El trabajo de búsqueda de los nietos robados durante la dictadura, de parte de las Abuelas de Plaza de Mayo, nunca había tenido tanta repercusión en la opinión pública como cuando a inicios de agosto de 2014 se supo que Estela Carlotto había hallado al suyo. Hoy ya suman 119 los hijos de desaparecidos que han recuperado su identidad. Otros tantos que se acercaron a la Asociación aguardan que desde el banco de datos genéticos les llegue alguna noticia acerca de quiénes fueron sus verdaderos padres. La duda, la curiosidad, algo tan profundo que tiene que ver con el centro de lo que cada persona es en base al lugar de donde proviene, es una ardua tarea de asimilación cuando se conoce que quienes creían saber quiénes eran sus padres, en realidad no lo eran. El primer quiebre identitario en ese individuo se produjo cuando fue arrebatado de sus padres, y el segundo, cuando decide conocer, por su propia cuenta, o forzado por la Justicia, quién es biológicamente, cuál es su verdadero linaje. Y esto nos remite a un caso que no tuvo la trascendencia del de Ignacio Hurban (o Guido Carlotto). Se trata de Hilario Bacca, el nombre que le dio su apropiador, o Federico Hilario Cagnola Pereyra, el nombre que le dio la Justicia luego de probar que sus padres habían sido desaparecidos por la dictadura, y él entregado en adopción ilegal. Años atrás brindó una entrevista a La Gazeta de Mar Chiquita y contó los derroteros de su vida, según pudo reconstruir en base a lo que le habían contado sus padres adoptivos y la Justicia. La charla con el medio ocurrió dos meses antes del juicio por apropiación indebida contra sus padres adoptivos Jorge Ernesto Bacca y Cristina Mariñelarena, antes de que el Tribunal Oral Federal Nº 4 porteño los condenara a seis años de prisión como apropiadores de Federico Hilario. La misma pena le tocó a su entregadora Inés Graciela Lugones, que era viuda de Guillermo Minicucci, el jefe del centro clandestino El Vesubio. “Mi padre biológico, Eduardo Cagnola, era de Chacabuco, estudiaba Derecho en La Plata. Mi madre biológica, Liliana Pereyra, vivía en La Plata con toda la familia, también estudiaba Derecho y militaban en distintas agrupaciones, según tengo entendido. Mis abuelos maternos para protegerlos los enviaron a Mar del Plata y ellos en realidad son chupados, como se dice, en una pensión de la calle Catamarca, el 5 de octubre del 77. Estuvieron en la base naval 2 y a mi madre la trasladan a la Esma, una vez que yo nací la vuelven a traer a Mar del Plata y en el ‘85 u ‘86, encontraron los restos de ella en el cementerio de Mar del Plata, en una fosa común. Se sabe que hubo un simulacro de liberación, y que ese día mataron a unos cuantos, entre ellos estaba Liliana, que tenía 21 años”.ADN compulsivoLuego de vivir en el interior de la provincia, Hilario se fue a estudiar a Capital Federal. Denuncias anónimas generaron que la agrupación Hijos lo buscara hasta “perseguirlo”. Y ahí la Justicia tomó intervención. “En un determinado momento, llegó la cédula a mi casa para presentarme en el juzgado de Comodoro Py, ante el Dr. Horacio Ballesteros. El juez me cuenta que había denuncias y que tenía sospechas de que yo podía llegar a ser hijo de desaparecidos. Honestamente le dije que no me interesaba conectarme con esa parte de la historia y que, llegado el caso, con lo que me iba a encontrar era una situación de demasiado dolor, padecimiento, horror en realidad” recordó Hilario. El magistrado en una charla informal le dijo que reflexionara y que luego de unos meses se volverían a encontrar para “charlar”, aunque le advirtió que la investigación iba a continuar. Hilario creyó los dichos del juez, pero a los pocos días, a las 5 de la mañana, golpearon en su puerta. Eran dos militares, “como en las películas, uno bueno y uno malo, la jefa del Hospital Durán, que pobre señora, le dije de todo, menos que era bonita, y dos personas más que yo no sabía quiénes eran. Después terminé sabiendo que eran los chicos que iban de testigos, estaban más asustados que yo, iban a la facultad y tenían 18 años, una situación horrible, de mucha prepotencia”. Allí, el juez obtuvo los elementos necesarios para realizar una prueba de ADN sin el consentimiento de Hilario Bacca, un ADN compulsivo.El 9 de septiembre de 2008, en el despacho del juez Ballesteros le informaron que era hijo de los Cagnola-Pereyra. Desde muy chico, cuando Hilario tenía cuatro o cinco años, sus padres de crianza le contaron que no era “hijo de la panza”.