Quienes nos ocupamos de tratar pacientes con afecciones psicológicas, no podemos desconocer que muchas de sus manifestaciones están influidas, en buena medida, por ciertas características de cada época en particular. Los estudios estadísticos demuestran que existe cierta correlación entre el aumento o proliferación de determinados cuadros clínicos y el momento histórico socio-cultural, vale decir, la época en que se producen. Este fenómeno es sumamente complejo y merece estudiarse desde múltiples disciplinas científicas como la sociología, la antropología, la filosofía, la economía, etc., entre las que el psicoanálisis ofrece valiosos aportes para reflexionar sobre la incidencia de aspectos de la actualidad socio-cultural en el campo de la psicopatología. El problema es tan vasto y complejo, y los cambios se producen tan vertiginosamente, que aquí sólo podemos considerarlo en términos muy generales. En la actualidad se pueden mencionar dos cuestiones que, de algún modo, marcan el estado de las relaciones sociales. Por un lado, estamos en presencia de los efectos del desmoronamiento de la función paterna que, a nivel social, se traduce en la caída del principio de autoridad, el debilitamiento de los límites y del respeto por el otro bajo la forma del “todo vale” ; y por otro lado, se percibe un insistente llamado a disfrutar en todo momento y lugar, sin que importe la diferencia entre lo público y lo privado, una permanente estimulación del placer y del goce desenfrenados que, a nivel social, se traduce en términos de excesos en el consumo de alcohol y drogas e incluso del ejercicio de violencia en sus diversas modalidades. Todo ello en el marco de un ostensible individualismo que, en muchos casos, deja como consecuencia vivencias de vacío, desamparo y abulia. En este contexto se presentan síntomas y cuadros clínicos que hasta hace un tiempo no eran tan frecuentes, pero en la actualidad ocupan el primer plano en las consultas. Por caso, vale mencionar toda una gama de problemáticas que pertenecen a lo que ha dado en llamarse “patologías del narcisismo” en las cuales se descubren ciertas características propias vinculadas con un déficit en la constitución de la personalidad. En las patologías del narcisismo estamos en presencia de un yo deficitario que está amenazado por la desintegración, la desvalorización o la sensación de vacío interior; asimismo, son frecuentes las vivencias de desamparo y amenaza que los pacientes intentan compensar mediante ciertos recursos para calmar la angustia y el dolor anímico. En el caso de las depresiones, por ejemplo, para compensar el sentimiento de la propia desvalorización los pacientes recurren a la permanente demanda de amor y admiración del otro; los pacientes adictos en cambio para compensar las sensaciones de vacío y dolor anímico recurren al uso de sustancias tóxicas, y los pacientes impulsivos con severos trastornos vinculares suelen recurrir a la violencia, donde sólo cuenta la puesta a prueba de la propia omnipotencia. Con respecto a los excesos es ilustrativo un fenómeno de moda entre los adolescentes al que se denomina “la previa”, consistente en la ingesta desenfrenada de alcohol como requisito sin el cual no hay plan posible ni salida para divertirse. En esas reuniones se registra el mayor consumo de bebidas alcohólicas y en muchas ocasiones pasa a ser un fin en sí mismo que suele terminar con hechos de violencia o desenlaces fatales. Esta práctica parece estar dominada por el imperativo de diversión, de desinhibición e intoxicación para “pasarla bien”, que paradójicamente pone en cuestión la ilusión de libertad que acompaña la falta de límites. En el fondo se trata de gozar de los excesos sin espera y sin otra motivación que el aturdimiento.En la actualidad parece necesario vivir en un estado de festividad permanente al que Umberto Eco, no sin cierta ironía, denomina “carnavalización” de la cultura. Frente a ese clima de jolgorio generalizado cualquier signo de duelo, tristeza o retraimiento corre el riesgo de diagnosticarse como una depresión, sin tener en cuenta que tal cuadro clínico tiene sus características específicas. La depresión, en efecto, también es una