Por Myrian Beatriz Vera y Juan Carlos Marchak, enviados especiales
Descendientes de inmigrantes impulsan la protección de la Picada Finlandesa, el histórico camino construido por sus ancestros hace 120 años, que sirvió de acceso desde Bonpland hasta Caá Yarí, para confluir en la Capital del Monte misionero.
“Queremos que esta picada sea declarada lugar histórico, para que se la conserve y proteja, ya que es la única de todas las picadas abiertas por los inmigrantes que permanece intacta”, dijo a PRIMERA EDICIÓN el cónsul honorario de Finlandia en Misiones, Hugo Sand, quien planteó la idea, mientras brindó un exclusivo tour por la legendaria picada a este Diario.
A la par se trabaja en la propuesta de llevar a cabo una experiencia cultural que recree una noche como si fuera el año 1906.
“La propuesta concreta es preservar la Picada Finlandesa y ponerla en valor a través de un proyecto cultural que permita no solo transitarla, sino que permanezca intacta, con su monte totalmente recuperado y conservado como patrimonio de los misioneros”.
“Por otra parte, esa noche como hace 120 años -de poder llevarla a cabo- sería vivida tal como nuestros bisabuelos la vivieron en aquel entonces: nosotros saldríamos caminando desde Bonpland para internarnos en la profundidad del monte y pasar toda una noche sin luz eléctrica. Habría fogón, relatos orales, música, comidas simples, cielo abierto. No sería recreación turística, sino memoria caminada”, resumió Sand.
“Hoy, nuestro objetivo es claro: preservar este camino y otros espacios vinculados a la inmigración. Cementerios, trazas, sitios que no están señalizados ni protegidos. Porque, fíjense una cosa, en Oberá festejamos la inmigración con una fiesta, pero muchas veces no sabemos por dónde entraron o ni siquiera dónde están enterrados los bisabuelos. Hay una memoria incompleta”, advirtió el cónsul.
A su vez, el proyecto de la caminata nocturna se inscribe en ese reclamo. Incluir a pueblos originarios, a las distintas colectividades, compartir música, relatos, comidas tradicionales.
“Caminar el camino cambia la forma de entender la historia”, reiteró Sand.
El punto de partida sería un monolito, ubicado a un costado de la ruta 4, en el tramo que cruza por Bonpland, y que fue construido en 2006 cuando se cumplieron los 100 años de la llegada de los primeros inmigrantes finlandeses a Misiones.
La experiencia del camino finlandés
Justamente allí, en ese monolito, punto inicial del recorrido, que también se trazó este equipo para vivir la experiencia del camino finlandés, Sand contó que el lapacho rojo que da sombra al monumento fue plantado en 2006 al cumplirse el centenario de la llegada de los pioneros; ahora crece robusto al costado del picada, como gesto de bienvenida; o el lapacho amarillo, un poco más cerca de la ruta 4, colocado en 2017, cuando Finlandia celebró los 100 años de su independencia.
“Estos árboles no son un adorno. Son un mensaje hacia adelante”, explicó quien también es un célebre referente agrícola en la provincia. Desde el bloque de piedra donde se erige el monumento, el recorrido en auto tuvo a los pocos minutos su primera parada en el balneario municipal de Bonpland. A la sombra en un hermoso parquizado en ese lugar impensado, Sand volvió sobre su historia familiar. Recordó que los registros no siempre coinciden. Que mucho se perdió, inclusive la lengua…
“Por décadas no se hablaba de esto. Era una cosa de los abuelos, como que se pretendía borrar lo extranjero”, explicó.
Sobre una mesa improvisada en el balneario desparramó fotografías, recortes de diarios, libros de historiadores finlandeses que investigaron la inmigración nórdica en Argentina. Luego, Sand los mostró con cuidado, como quien ordena pruebas.

Entre esos papeles hay una imagen que vuelve una y otra vez: se trata de una foto publicada por un periódico finlandés que retrata el viaje que hizo Hugo Sand junto a su esposa a la tierra donde vivió su bisabuelo. Sobre la margen izquierda puede verse, borrosa, otra fotografía, es de su padre que nunca conoció Finlandia y está levantada al aire, porque se la estaban mostrando mientras la lente del fotógrafo captó la pose, en el lugar exacto donde vivieron sus ancestros y tuvieron que partir.
“Nada es casualidad, estoy convencido que mi padre me acompañó en este camino desde aquí (por Misiones) hasta allá (por Finlandia)”, dijo emocionado por los recuerdos que reflota la imagen.