“Me lo contaron mis viejos, me llamaron a la habitación. Mi mamá es la que más hablaba en ese momento y lloré. No sé qué habré entendido, pero al otro día fui al jardín y dije: yo soy adoptado”.Quiere seguir siendo Hilario BaccaHasta el momento Hilario es el único de los “nietos recuperados” que planteó una situación distinta a todos los demás. “Yo tenía dos opciones, una era aceptar y dejar de ser Hilario Bacca para ser Hilario Federico Cagnola Pereyra y la otra opción era repudiar ese nombre, una instancia medio administrativa, donde luego de la sentencia firme yo podía repudiar el nombre y llamarme como quisiera, lo que fue un dilema nuevo porque mi idea siempre fue tratar de buscar el punto más justo”, describió Hilario. Lo que puede entender como “justo”, es diferente a lo que un magistrado interpreta como “justo”. La restitución siempre tuvo que ver con el cambio “en lo real del documento”. Hilario siente que luego de 37 años, no sólo es un documento, sino que “es el jardín de infantes, la primaria, la secundaria, los estudios, la Anses, la Afip, la obra social, aportes, en un país que no se caracteriza por ser práctico, pese a que hay una promesa de que se te aceleren algunos trámites”. Por tal motivo, su planteo nunca fue repudiar el nombre “nuevo”, como tampoco aceptarlo, sino que se trata de un caso único: “Incorporarlo porque tengo que ser una sola persona porque sino paso a ser un psicótico. Una cuestión real de los años que pasaron, y sin ánimos de enfrentamientos con nadie, hubo varios gobiernos, pasaron muchos años, yo que soy la víctima -aunque no me lo banco porque odio ponerme en esa posición-, y obligado a dejar de ser Hilario Bacca. Allí es donde debería explicarle a un montón de gente porqué de un día para el otro no soy más Hilario Bacca y soy Hilario Federico Cagnola Bacca Pereyra en el orden que se quiera, me parece mucho más sanador una instancia superadora de la situación”. Hilario es un caso único por aspirar a mantener los apellidos de quienes lo criaron, y atender la decisión judicial de incorporar los nombres de sus padres biológicos. Él planteó en su momento “al juez que haga lo que quiera, que compre un terrenito en algún cementerio y ponga una lápida que diga: Yace aquí por decreto tanto de juez tal, Hilario Bacca, porque ellos l
o que quieren es hacer desaparecer a alguien que hoy existe”.El mismo día en el que condenaron a sus padres adoptivos, el Tribunal solicitó que el nombre Federico Cagnola Pereyra fuera inscripto en el ámbito civil. Pero él se niega. “Pido que alguien se ponga en mis zapatos. Entiendo que pueda ser una causa de estado y de orden social y público, la obligatoriedad del encuentro por la verdad, pero eso ya pasó. A esta altura de mi vida en democracia me quieren hacer desaparecer como Hilario Bacca y quieren hacer nacer un Cagnola Pereyra que para mí no existe, es terrible”.El caso de Hilario Bacca puede sentar un importante precedente y alentar a otros que quizás se encuentran en una situación similar. “Si quieren que aparezcan los 400 nietos que faltan que se les garanticen unos derechos. Los que aparecen muchos son los que les tocaron historias menos bonitas, yo estoy convencido de que hay 200 Hilarios por ahí. Que aman a sus papás. Para saber de su identidad tienen que estar dispuestos a que sus padres vayan presos y a que ellos de un día para el otro dejen de ser quienes son, y si están casados y tienen hijos lo que implica a nivel trámite y a nivel subjetivo, del ser”.Trató de hacer entender a la entidad de Abuelas esa idea al trabajar durante un tiempo en la filial de Mar del Plata: “Les dije que dejen que uno se busque, que se encuentre y ahí se va armando y sumando lo que se puede, no somos nenes de cinco años, somos todos cuarentones”. En ese sentido, resume: “Hay un descuido muy grande. Hay un abandono a nivel psicológico de lo que le pasa a uno, pero hay una demanda muy fuerte, social porque todos vienen a decirte cómo tenés que vivir”.





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