Si bien la semana última estuvo signada por el justo y creciente conflicto docente y el estallido hasta lo intolerable de la crisis migratoria en Europa, en Misiones hubo otros hechos que marcaron una constante en las crónicas rojas y policiales de la Provincia; y que van más allá del esclarecimiento del estremecedor femicidio de la joven Horacelia Marasca, que concitó la atención de todos. En esos siete días las rutas y calles misioneras volvieron a ser expresión de una tragedia que por reiterativa y persistente parece ir perdiendo trascendencia, salvo en aquellas ocasiones cuando ella toca de cerca a algún familiar o conocido. Tal el caso, por ejemplo, de la abogada muerta, junto a su pequeña beba, en cercanías de Capioví que también conmovió a la comunidad misionera y de las poblaciones de la zona donde desarrollaba su actividad. A los que se suman otros hechos fatales donde las víctimas fatales fueron un par de motociclistas en Jardín América o varios más donde se troncharon también vidas jóvenes y en su plenitud.Lo cierto es que esta problemática sigue agravándose día a día, pero no se ven y demoran acciones tendientes a modificarla, así como muchos conductores parecen no tomar conciencia del riesgo que corren ellos –y terceros inocentes- cuando por impericia, descuido o desaprensión asumen actitudes que los ponen en riesgo o donde la más pequeña de las contingencias o percances pueden desencadenarla, con vehículos cada vez más veloces, aunque también más seguros.Respeto de las reglas viales, estricto control de su cumplimiento y educación vial son tres pilares necesarios, pero no los únicos, para modificar ese panorama y hacer más seguro el transitar, aunque para ello se requieren acciones conjuntas de autoridades, conductores y peatones que deben asumir con responsabilidad la parte que les corresponde. Ese esfuerzo contribuirá además a una mejor convivencia y orden en la cotidianidad de cualquier comunidad, a lo que, por lógica, debe sumarse el respeto a sí mismo y los demás.
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