Abandono, desidia y desprecio hacia el pasado de la ciudad de Posadas parece ser la síntesis de la suerte que han corrido los ferrobarcos “Roque Sáenz Peña” y “Ezequiel Ramos Mejía”, que poco a poco van desapareciendo por efecto del tiempo y la corrosión de las aguas frente a las costas de Nemesio Parma. Muchas mentiras e hipocresías de los múltiples funcionarios que tuvieron -y todavía tienen- responsabilidad en el mantenimiento y la conservación de esos dos navíos históricos que por más de medio siglo permitieron la unión por vía férrea entre la capital misionera y Encarnación o, mejor aún, hermanar Argentina y Paraguay.El esfuerzo de un grupo de personas, entre las que –aún siendo injusto por olvidar a otras– se recuerda al incansable “Manchi” Oviedo permitió al principio su preservación y la apertura en uno de ellos de un museo ferroviario. Ambos, ferries y museo, declarados en su momento como pertenecientes al patrimonio histórico de la ciudad, pero después, ya en este milenio, olvidados y arrumbados sin destino a la vera de la naciente avenida costanera, desoyendo los reclamos de quienes pretendían -y aún anhelan- salvar a esos testigos de buena parte de la Posadas y Misiones del siglo XX.Se los sacó luego de la vista pública trasladándolos a otro punto de la costa paranaense. Pero aún hay posadeños y misioneros que los tienen presentes y que pretenden rescatarlos de la maraña de funcionarios y burócratas que dicen, pero nada hacen.Hubo múltiples promesas, sólo promesas, de quienes en estos años tuvieron alguna responsabilidad en su rescate, pero en ninguno de esos compromisos se avanzó con seriedad. Y aunque hubo quienes salieron a responder los reclamos en los medios de los “amigos de los ferries” por ese despropósito, el desinterés y el desconocimiento e incumplimiento de la palabra dada fue la regla que sigue repitiéndose. Hasta hoy en que esa saga pareciera próxima a su final por funcionarios que declaman, pero ignoran lo que importa. Olvidar es peor que el morir.
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