Por ello, un amigo se puede convertir en la persona más importante en nuestras vidas y en una mirada cómplice, donde no hacen falta palabras, una compañía sincera donde no existe el temor a decir lo que se piensa y un consuelo verdadero en esos momentos de angustia. Es la compañía perfecta para compartir un momento de alegría. De todas las personas, el amigo es aquella con la que elegimos estar. Se convierte en nuestro redentor al término de una confesión y elige estar a nuestro lado a pesar de nuestros pecados. Una amistad que está cargada de sentimientos que la hacen más fuerte y duradera, incluso más que el amor. Es así que recordé una entrevista a Jorge Luis Borges en la que respondió la diferencia entre la amistad y el amor en pareja: “Es que la amistad no necesita frecuencia. El amor sí. El amor está lleno de ansiedades, un día ausente puede ser terrible, pero yo tengo tres o cuatro amigos a los que veo una o dos veces al año”. El hombre es un ser social por naturaleza, siempre estará en contacto con otros para su bienestar emocional, pero el amigo es el que se transformará en ese hermano que elegimos para la vida.Todos tenemos el mejor de los recuerdos de la verdadera amistad, que es la que se da en la niñez, aquel amigo con quien descubríamos los secretos de las siestas donde trepábamos árboles y jugábamos horas y horas en el patio de atrás, donde las tardes se transformaban en una fiesta cuando tomaba la merienda en casa. Esa amistad tan pura e inocente que pensamos que nunca se terminaría, aunque a pesar de las distancias, se mantiene viva en lo mejor de nuestra infancia. Esto me trae nuevamente a un presente virtual y donde en las redes sociales encontramos encerrados miles de contactos, pero ninguna mirada sincera, ni siquiera un hombro para llorar. En la actualidad, muchos adolescentes crecen en la soledad de lo moderno, sin pensar que este “nuevo” tipo de amistad los llevará a un mañana sin nada que atesorar en el corazón. Sin descubrir que lo mejor de la vida se encuentra junto a aquella persona que nos hace llorar de risa, hasta que nos duela la panza.Es por eso que aquel que tiene un amigo y puede sentirlo abiertamente, realmente tiene una de las relaciones más preciadas en este momento en el que -en muchos casos- predomina el egocentrismo. Una amistad que nos hace abrir la puerta de nuestra casa para compartir un rico vino acompañado de largas charlas. Una amistad que siempre permanecerá adolescente; cargada de bromas y pícaros recuerdos y la complicidad del primer cigarrillo o revivir en cada encuentro aquella cancha de tierra, donde se disputó un reñido partido que terminó en empate y nunca pudimos terminar. Incluso, volver al tarareo de esa música con un largo cabello enredado de rebeldía, donde compartíamos los mismos sueños en un futuro que nos encontraría juntos.Una amistad que no envejece ni se olvida, simplemente se interrumpe por un tiempo cuando llega alguna dulce mujer a nuestras vidas y con ella los hijos, que hacen que nuestra vida gire para formar una familia. Pero ese sentimiento puro y fraterno permanecerá ahí inalterable para un nuevo encuentro, que muestre que el tiempo no pudo cambiar ese sentimiento. Incluso, la amistad tendrá muchos matices: “amigos con derecho”, “amigovios”, “por conveniencia”, “virtual” y “a distancia”, entre otros, pero todos ellos encierran la elección y un cariño mutuo entre personas que eligieron estar juntas compartiendo un momento único y que muchas veces se convierte en una historia inolvidable. PorRaúl Saucedo [email protected]
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