Señora Directora: A la Policía de la Provincia la caracteriza la calma, para no decir pachorra. A las cansadas se les reclaman medidas y bueno, de tanto no hacer, van a mirar que pasa. Denuncias no quieren recibir para que no aumenten las estadísticas de la inseguridad y el Ministro se despierte; si hay paciencia y onda o suerte te toman una exposición. La denuncia les lleva trabajo, como eso es tiempo la evitan. Si la toman, quizás, con suerte investigan desde el patrullero y sin bajarse. Salvo que un funcionario les llame y ahí si salen al trote a cumplir el deber. Como manada o jauría a capturar y castigar al delincuente, olvidándose que muchas veces de éstos vienen la orden. Típico de genuflexos. No escribo el significado para que busquen en el mataburro. Quizás así sepan que es el diccionario. Ingresan y terminan en la Escuela de Cadetes, luego de haber leído cuatro páginas de Derecho Civil o Constitucional y ni idea del artículo 14 o 14 bis de la Ley Madre… Y te dicen: “Según la ley xx, Ud., plim plim plim” y sonaste. Nunca tuvieron idea remota de lo que dice la Ley que invocan, pero suena lindo. Y a estos hombres se les da un arma (fatal) y autoridad, término que desconocen. Debemos profesionalizar las fuerzas del orden de la Nación, pero para eso debemos tener Maestros, gente educada en ello; honestos, capaces y entendidos. Hoy la enseñanza se ha puesto muy complicada, y uno que es docente ya no sabe ni qué enseñar, ni cómo enseñar, ni a quién enseñar. La mayor parte de los cuadros sociales y policiales confunde la enseñanza con educación que debería nacer en la casa, en la familia, con instrucción que es otra cosa y allí nos encontramos con que por cada persona que quiere enseñar, hay, aproximadamente, treinta personas que no quieren aprender. Así estamos.
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