Desde hace 8 meses, entre las 5 y las 6 de la mañana, se produce un movimiento inusual debajo de uno de los nodos viales (especie de puente elevado) próximo a La Salada de Garupá. Allí debajo, un grupo de ocho puesteros (desocupados devenidos en vendedores) junto con un grupo de taxistas y remiseros encontraron un lugar para “rebuscarse”.Algunos están trabajando hace ocho meses, otros un poco menos; pero en general se conocen y se apoyan entre todos. Para realizar la actividad, dicen contar con autorización del municipio de Garupá y que “no es un espacio inseguro” pese al movimiento de vehículos.“La gente de los alrededores ya se está habituando y nos compran a menudo. Lo que hacemos nos ayuda a salvar el día a día”, contó Daniel un excamionero, desocupado hace mes y medio quien vende comida al paso para poder mantener a sus hijas pequeñas. En una recorrida de PRIMERA EDICIÓN para conocer la realidad a la cual enfrentan, estos hombres y mujeres de trabajo se mostraron amables y conversadores. La franja etaria promedio va entre 35 a 60 años, todos están desocupados, algunos porque perdieron sus fuentes laborales y otros porque nunca lograron insertarse en el mercado formal de empleo. Se suelen quedar hasta las 5 o 6 de la tarde; pero, los fines de semana, a causa del movimiento que hay en las inmediaciones (tanto en una pileta privada muy concurrida como en la feria La Salada) “estiran” un poco más la presencia porque la demanda es buena, contó María Luisa Cabrera (65), la mayor de todos pero al mismo tiempo la “más nueva” porque empezó a vender hace un mes.“Antes vendía directamente en mi casa, pero como la venta bajó demasiado me animé a venir un día. Estoy contenta acá. Nos ayudamos entre todos, nos miramos las cosas, y es un lugar seguro”, dijo a este Diario mientras mostraba sus artículos: sandalias y zapatillas usadas, gorros para el sol y algunas que otras chucherías para niños. La mujer contó que compra la mercadería al por mayor desde Brasil donde está en desarrollo un fuerte mercado de éste tipo de artículos. Indicó María Luisa: “Mis clientes ya conocen la calidad de los artículos, que pese a tener uso, son de excelente calidad y todos están en perfecto estado”. “Se vende bastante bien, no para hacerse rico pronto (bromeó) pero la gente viene a mirar y algo lleva. Tengo sandalias de verano a 120 pesos – todos los modelos tienen un precio único- y poseo algunos pares de zapatillas que están entre 150 y 180, son artículos que se venden mejor en verano”, contó la abuela. Verduras y frutasClaudia y su esposo tienen un puesto de verduras bastante surtido, vistosas lechugas y las hortalizas básicas para una buena sopa o guiso.Tres veces por semana, a las 4 de la mañana llegan hasta el Mercado Central con las expectativas de conseguir buenas ofertas para revender a precio económico.“No está fácil conseguir nada. Lo que más nos inquieta es cómo cambian los precios de un día para el otro. Si por ejemplo, vamos un lunes a comprar, la bolsa de papa vale 120 pesos, pero cuando vamos el miércoles ya vale 180 pesos. Es lo que más cuesta explicar a los clientes, que no es por abuso nuestro sino que remarcamos porque es el precio que sube de un día para el otro”, contó la joven.De todas maneras, se mostró satisfecha de poder atender el puesto “porque es una manera digna de ganar el pan. A estar esperando la caridad de un plan social, preferimos ganar nuestro sustento trabajando”, argumentó. Indicó la muchacha: “Estamos muy agradecidos al intendente de Garupá (Luis Ripoll) quien atendió a nuestro pedido para ubicarnos acá. No tenemos posibilidades de alquilar un local o lo que sea, ninguno de los dos tenemos trabajo y esta fue la única manera de hacer unos pesos dignamente”. Comida al pasoEn la esquina, en un espacio próximo a la colectora para ingresar a los barrios Santa Clara y Garupacito, el aroma a carne asada envuelve en lugar. Son pasadas las 11 de la mañana y Daniel empieza a tener a punto cuatro chorizos para cumplir con un pedido express. “Yo soy camionero, lo fui toda la vida, pero me quede sin trabajo hace cuatro meses. Estas fueron fiestas de Fin de Año muy difíciles. El sector del Transporte no está en su mejor momento”.“Conseguí este lugar para poder vender y los elementos para cocinar hamburguesas y choripanes. Hace un mes y medio que estoy acá, por ahora tengo la posibilidad de salvar el día. Tengo hijas y no me puedo quedar en casa”.El hombre cocina hamburguesas, con medallones caseros. La completa, con lechuga, tomate, aros de cebolla, pepino, huevo, jamón y aderezos los comercializo a 30 pesos y los choris a 20 pesos. “Como no puedo ir a comprar los insumos al por mayor, sino que compro lo que voy vendiendo y salvo para el día. No me puedo quejar hasta ahora”.El hombre explicó que sus principales compradores son el grupo de remiseros que tienen su parada en aquel punto y de mismos puesteros que trabajan a su lado, quienes prefieren comer algo al paso que tener que dejar solas sus mercaderías para ir a almorzar.“Cuando la pileta está funcionando a pleno y hay movimiento en los grandes comercios de los alrededores se trabaja bien”, contó agradecido. Fotos: J.C. Marchak
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