problemática de frecuente aparición en nuestros días a la que algunos autores llaman “la gran neurosis contemporánea”. Los cuadros depresivos, considerados en términos generales, varían desde los estados de duelo normal hasta problemáticas más severas en las que surgen ideas de desvalorización o de ruina personal.La depresión puede situarse a partir de determinadas coordenadas como el deseo, el tiempo y el amor. Por un lado, representa un estado de decaimiento de la voluntad como deseo, el sujeto se queja de un malestar difuso, de una inapetencia para vivir, de una imposibilidad de desear y de actuar conjuntamente a la manifestación de sentimientos de incapacidad, agotamiento, angustia e insomnio que acompañan el cuadro en proporciones diversas. Por otro lado, hay un aspecto de la cuestión que concierne a la relación del sujeto depresivo con el tiempo y con una forma especial de repetición marcada por el retorno de lo mismo. El sujeto deprimido permanece atrapado en un tiempo circular y tiene la impresión de que, haga lo que haga, siempre retorna la tristeza y el desasosiego. El tiempo aparece como una entidad sin contornos definidos, sin porvenir y sin verdadero pasado: el sujeto permanece aferrado a la repetición como retorno de lo mismo, sea de la desdicha o de la impotencia. Hay una lógica circular que estructura su relación con el tiempo y constituye una negación de toda historia posible; y aun cuando el sujeto deprimido menciona lo que ha salido mal en su vida reduce todo a un presente efímero sin pasado ni porvenir.En lo que concierne al amor se constata una imperiosa demanda al Otro que, sin embargo, suele estar disimulada. El sujeto deprimido afirma no merecer la menor atención, aunque se trata de una forma de la demanda de ser amado, vale decir, que pese a su indignidad quiere ser el elegido a cualquier precio. No es infrecuente escuchar sus quejas sobre el sentimiento de exclusión: no tiene lugar en ninguna parte, no lo quieren y no se fijan en él. Sin embargo, en muchas ocasiones reconoce sus exigencias imperiosas y totalitarias de amor, y supone que por eso es o ha sido rechazado. Así pues, se constituye un círculo en el cual demanda tanto más amor cuanto que se siente rechazado, y teme tanto más hacerse rechazar cuanto que su demanda le parece exorbitante. Pero ese laberinto parece tener la función de acrecentar su sufrimiento por ser un miserable o un paria. Si los síntomas interfieren la posibilidad de trabajar, de dormir, comer o disfrutar, estamos en presencia de una depresión mayor con síntomas incapacitantes: persistencia de ansiedad, sentimientos de desesperanza, pesimismo, culpa e inutilidad, pérdida de interés generalizado, insomnio, fatiga e inquietud, dificultades de concentración y trastornos de la memoria. Entre otros tantos fenómenos psicopatológicos que hoy se presentan en la consulta, constatamos la reciente aparición de autoagresiones que consisten en taj
earse los brazos para sentir dolor pero sin intención suicida. Su reciente aparición, sobre todo en las adolescentes, nos ha llevado a investigar el problema con un equipo de colegas de la Universidad Católica de las Misiones (Ucami). Así pues, notamos que los cortes son producidos para evitar un padecimiento mayor, que por lo regular tiene que ver con una decepción amorosa cuyo dolor se manifiesta insoportable y frente al cual las pacientes prefieren sentir dolor físico porque, según refieren, resulta ser más soportable. Al no poder tolerar la angustia y el dolor anímico recurren al cuchillo. Además parece tratarse de un recurso para comprobar que su cuerpo no desaparece en el abismo de la decepción amorosa y confirmar la consistencia de su precaria identidad. Entre otras cosas se descubre una enorme dificultad para la elaboración simbólica de los duelos.En síntesis, en la actualidad se presentan variadas y nuevas patologías que significan desafíos para nuestra investigación en el campo del psicoanálisis. Colaboración: Prof. Dr. Omar MosqueraDoctor en Psicología y Profesor Titular de la materia Teoría psicoanalítica freudianaUniversidad Católica de las Misiones – UCAMI





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