No obstante saber que la mayoría del pueblo misionero ya tomó decisión negativa a la construcción de megarrepresas hidroeléctricas en toda su jurisdicción geográfica, hay todavía quienes insisten en apoyar esa supuesta solución para Misiones a través de Corpus y Garabí. Esta suerte de conflicto se inició ante los dichos del ministro del Interior, Rogelio Frigerio, que aseguró “que hay que aprovechar una de las riquezas mayores que tiene Misiones y que es la energía hidroeléctrica”. Pero, muy pronto, y ante la decidida oposición de los grupos ecológicos misioneros, el gobernador Hugo Passalacqua reconoció que había que consultar con el pueblo en plebiscito su posición según cuanto manda una ley específica y, el propio presidente Mauricio Macri, días después, reconoció que el pueblo de Misiones a través de un referéndum se sabrá si está de acuerdo o no con las presas. De esta manera, al menos, se pudo dar por terminado este supuesto conflicto. Pero quienes no respetan el histórico plebiscito del 14 de abril de 1996, donde el 88.63% de los misioneros votaron contra las represas, en particular contra el proyecto Corpus, ahora pretenden sumar al gobierno provincial para que encabece una campaña para que la ciudadanía acepte y sepa los supuestos beneficios que se producirían por ese sistema “a un costo mínimo ya que se utiliza al agua para producir energía y si no se la usa se pierden millones de pesos por día”. Asimismo, con total desparpajo se sostiene que gracias a esas obras Misiones podrá progresar y producir trabajo genuino para sus habitantes. En esta falsa dialéctica no dicen nada respeto a que terminado Yacyretá con graves perjuicios para nuestra población, contando con esa represa en nuestras propias narices, seguimos pagando la energía eléctrica más cara de la República Argentina; que las inundaciones y los numerosos perjuicios que producen son responsabilidad directa de Yacyretá como también de Itaipú, pero fundamentalmente de las numerosas represas del Brasil. Tampoco debe olvidarse las graves enfermedades que trajeron en este sector del continente que, antes de esa infernal presencia, no era tan necesario como imprescindible protegerse con repelentes y menos con “mosquiteros” en puertas y ventanas ya que antes de esas presas si el ser humano era picado por un mosquito no corría riesgo de ninguna enfermedad; que tampoco es cierto que las represas producen energía al menor costo de cualquier otro origen, ya que supone una inversión de miles de millones de dólares contra casi nada utilizando al Sol, el aire o la biomasa con los desechos de la foresto industria aquí en Misiones que, en muchos casos, el 30% no se utiliza; que, aunque se quiera negar, justamente por haberse construidos tantas represas en esta zona caracterizada por un clima tropical como subtropical, con una temperatura promedio de 45°C, aquí, en Misiones, por las lluvias se registraba hasta 1.800 milímetros por año, últimamente ya supera los 3.000 milímetros con graves consecuencias para los pueblos costeros del Uruguay, el Paraná y el Iguazú, pero también para la producción agrícola, especialmente para los productores de verduras y hortalizas; que quienes mienten sosteniendo supuestos beneficios en la región, en contraste con lo que ocurría muchos años atrás. Ahora las lluvias torrenciales que afectan a casi la mitad del país, en estos últimos días, desde Formosa, pasando por Corrientes, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba, los perjuicios al agro como a la ganadería suman ya millones de dólares que no podrán ingresar a la economía nacional que tanto necesita en los momentos que asistimos. Preocupado el presidente Macri anunció que se proyectan obras hídricas inteligentes “para impedir que uno le tire agua al otro” con grandes inversiones en infraestructuras, pero lo indiscutible será prohibir definitivamente la construcción de presas hidroeléctricas en las zonas tropical y subtropical del país y, fundamentalmente, gestionar y exigir al Brasil que haga lo mismo. Sin olvidar que en la mayoría de esas gigantescas obras jamás se consultó o respetó a la Argentina para su aprobación, por ser los ríos Iguazú, Uruguay y Paraná compartidos con ese país, como ocurrió con Itaipú, que se hizo sin esclusa para su dominio y que, al cerrar el cauce de las aguas para llenar la presa, apresuró sorpresivamente las del Iguazú, destruyendo los muelles de hormigón de ese puerto sin que hasta ahora se haya reconocido resarcimiento alguno. Si Brasil sigue haciendo lo mismo y no acuerda con la Nación Argentina el control de sus represas para evitar constantemente las aperturas de sus compuertas sin avisar con tiempo esos caudales torrentosos, seguirán las inundaciones, principalmente en la Mesopotamia con extensión al centro del país con las consecuencias de perder la Argentina su excepcional posición como productor de materia prima y alimentos manufacturados para más de 400 millones de seres humanos del mundo y que garantiza miles de millones de dólares para el progreso y porvenir de los argentinos con la creación de genuinos puestos de trabajo y la eliminación de esa indigna forma de afrontar la desocupación a través de los famosos subsidios sociales. Pero si cada año se repite este fenómeno, será muy difícil tratar de rescatar esas valiosas producciones agropecuarias y mucho menos pretender incrementarlas, porque en ambos casos se necesitan varios años.
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