela representa muchísimo para los habitantes de esta zona, acá estudiaron los padres y abuelos de varios alumnos, y es un lugar muy querido por todos, con mucha historia, nada menos que 97 años”, agregó el docente.Monte Hermoso es un paraje que últimamente vivenció un leve aumento de su población a partir de la instalación de una pequeña industria de resinación de pino, que si bien trajo gente de otros lugares, también contrató algo de mano de obra de la zona. Sin embargo mantiene su geografía de chacras separadas por extensas plantaciones o superficies de monte, donde los vecinos están distanciados entre sí por kilómetros.“Los chicos que tenemos sienten mucho arraigo por este lugar y por la escuela. Son niños respetuosos, buenos, que valoran mucho las enseñanzas que se les da. En ese sentido esta escuela es especial, distinta a otras de la ciudad, y la verdad es que me siento muy orgulloso de todos nuestros alumnos”, apuntó el docente y director Carlos Kosak en diálogo con PRIMERA EDICIÓN. Cabalgando a estudiarSi bien puede resultar una postal extraña en otros contextos, por aquí a nadie sorprende ver a pequeñitos a caballo, con sus mochilas en la espalda, rumbo a la escuela. “Es una costumbre que todavía algunos mantienen, y para otros es la única forma de movilizarse. Acá los chicos aprenden a andar a caballo desde muy pequeños”, contó Kosak.Sus palabras quedan demostradas empíricamente, cuando a la hora de la salida, una pareja de hermanitos de no más de ocho años, desata con total sapiencia a un caballo ensillado, y se sube para luego perderse en la picada al galope.“Nosotros preparamos al caballo, son nuestros caballos, y nos traen y llevan todos los días a la escuela. Los dejamos atados, y ellos pastan mientras nosotros estamos en clase. Nuestra casa queda a cinco kilómetros”, contaron los hermanitos. Otra compañerita, hace lo propio en un simpático poni.A nivel edilicio, la escuela se mantiene en buen estado gracias al esfuerzo de la comunidad escolar, ya que como tantas otras escuelas, no cuentan con portero. “Además damos la copa de leche y frutas a nuestros alumnos, con una buena administración, porque a veces los recursos se demoran, pero hasta ahora nunca nos faltó nada”, aseveró el director.
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