Desde 2010, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declara la primera semana de febrero de cada año, como la “Semana Mundial de la Armonía Interconfesional” entre todas las religiones, confesiones y creencias. En estos últimos tiempos hemos vivido tantas situaciones de atropellos a causa del fundamentalismo religioso que la invitación de la ONU es una oportunidad para tomar consciencia de la gran fraternidad que debe unir a toda la humanidad, más allá de nuestras creencias particulares y las confesiones religiosas que dan sentido a la vida. A pesar de los grandes avances tecnológicos y la globalización que ha invadido todos los ámbitos de nuestra vida social, aún queda un largo camino por recorrer para superar las tendencias religiosas e ideológicas que se acercan al fanatismo sin tener en cuenta la fraternidad que debe unir a todos los seres humanos. Creo que es tiempo de buscar alternativas de encuentro entre las distintas religiones y culturas del mundo que posibiliten la unidad de la gran comunidad. Y en este sentido el papa Francisco está dando pasos importantes en la misión de unir a la humanidad por encima de las diferencias. Desde su mirada, la mejor manera de aceptar la riqueza de las grandes tradiciones religiosas es en la figura del poliedro, como símbolo de “la unidad en la diversidad” que propone su idea de ecumenismo. Es esta la de “un solo Señor, una sola Fe, un solo Bautismo, un Dios, Padre de todos” (Ef 4, 5). Somos hijos del mismo Padre y vamos hacia el mismo Dios, más allá de las distintas opciones que adoptamos en nuestra vida espiritual.Uno de los pasos esenciales que nos ayudará a eliminar los prejuicios sobre otras confesiones religiosas es a través del diálogo. Es por ello que debemos tomarnos el tiempo necesario para conocer otras concepciones religiosas y la riqueza que encierran las grandes tradiciones religiosas, sin que el conocimiento del otro nos signifique relativizar ni perder lo propio. El conocimiento y la valoración de la riqueza del otro nos permitirán encontrar la esencia de cada una de las creencias, favoreciendo el diálogo. El mundo necesita hoy una apertura hacia lo distinto y un amor hacia lo diverso. Lo distinto no es un peligro, sino un aporte que permita el enriquecimiento mutuo. El conocer al otro desde un diálogo sincero, acorta distancias y elimina tantos prejuicios que nos distancian. Todo esto favorece el verdadero intercambio entre personas por encima de las doctrinas…La historia nos ha dejado la herencia de tantas divisiones y heridas, pero estamos en el camino de la reconciliación y la comunión. Como nos anima el papa Francisco: “Y cuando la meta nos puede parecer demasiado distante, casi inalcanzable y nos sentimos atrapados por la desesperación, nos aliente la idea de que Dios no puede cerrar los oídos a la voz del propio Hijo Jesús y no conceder su y nuestra oración, para que todos los cristianos sean realmente una sola cosa” ¡y pidamos por la comunión de todos los seres humanos!Escuchemos al papa Francisco que nos dice: “No nos cerremos al diálogo y al encuentro, sino que permanezcamos abiertos a todo aquello que es valioso y positivo en quienes no piensan y actúan como nosotros, que no nos quedemos en lo que nos divide, sino que acentuemos lo que nos une: Jesús y la riqueza de su amor. Y caminemos unidos en el camino de la vida rezando juntos, ayudándonos unos a otros. De Jesús aprendemos a sentirnos parte de la misma familia, a considerarnos un don para los demás y a realizar juntos tantas cosas buenas como también obras de caridad por el bien común”. Todas estas actitudes nos ayudará a encontrar el camino que nos llevará a “un solo Dios padre de todos”.
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