La liturgia de este domingo nos invita a contemplar cual es la voluntad de Dios en el camino de nuestras vidas, pues él nos dice que nuestros caminos no son siempre sus caminos y que tampoco lo son nuestros planes. Normalmente y con gran frecuencia nos encontramos con personas que condicionan la conducta del Señor a su propia conducta y que reducen a sus planes humanos, los planes del Señor sobre su vida y sus actividades y categorías de justicia y de bondad. También algunos creen que Dios no tiene que ver en sus vidas, que ella les pertenece según sus planes, y que en estos planes está la voluntad del Señor.Dios y sus designios están muy por encima del hombre “mucho más que el cielo de la tierra” (Ib.9) Y es por esto que el hombre, muchas veces, no puede comprender los planes de la providencia, o los rechaza, o debe aceptarlos con humildad sin pretender juzgarlos.Jesús nos muestra esta enseñanza, a través de la parábola de los obreros de la viña (Mt.20,1-16) “El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer, salió a contratar jornaleros para su viña, se ajusta con ellos en un denario y los manda al trabajo, pero le hacen falta más obreros y sale otra cuatro veces a la plaza a buscarlos, sucesivamente hasta el final de la jornada…a la hora del pago da tanto a los de la primera hora un denario como a los de la última hora. Surge la reacción tan propia de los hombres, la protesta, porque el patrón dio lo mismo a los que comenzaron a trabajar a la primera hora como los que trabajaron desde la última… “estos últimos han trabajado solamente una hora y les das lo mismo que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día, el bochorno de la tarde”; pero el propietario le responde “amigo, no te hago ninguna injusticia, ¿No nos ajustamos en un denario? Si quiero dar a este que es el último lo mismo que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?” (Ib. 12-15).Aquí la intención del Señor no tiene nada que ver con la doctrina del justo salario o de las doctrinas sociológicas… Tampoco está a favor de la injusticia en este orden; sino que trata de mostrarnos que el Reino de los Cielos se basa en principios muy diferentes de los que regulan las relaciones humanas. Dios siendo su fuente nos muestra como en su Voluntad es misteriosamente libre y personal. Llama a quien quiere y como quiere y cuando quiere; no cuando quiere el corazón del hombre, sino según su infinito parecer. Por ejemplo extiende la salvación a los que han sido llamados últimos -los paganos- y les concede la misma gloria que a los primeros y aún a los que han permanecido fieles a su llamado. Da a los pecadores convertidos la misma gloria que a los que han permanecido inocentes durante su vida. Llama a su servicio no siempre al justo y que desea servirle, sino al pecador y que tanta veces encierra en sus corazón planes distintos a la voluntad del Señor.Es el misterio también de aquella frase -los últimos serán los primeros- Esto nos muestra que Dios es el dueño de nuestras vidas, él dispone de ellas, fuera y más allá de nuestros propios planes. Aceptar la voluntad del Señor y gozarse de ella nos hace verdaderos obreros del Reino de los Cielos. Debemos dejar en claro que la parábola no pretende alentar a los holgazanes y perezosos que no estuvieron buscando trabajo a primera hora, dejando para la última hora la conversión y el servicio de Dios; sino enseñarnos que Dios puede llamar a cualquier hora y que el hombre debe estar pronto a responder su llamado. Cualquiera sea el momento en que es llamado. Buscar la voluntad del Señor sobre nuestras vidas, como el dueño de ellas, esa es la tarea del cristiano y nunca anteponer los propios planes a los de Dios, ni pensar que los primeros tendrán más gozos que los últimos, porque los caminos del Señor son inescrutables.Que María que vivió cumpliendo la voluntad del Señor, nos ayude a escucharle.
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