Eran cerca de las 12:30 del 2 de febrero de 2015 cuando una patrulla del Séptimo Batallón de la Policía Militar avistó un Honda Civic que era remolcado por una máquina debido a un desperfecto mecánico. En esa carretera de la localidad brasileña de Tiradentes do Sul eran detenidos Evandro Scholer, Régis Da Silva Lópes, Alex Lima Schmitz y Arlindo Da Luz, cuatro de los seis o siete feroces criminales que participaron del asalto al banco Macro de esta ciudad, donde asesinaron a sangre fría al policía misionero Roberto Omar Ballesteros.Ahora se supo que la pistola nueve milímetros del cabo primero, que luego sería ascendido post mortem a suboficial mayor, fue hallada en medio de un monte junto a un fusil calibre .30, chalecos antibala, municiones y otros elementos utilizados en el robo que dejó una huella indeleble en la memoria de todos los habitantes de El Soberbio.El hallazgo del arma reglamentaria de Ballesteros es una pieza clave en el andamiaje probatorio contra los cuatro detenidos, que en un principio fueron alojados en la cárcel de Ijuí y luego, con el devenir de la investigación, al presidio de la ciudad de Charqueadas, distante a unos 58 kilómetros de Porto Alegre.Aún no se realizó el juicio en que serán juzgados estos delincuentes, todos con un frondoso prontuario de causas vinculadas al narcotráfico y el contrabando.Régis da Silva Lópes, considerado uno de los más temibles de la banda, al parecer gozaba del beneficio de la libertad condicional al momento del hecho.Todos están procesados en la Novena jurisdicción criminal de Comarca, Porto Alegre.Durante el juicio, quizás, se sabrá quién gatilló el arma que acabó con la vida de Ballesteros.La banda se dio a la fuga con un botín de dos millones de pesos, de acuerdo con las mismas autoridades de la entidad bancaria. Parte de la banda huyóParte de la temible banda de criminales de Brasil, que atravesó en forma clandestina el río Uruguay para sembrar el terror en El Soberbio, jamás fue capturada.Tampoco se recuperó un solo peso de los dos millones que se llevaron los asaltantes, en el contexto de un sinfín de versiones respecto del destino del botín.Palabras más, frases menos, lo cierto es que los billetes no estaban en manos de ninguno de los detenidos en la localidad brasileña de Tiradentes do Sul.El informe remitido por la mismísima Policía Militar de Brasil detalló que en el procedimiento de captura de incautaron “, uniformes militares; un fusil calibre .30; una pistola calibre 9 mm;?chalecos antibalas, pasamontañas; ropas negras y municiones del mismo calibre que el fusil”.El gran interrogante es el destino que se le dio al dinero. Ninguno de los detenidos habló jamás sobre el botín, aunque se acusaron unos a otros respecto de quién fue el que mató de un disparo al policía Roberto Omar Ballesteros.El cuarteto sospechoso fue alojado en un principio en la cárcel de Ijuí y luego, con el devenir del proceso, trasladado a la prisión de máxima seguridad ubicada en la localidad brasileña de Charqueadas, distante a 58 kilómetros de Porto Alegre.Uno de los robos más violentos de la historia criminal de la provinciaRoberto Omar Ballesteros iba adelante de los criminales, junto a otros clientes que esa mañana tuvieron la mala fortuna de ingresar al banco Macro y que en ese preciso instante eran usados de escudo humano. El cabo primero estaba indefenso -adentro lo habían desarmado-, pero no fue atenuante para que uno de los asaltantes lo ejecutara de un balazo por la espalda, como matan los cobardes.La sangre fría del asesino y la explosión del arma estremecieron aún más a los vecinos que afuera de la entidad seguían las alternativas de un episodio que no terminaban de creer y menos de entender.Todo comenzó a las 8.15 de aquel trágico lunes 2 de febrero de 2015 cuando un grupo comando de entre seis y siete feroces criminales ingresó en el interior de la entidad bancaria y redujo a los clientes. También al único policía que custodiaba la sucursal financiera.Afuera, otro de los cómplices afectuaba disparos intimidatorios con un fusil para mantener a rayas a los que osaran resistirse. El estruendo de las explosiones parecían de munición antiraérea y movilizó rápidamente a los efectivos de la comisaría local, ubicada a pocos metros de allí. De repente una camioneta de Gendarmería Nacional dobló raudamente en una esquina, a unos cien metros del banco, y un proyectil de fusil agravesó el parabrisas delantero. No mató a uno de los gendarmes porque llevaba puesto el chaleco antibalas.Después de matar a Ballesteros, los asaltantes escaparon con dos rehenes en una camioneta 4×4. Los abandonaron antes -supuestamente- de atravesar el río Uruguay rumbo a Brasil.La Policía y GN fueron tras ellos. De inmediato se dio intervención a las fuerzas de seguridad de ese país lo que permitió la captura, al filo de las 12:30 de aquel 2 de febrero, de cuatro sospechosos.Una máquina remolcaba el Honda Civic en que se movilizaban después de cruzar el río Uruguay que, para mala suerte de ellos, sufrió un desperfecto mecánico.Con información concreta, suministrada por medios electrónicos por la Policía de Misiones, la Policía Militar de Brasil arrestó a los cuadros fugitivos que no tenían el dinero robado con ellos.
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