PUERTO ESPERANZA. El remisero Miguel Ángel Rojas habría sido reducido, probablemente a punta de cuchillo o de arma de fuego, en el preciso instante en que ingresaba a la localidad de Mado, distante a unos veinte kilómetros de esta localidad, por las personas que se convirtieron luego en sus despiadados y sangrientos verdugos. La teoría fue confirmada a este diario por fuentes confiables de la investigación, que prefirieron no ahondar en detalles por el secreto de sumario.De ser así, quedaría confirmado que el trabajador del volante, de 23 años, fue cruelmente asesinado por los dos pasajeros con los que fue visto poco antes de morir.El cuerpo de la víctima fue encontrado a casi cuatro kilómetros de la entrada a Mado, en una zona de difícil acceso, inhóspita, plagada de yerbales y plantaciones de pino. La Policía sostiene que los sicarios conocían perfectamente cómo entrar y salir de ese paraje remoto de Mado. No se descarta que puedan ser extranjeros, pero conocedores de la zona.Aunque pocos se animen a decirlo, ante la irrefutable realidad de un episodio sumamente delicado, crece la hipótesis de un “ajuste de cuentas” de ribetes mafiosos.El coche de alquiler apareció el sábado 29 de diciembre, en horas de la mañana, abandonado en medio de una plantación de yerba mate.Horas después, casi al anochecer, a unos 200 metros del automóvil, encontraron el cadáver. Estaba atado a la base de un pino con un cinto a la altura del pecho.Rojas había sido maniatado con los cordones de sus zapatillas y un pedazo de remera.Todo indica que habría sido amordazado con otro pedazo de tela para que no se escucharan sus gritos. Fue empalado y castrado.Muchas aristas restan por resolver, por no decir todas, pero lo concreto es que los asesinos querían que la víctima sufriera antes de morir.La dejaron atada al árbol aún con vida. No hubo disparos de arma de fuego, pero sí una sesión interminable y cruel de torturas que comenzó con puntazos en el pecho y las extremidades superiores.“Todos tenían el objetivo de herir, pero no de matar”, indicó una fuente de la pesquisa.La Policía busca en el entrecruzamiento de llamadas que efectuó Rojas alguna pista o rastro de los asesinos, en una de las causas más macabras de la historia de la criminología de Misiones. La investigación sumó demorados, pero no detenidos vinculados directamente con el crimen.El hechoRojas fue visto con vida por última vez el pasado lunes 24 de diciembre, alrededor de las 15.30, cuando fue a cargar combustible a una estación de servicio en las afueras de Puerto Esperanza, donde vivía. Testigos dicen que lo vieron manejando su remís y con dos hombres como pasajeros.Después de una extensa búsqueda, el Peugeot 405 bordó de la víctima apareció a última hora del viernes 28 en un pinar distante a casi siete kilómetros de Esperanza, en la zona de Mado. Habían desaparecido el equipo de música y las llaves de arranque.El sábado, cerca de las 19, un tío de Rojas se presentó ante la Policía y con la voz entrecortada informó que había encontrado a su sobrino. Estaba muerto, maniatado a un pino y en avanzado estado de descomposición, relativamente cerca de donde había aparecido el Peugeot. Horas después la autopsia reveló el peor de los secretos: el joven trabajador del volante fue apuñalado, empalado y castrado en una sesión de torturas interminable que le provocó la muerte por desangramiento.





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