La advertencia efectuada unas semanas atrás por el titular de la Sociedad Rural respecto a la actitud del supermercadismo que subió el precio de la carne al consumidor en los primeros meses del año, pese a la baja del valor del ganado en pie, no tuvo la atención que merece, teniendo en cuenta el peso del producto en la canasta alimentaria y la influencia que ejerce sobre el nivel general de precios. En un momento como el actual, la diferencia entre un precio mayorista que baja, y que por lo tanto aumenta la ganancia del intermediario, y la venta del mismo producto al consumidor con un precio sensiblemente mayor no se explica por la habitual imputación a la cotización del dólar, y sólo se entiende como una interesada remarcación. Lo que se observa es que nuevamente se intenta descargar inmoderadamente el costo de expectativas negativas sobre un consumidor indefenso y sin capacidad de reacción por la falta de competencia, dado que el rubro de la comercialización de alimentos sigue respondiendo a un modelo de concentración monopólica.Además de la crítica situación del consumidor, desbordado por la pérdida de poder adquisitivo y los aumentos desproporcionados de precios y tarifas, recientemente la propia Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas alertó, en su último informe , que el consumo popular de carne vacuna muestra “preocupantes señales de debilidad”. “El consumo, que todavía es el 93% de la demanda, ha mostrado sus límites y la exportación pese a la drástica mejora en sus ingresos, todavía no arranca”, resaltó la Fifra en un análisis realizado por el consultor ganadero Ignacio Iriarte; quien llamó la atención sobre la suba de precios, “especialmente si se consideran los precios de los cortes de los supermercados”, precisó. La “salida exportadora” no parece del todo a mano: “Todavía nuestro novillo está bien por arriba de la cotización de Brasil o Paraguay y algo por arriba de Uruguay, con más y mejores mercados abiertos que nosotros”.
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