Tal como el año pasado, PRIMERA EDICIÓN entrevistó al hombre domiciliado en Eldorado. Y pese al paso del tiempo, la situación es la misma: no hay novedades en relación a una búsqueda que se inició el mismo 14 de agosto de 2013. De la desesperación del principio, Antonio y los suyos pasaron a la frustración. Y por lo menos él, también a la incredulidad. Es que cuatro años hicieron mella en lo que le quedaba de esperanzas. “Cuesta decirlo, pero lamentablemente yo no creo que esté con vida. Una vez alguien me dijo que se fue para Paraguay, pero si así fuera, ya se habría comunicado con alguien”, dice el entrevistado, quien pese a todo reconoce que no olvida y que aún extraña a Andrés.Desprendido de esa posibilidad de volver a verlo, Antonio tiene una teoría sobre lo que sucedió con su hermano. “Para mí lo mataron y tiraron en el lago Urugua-í. Porque de la manera en que se lo buscó, es imposible que esté en aquel lugar de monte o que lo haya matado algún animal. Ningún rastro se encontró de él”, dice el entrevistado, quien apunta directamente sobre los “ñandúes”, los cuidadores de la zona de monte que fueron los últimos en verlo con vida e incluso le sacaron la última foto.Según declararon ambos en su momento ante la Justicia, se toparon con Estepa y le dijeron que se marchara. Para Antonio, claro está, eso no fue lo que sucedió: “En esa foto que ellos le sacan, la forma en que está el codo es como que lo están encañonando. Pero además, por qué no contaron que tenían esa foto, lo hicieron días después”.La última ilusión de encontrar algo de su hermano tuvo lugar en julio de 2016, cuando cerca del lugar donde Andrés se perdió aparecieron restos humanos. Sin embargo, posteriormente se confirmó que pertenecían a otra persona. “La verdad es que extraño mucho a mi hermano, pero ya me tuve que hacer la idea que no voy a volver a verlo. Duele pero es así”, se confiesa Antonio.Estepa salió de su casa en el barrio San Cayetano de Wanda en la mañana del miércoles 14 de agosto de 2013. Un amigo lo llevó hasta el Paraje Esperanza Centro, a casi veinte kilómetros de Esperanza. Iba a cazar y debían buscarlo por la tarde. Sin embargo, Andrés jamás regresó al punto de encuentro.Su propio hijo, sus hermanos, sus amigos, todos salieron a buscarlo. Más tarde, una vez que se radicó la denuncia, casi 50 policías rastrillaron la zona, pero no encontraron siquiera un rastro que permitiera aferrarse a alguna hipótesis. Nada cambió en estos cuatro años.“Nunca dejo de pensar en él. Varias veces soñé que estaba con él, que estaba pescando, sentado en unas piedras. Una vez lo vi en un pantano, estirándome la mano y pidiéndome ayuda. No importa si nosotros ya no estamos. Solo espero que alguna vez alguien encuentre algo para que la memoria de mi hermano, por fin, descanse en paz”, pide Antonio.
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