Sin embargo, Sand no habló solo de su familia, sino de una generación entera que llegó con la idea de trabajar, hacer pie económico y, tal vez, regresar a Finlandia. Muchos no pudieron o no quisieron. Formaron familias con mujeres de otras corrientes migratorias o de pueblos originarios.
“La cultura finlandesa quedó diluida, pero no desapareció. La sangre y la tierra tiran”, dijo Sand. Y luego trajo a la memoria almuerzos familiares donde nadie sabía exactamente de qué parte de Finlandia habían venido sus abuelos, ni el idioma, ni el año preciso, “pero todos compartíamos las imágenes transmitidas oralmente: la nieve, los árboles, el sauna, el aroma al café. Somos argentinos, pero algo nos sigue llamando”, reflexionó con un largo suspiro…

Después de la parada en el balneario, el grupo otra vez retoma la picada. El camino se angosta, el monte se cierra. Hay tramos de vegetación nativa densa y otros donde la forestación marcó cambios productivos, cada tanto aparece algunas chacra perdida que linda con el camino. El auto avanza a buen ritmo, porque el camino se encuentra muy bien, pese a la lluvia que días atrás dejó tramos de “pantanos rojos”, porque el monte es tan cerrado que la tierra todavía no se secó.
Sand va señalando puntos, enlazando historia y experiencia. “Esto no era un camino como lo entendemos hoy. Era apenas un trillo para que pase una persona. Monte cerrado. Selva pura que se fue abriendo con un machete”, explicó.
“Esta picada tiene una importancia histórica enorme para la colonización de la zona centro de Misiones, nuestros bisabuelos se asentaron en Bonpland y desde allí abrieron caminos. Oberá se convirtió en la cuna de esos inmigrantes que llegaron por las picadas”, enfatizó con añoranza.

Un poco de historia
La historia del camino que contó Hugo Sand se remonta a 1906. Ese año llegaron a la Argentina los primeros contingentes de inmigrantes finlandeses, organizados por Arthur Thesleff. Eran, en su mayoría, hombres jóvenes provenientes de un país que aún no era independiente y que estaba sometido a la dominación rusa. Muchos tenían ideas anarquistas o socialistas, otros eran cristianos o ateos, pero compartían el deseo de construir algo nuevo.
El grupo llegó a Buenos Aires, descendió hacia el sur y luego remontó el río Paraná hasta Corrientes, Posadas y Santa Ana. Desde allí, ingresaron a la selva rumbo a Bonpland.

“No había rutas ni pueblos. Era monte cerrado. La picada era apenas un trillo”, volvió a decir Sand mientras el auto avanzaba por ese mismo trazado. Ese camino fue clave para la colonización del centro de Misiones. Por allí no solo ingresaron finlandeses. Con el tiempo llegaron suecos, polacos, ucranianos, rusos y más tarde japoneses. En 1913, un colono sueco se asentó en la zona que luego se conocería como Villa Svea, núcleo de lo que sería Yerbal Viejo y, finalmente, Oberá.
“La picada finlandesa fue la puerta de entrada. Desde acá se expandió el poblamiento hacia Campo Viera, Campo Grande, Aristóbulo del Valle, San Vicente, San Pedro y más lejos”, explicó.
En ese proceso, los inmigrantes se encontraron con la yerba mate. No la conocían: venían del té y el café. Primero la recolectaron en estado silvestre y luego comenzaron a cultivarla, junto con mandioca y tabaco. Ya entre 1908 y 1909 existen registros de plantaciones impulsadas por estos colonos.
“Acá aprendieron todo de cero. El suelo, el clima, vivir en el monte humedo y no en la nieve”, señaló.
“El proyecto cultural que hoy se impulsa no busca recrear una épica ni idealizar el pasado. Apunta a generar experiencia y conciencia”, dijo más tarde.
“Caminar el camino cambia la percepción. Entender por dónde se entró ayuda a entender por qué Misiones es como es, por ello queremos recrear una noche como hace 120 años”, sostuvo ya en Caá Yarí, al pie de otro monumento, que replica ese caso al buque Linnea, que trajo de Europa a los finlandeses. La iniciativa se proyecta en un contexto cercano, ya que en 2026 se cumplirán 120 años de la llegada de los primeros inmigrantes de ese país nórdico.
Para Sand, esa fecha no debería pasar solo como conmemoración. “Es una oportunidad para ordenar la memoria, para proteger lo que todavía está”, argumentó.
La recuperación también atraviesa la propia identidad.
“Si no protegemos ahora este camino, después ya no va a estar”, dijo parado al pie del monumento. Luego miró hacia la picada, que sigue ahí y se niega a perderse como postal o como mito. Es un trazo real, de camino rojo abrazado por exuberante selva verde, cargada de historias personales y colectivas, que todavía espera la decisión de ser preservada.

“La propuesta concreta es preservar la Picada Finlandesa y ponerla en valor a través de un proyecto cultural que permita no solo transitarla, sino que permanezca intacta, con su monte totalmente recuperado y conservado como patrimonio de los misioneros”.





